XXVII

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SOBRE CÓMO TODO PUEDE CAMBIAR

Me restriego las manos en la cara una última vez antes de abrir la puerta de la habitación de Leonardo, esta vez vestida y consciente de estar despierta, pero sin saber cómo enfrentarlo después de lo ocurrido. Me guardo por semanas mis secretos y sentimientos y en menos de veinticuatro horas le lanzo todos ellos a la cara. Camino hacia la cocina de donde vienen las voces.

—¿Por qué tienes entonces un comedor? —pregunta Adrián.

—Para las visitas.

—¿Tienes dos salas?

—Para las visitas

—¿Y por qué desayunamos en la barra?

—¿Prefieres el comedor?

—No, estas sillas son altas.

Doy un paso más lo suficiente para salir del pasillo, Adrián está sentado en un banco mientras Leonardo frente a él parte en rodajas una manzana. Los ojos de él están atentos a los movimientos de sus manos, pero sé que Leonardo puede picar comida sin siquiera poner los ojos en el cuchillo.

—Elieli, siéntate aquí —las palabras de mi hermano hacen que Leonardo levante la mirada a mí y yo me escabullo de él prestando mis ojos solo al niño rubio y alegre, él sonríe y puedo ver el par de milímetros del nuevo diente que aparece en donde antes había un agujero negro en su sonrisa.

—Leonardo dijo que podíamos comer lo que quisiera.

La isla me recuerda a esa primera tarde en que desperté aquí, hay toda clase de frutas servidas en diferentes tazones. Paso el nudo de emociones que se atora en mi garganta.

—¿Y decidiste asaltar el refrigerador?

—Tiene kiwi. Yo no sabía que eso existía hasta que Leonardo dijo que esto era un kiwi.

Bueno, aquí también fue mi primera vez comiendo kiwi. Así que ya somos dos.

—Te vas a comer todo eso —señalo su plato lleno de frutas. Asiente de manera obediente.

—¿Qué haremos hoy?

Miro un segundo a Leonardo, pero el mantiene sus ojos fijos en mí, así que regreso a Adrián.

—Ya veremos, por ahora tienes que comer eso.

—¿Por qué tienes dos habitaciones si solo usan una?

Mientras todos los colores suben a mi rostro, Leonardo se ríe. Claro, este niño no es su hermano. ¿Qué puedo decirle?

—Para las visitas —responde a Leonardo mientras yo hago trituras mi cerebro en busca de una buena explicación, increíblemente la respuesta repetida de Leonardo funciona porque Adrián se encoge de hombros y continúa comiendo

¿Qué fue lo que dijo? Si nos besabamos todo iba a cambiar. ¿Significaría que voy a besarte cuando yo quiera? ¿O que vas a aparecer con ropa por arte de magía?, pero no tuve una respuesta a eso. Anoche me fui de aquí, ¿cómo es que ahora estoy aquí?

Miro el plato vacío frente a mí, no puedo comer, tengo el estómago revuelto de preguntas para obligarme a darle un mordisco a nada. Aunque yo nunca como en los sueños.

¿Es un sueño? Entrecierro los ojos. Miro mi mano que descansa al lado del plato, llevo mi mano izquierda sobre ella y pellizco. Duele, pero quizá si consego ejercer cierto nivel de dolor, despertaré y entonces...

La mano de Leonardo sujeta mi mano derecha alejándola de la otra, el dorso de mi mano izquierda tiene mediaslunas provocadas por mis uñas.

—Adrián, ¿qué te parece si desayunamos viendo una película? —ofrece Leonardo, ¿qué? Yo jamás como ahí. Jamás. Demasiado aterrada a manchar alguno de los muebles, y un niño de siete años con toda esa fruta, es un peligro. ¿Enloqueció?

UNA DAMA DE CRISTAL (SAGA LA VIDA DE ELLAS) #Olimpiadasliterarias23Where stories live. Discover now