XVI

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SOBRE SUEÑOS QUE NO SE VUELVEN REALIDAD




ELLA

Sábado, 02:14

Abro los ojos y cubro mi boca para amortiguar el llanto que lucha con salir. Se sentía tan real. Mis sueños siempre se sentían reales, pero apenas reconocí la habitación en la que me encuentro sé que no lo era. Que mi sueño era sólo una fantasía imposible.

Soñe que papá estaba aquí. O yo estaba allá. O ahí, en algún espacio perdido de mis recuerdos.

Me senté y descubrí que estaba en mi habitación, llevaba puesta mi pijama favorito, uno liso color negro que me compré en primera quincena trabajando con papá en el consultorio dental. Las cobijas eran las azules que recordaba y papá estaba sentado a los pies de la cama mirándome. Estiró su mano hacía mí y yo la tomé despacio, con temor a que desapareciera si lo tocaba.

Mi mano era más pequeña. Y cuando miré a la derecha, donde estaba mi tocador con espejo encontré mi rostro de niña reflejado.

—Hola —mi voz sonó más aguda e infantil.

—Hola, preciosa —mis labios tiraron hacia arriba en automático, desde que llegó a nuestra vida esa era la manera en que me llamaba, y nadie lo había hecho desde que se fue, me decía así porque de niña le dije que en la clase me había tocado ser el patito feo.

—El patito feo es el ave más preciosa del cuento –me contó Noé mientras yo lloraba en el asiento por lo terrible de interpretar a un pato feo aquella vez. Apenas llevábamos un día de ensayos, así que la maestra del kínder no había conseguido avanzar más allá de cinco minutos de actuación. Sobre todo, porque la estrella, yo, había llorado solo supe el nombre de mi personaje— te eligieron porque eres preciosa.

—¿Yo? –las lágrimas se fueron por completo y fueron sustituidas por una risita.

—Así es, preciosa.

—Estás aquí –gateé hasta él para poder abrazarlo y escuchar su corazón dentro de él, me quedé ahí unos segundos convenciéndome que papá estaba vivo.

—¿Dónde más estaría, preciosa? –se me llenaron los ojos de lágrimas, pero me aferré a ese bello momento. Mi único sueño con papá desde su muerte era el del avión cayendo en una tormenta, solo había tenido esa horrible pesadilla para recordarlo. Este era un buen primer sueño con él.

—Aquí, claro –no voy a arruinar este sueño, me prometí. Papá del sueño no necesitaba saber que está muerto.

—¿Y mamá? –pregunté mirando al resto de mi recamara.

—Está durmiendo al bebé.

El bebé. Adrián. Solo entonces escuché el llanto que venía del otro lado de la puerta, miré a papá.

—¿Ya está aquí?

—Acabamos de llegar —explicó.

—¿Ya eligieron su nombre? –acordamos que el nombre del bebé lo elegiríamos hasta que naciera. Negó con su cabeza levantándose de la cama.

—Vamos, preciosa —papá estiró una mano hacía mí. Caminé hacia la puerta, pero al abrirla no estábamos en el pasillo de la casa sino en un parque.

Él estaba lejos de mí, parado a una decena de metros al lado de unos columpios con una nieve en cada mano. Miré a mi lado, la mano que sostenía era la de mamá. Ella se agachó a mi altura y entendí que yo era menor que antes, estiré mis manos a su rostro, mis manos eran incluso más pequeñas que antes.

UNA DAMA DE CRISTAL (SAGA LA VIDA DE ELLAS) #Olimpiadasliterarias23Where stories live. Discover now