Encrucijadas, escapes y soluciones

172 11 50
                                    

ELLA

Viernes

Respiro hondo. A mis espaldas hay dos maletas llenas de ropa de mujer. Llevo la mochila en mis hombros con dinero. Sé a dónde ir, hay un apartamento esperando por mí.

Leonardo me da un apretón.

—Es algo temporal —me recuerda. Sé que lo es, que en pocas semanas volveremos a estar juntos, pero mientras tanto estaré sola y encerrada en un lugar desconocido.

Esto tiene sentido, es lo que se espera que él haga. Es lo que Roberto esperaría de Leonardo si no me amara. Es lo que Leonardo debe hacer para hacerle creer que no soy importante. Porque si me quedo y Roberto comprueba que me ama incluso sobre mi pasado, entonces tendré otra persona de la cual preocuparme. Don está en el pasado, pero ahora es Roberto quien amenaza a mi futuro.

Pulso el botón de emergencias y el elevador se detiene. Estamos a solo tres pisos de llegar a recepción. Suelto mis maletas al tiempo que Leonardo sostiene mi rostro para besarme, dejo que haga conmigo lo que quiera, porque es lo mismo que yo deseo hacer. Mi cabeza choca contra la pared metálica a mis espaldas y eso no impide que devuelva el beso con las mismas ganas. Este podría ser nuestro último beso en... semanas o meses. Depende el plan de Leonardo y lo bien que resulte esto.

—Tienes que ser convincente —me dice entre un beso y otro.

—Nací para el drama —intento bromear, pero mis palabras no disipan la perpetua preocupación que se ha tatuado el rostro de Leonardo. Paso mi mano por su mejilla en el contorno de su barba—. Estaré bien.

Ni yo me lo creo al decirlo. Tomo en cada mano una maleta y el presiona el botón para continuar nuestro viaje a recepción. Cuando las puertas del elevador se abren, doy pasos cortos hacia recepción. Leonardo pone su mano en mi brazo. Miro hacia el frente y reconozco a la mujer que está discutiendo con el portero sobre un paquete extraviado que era para ella.

—Leonardo, déjame explicarte —hago intento de jalonearme.

—Me dijeron que el paquete estaba aquí —dice la mujer con molestia y temo por el pobre joven que tendrá que lidiar con su enojo por ese engaño.

—Debió ser un error —se disculpa el joven.

—¿Un error? ¿No estabas aquí hace tres minutos? —Diana le gritonea al portero con su usual tono para aplastar personas como si fuesen hormigas.

—Pide un taxi para la señorita —se hace oír Leonardo sobre la discusión de la mujer.

—Oh... eh... sí —tartamudea el joven que ahora es consciente del mal humor de Leonardo, incluso Diana nos mira con confusión.

—Estás lastimándola, Leonardo —intercede por mí Diana desde su lugar en la otra orilla de la barra de recepción.

—Ni siquiera lo suficiente.

—Que me dejes ir —vuelvo a jalarme—. Puedo explicarlo, Leonardo. Solo necesitas calmarte.

—Pide un taxi —repite apretando los dientes y mirando fríamente a Rodolfo.

El joven toma el celular y hace la llamada con prisas casi tartamudeando la solicitud de un taxi sin despegar sus ojos de mí y Leonardo.

Vuelvo a intentar jalarme para soltarme.

—Me aseguraré personalmente que te vayas.

Diana tiene toda su atención en nosotros.

—Leonardo, por favor —interviene de nuevo Diana.

—Si ves a Roberto, envíale un agradecimiento de mi parte, por sacar de mi vida a dos mujeres.

La mirada asesina que le lanzo esta vez es sincera. Leonardo casi sonríe, pero inmediatamente consigue controlar sus expresiones.

UNA DAMA DE CRISTAL (SAGA LA VIDA DE ELLAS) #Olimpiadasliterarias23Donde viven las historias. Descúbrelo ahora