XLII

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SOBRE CÓMO ES EL AMOR

Ella

Miércoles, 14:18

Better Love –Hozier

Él me ama.

Ese es el primer pensamiento que tengo al despertar en su cama; y no necesito abrir los ojos para saber a quién pertenecen los dedos juguetones que pasean a lo largo de mi espina dorsal. Llevo ya cerca de diez minutos con los ojos cerrados y mi cabeza contra su pecho disfrutando de él, del ritmo de su corazón y sus caricias.

Resulta que él me ama.

A mí.

Y a las quince cosas que le gustan de mí y también las quince de su lista que no le gustan de mí, y que no son mis defectos, no ha añadido a su lista lo mucho que le molesta lo complicada que soy, ni lo sensible que puedo volverme, no ha puesto que soy un estorbo o una carga en su vida, no ha añadido que le molesta que no coopere con dinero para los gastos, o que tenga que toparme en el apartamento 24/7, no apuntó que llegué a su vida con una mochila vieja y ropa gastada. No escribió que le parezco muy flacucha o que dejo que mis pensamientos se vayan a lugares oscuros y tristes si no me controlo. Es decir, tengo tantos defectos que él conoce y los ha ignorado por completo al momento de hacer esa lista... porque me ama.

¿Cómo es posible siquiera que eso sea posible?

No lo cuestiono, no lo pongo en duda, si hay algo que Leonardo no hace es mentir, bueno, puede que omita información como que estaba a punto de casarse, o que es más rico de lo que yo asumí alguna vez, porque esta tarde me ha quedado claro al estar en su oficina que no estaba ni de broma cerca con el despacho sencillo que había imaginado, tiene decenas de empleados, dos secretarias y una oficina grande con sofá de cuero y todo. Pero eso no es mentir. Es omisión.

Como lo que yo hice con él.

No.

Yo sí le mentí. Le dije que tenía una compañera drogadicta que me echó en la madrugada del apartamento para no decirle que trabajaba de mesera en un burdel; le dije que tenía una herencia corta para no decirle que vivía de las propinas para pagar mis deudas; le dije que no tenía trabajo, cuando quise decir que no tenía uno decente; lo hice creer que un extraño intentó subirme a la fuerza a su carro cuando fue un cliente. Yo sí he mentido. He dicho una cosa por otra.

Leonardo sólo limita la cantidad de información.

—¿Qué piensas? —pregunta interrumpiendo mis pensamientos

—En tus listas.

—¿Algún punto en especial? —ahora sus manos se enredan en mi cabello mientras quita los mechones que cubren mi rostro.

—Ya no podré envenenarte.

Su pecho sube y baja mientras la habitación se llena de su risa, sonrío contra su piel sin levantar mi rostro.

—Supongo que eso es cierto. Soy un buen maestro.

No lo debato.

—Y uno paciente —añado, su mano acaricia mi mejilla y yo muevo el rostro lo suficiente para plantarle un beso en la piel de sus nudillos.

—¿Algo más que tenga mi lista que quieras debatir? —se curvan mis labios hacia arriba en una sonrisa que no puedo esconder.

—¿Sigue sin gustarte mi blusa de red? —pregunto haciendo círculos en su piel, vuelve a reírse entre dientes, su mano ahora se desliza a mi costado enviando descargas al resto de mi cuerpo.

UNA DAMA DE CRISTAL (SAGA LA VIDA DE ELLAS) #Olimpiadasliterarias23Where stories live. Discover now