LXVI

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Rebeldía, castigo y penitencia

Ella

Fragmento de un recuerdo

Requirió de un esfuerzo exagerado la mera acción de levantarme de la cama, mi cabeza se sentía tan pesada y mi cuerpo roto como si hubiese una desconexión entre cada parte de mí, apenas fui capaz de arrastrar los pies al caminar. Tía dijo que era un efecto secundario de las pastillas, nada de lo que preocuparme. Los ojos se me cerraron contra mi voluntad, pero me obligué a abrirlos. Era un día importante, el abogado llegaría pronto.

Sentí una opresión en el estómago como si una mano estuviera apretando mis órganos e impidiera que pudiera respirar bien. Pero no había dolor. No había ningún pensamiento triste. Y por más que intentaba aventurarme a sentir la muerte de mis padres no podía sentir nada al respecto. Sabía lo que significaba y entendía lo ocurrido, pero la opresión que sentía por dentro, la debilidad en mis piernas y mi cabeza pesando tanto que se me iba hacia atrás, era preferible al dolor de su muerte. El agobio de sentirme sin ellos no era algo con lo que pudiera lidiar en ese momento.

Arrastré un pie frente al otro hasta abrir la puerta del cuarto. Tía estaba ahí, el sonido de la puerta me había despertado. Llevaba una pastilla en una mano y un vaso de agua en la otra.

—Toma, linda, necesitarás esto.

Ni siquiera lo cuestioné, tomé la pastilla que me ofrecía y de un trago me pasé el medicamento. Confundí a la bruja, que lleva una manzana envenenada, con una anciana amable y dulce que ofrece un sedante para el dolor.

—Necesitas darte un baño, el abogado llegará pronto.

No recuerdo lo siguiente. Cuando parpadeé estaba sentada en el espejo de la habitación de mamá, Tía estaba tras de mí cepillando mi cabello.

—¿Te sientes mejor?

Asentí, negué y luego mi cabeza se movió en círculos.

—Creo que voy a vomitar. No estoy lista para esto.

—Nunca estarás lista para esto, es mejor iniciar pronto para que termine más rápido.

Y lo único que quería era que todo eso terminara. Cerré los ojos y asentí.

Lo siguiente lo recuerdo todo como un borrón. De pronto, estaba sentada en el sillón de la sala, miré de un lado a otro sintiéndome atolondrada. Sentí la boca reseca y el pulso acelerado.

—¿Quieres otra galleta? —me ofreció Tía el plato, ¿otra galleta? Estiré mi mano hacia una de ellas y la tomé con dificultad.

—Es demasiado, Tía —seguí la voz hasta ver a Eric, pasó al lado de un hombre que no reconocí y se sentó a mi lado—. ¿Cómo te sientes?

—No muy bien —admití—. Hagamos esto después, ¿sí?

—Eric —levanté la cabeza hacia la mujer, su tono dulce había cambiado a uno duro, había una advertencia en su voz, pero cuando volvió a hablarme la dulzura recuperó el control de sus palabras—. Elisa, si no hacemos esto ahora, perderás la casa.

Miré al hombre con barba larga y traje sentado en el sillón frente a mí. Era el abogado de mis padres, ni siquiera sabía que tuviesen uno, ni siquiera lo había visto en mi vida, ni siquiera cuestioné al respecto, si Tía y Eric decían que era el abogado familiar, lo creí. Si ellos decían que leeríamos el testamento que dejaron mis padres, asumí que era el único y la voluntad final de ellos.

Me distraje más en el hombre y su cabello rizado que le llegaba a los hombros y el tic nervioso que lo hacía echarlo hacia atrás a cada tanto que no pude prestar atención a sus palabras. Lo escuché hablar, al menos escuché el zumbido de su voz, pero sus palabras estaban ahogadas en mi cabeza, me terminé la galleta y el sabor se quedó conmigo más tiempo, quería una más, pero Eric no me permitía agarrar otra con sus manos en las mías. El hombre se levantó del sillón y me entregó unas hojas que apenas pude dejar torpemente en mis piernas. Leí "testamento" con dificultad, como si olvidase cómo leer las letras y lo que eso significaba, así que ni siquiera intenté hojearlo, asentí y asentí y asentí.

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⏰ Last updated: May 19 ⏰

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UNA DAMA DE CRISTAL (SAGA LA VIDA DE ELLAS) #Olimpiadasliterarias23Where stories live. Discover now