XXIX

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SOBRE CONTAR CON ALGUIEN MÁS

Cuando despierto, Adrián no está a mi lado. Levanto la cabeza de la almohada y lo busco en la habitación, pero no hay señales de él. En el baño aprovecho de unos minutos para arreglar mi cabello, lavar mis dientes y seleccionar la ropa para el día. Tomo la blusa negra de red con top debajo, la misma que utilicé en la cena del cumpleaños de Lucas, el amigo de Leonardo.

Esta vez opto por dejar mi cabello suelto, lo paso por el frente y apenas cubre mis pechos, necesito un corte de cabello. Me doy una última mirada en el espejo antes de salir del cuarto.

—¡SÍ! —Adrián.

Me guio por sus voces y me dirijo al cuarto de videojuegos.

—¿Qué están...

Adrián y Leonardo sentados sobre un piso de bolsas de plásticos, hay algunos botes de pintura y brochas y uno de los cuadros grandes de lienzo del pasillo. Las montañas nevadas.

—Es la mejor sorpresa del mundo, EliEli. Leonardo dice que esta pintura necesita una mejora.

No es un cuadro especialmente bonito o siquiera bien hecho, pero es parte de la decoración del apartamento, estaba acostumbrada a él. Además estoy segura que costó una fortuna. Todo aquí vale una fortuna. ¿Acaso Leonardo enloqueció? Supongo que Adrián puede ocasionar eso de vez en cuando, enloquecer a las personas es su pasatiempo, pero ¿tanto?

—Tienes que venir aquí —dice Adrián estirando hacia mí uno de los pinceles de punta delgada. No estoy segura que eso sea una buena idea, así que me mantengo de píe. Leonardo mezcla varios colores y al final consigue un marrón oscuro, no tiene idea de paletas de colores. O eso es lo que parece con todos esos círculos marrones que tiene cerca del último que hizo. Por suerte, Adrián es quien está a cargo de la renovación de esa pintura.

—¿Estás seguro de esto? —pregunto, aunque sé que es demasiado tarde para hacerlo recapacitar porque hay una capa de pintura blanca sobre la mitad de las montañas.

—Seguro.

—¿Y qué harás con ellas? —le pregunto a Adrián.

—Leonardo dice que quiere algo simple, así que quizás algo cubista, ¿no?

—¿Realmente sabe de lo que habla o está alardeando? —Leonardo no parece tan convencido con esas palabras en la boca de un niño.

—Clases de pintura, recuerda.

Clases caras de pintura, añadamos. Papá nos regaló dos años pagados en esa academia de arte local, lo que era una suerte y explicaba que Adrián hubiese podido seguir asistiendo sin replicas por parte de Tía. Talvez debería ahorrar para cuando ese periodo de tiempo concluyera o quizás hablar con la profesora para que considerara mi tiempo inutilizado para Adrián.

—Mantenlo en lo simple —le recomiendo a Adrián—, para que puedas terminarlo pronto.

Sus ojos dejan de mirar las pinturas y me miran brillantes. Lo sé, nos queda cada vez menos tiempo. Siento un nudo formándose en mi garganta, y sé que debo escapar ahora.

—¿Quieren desayunar? —pregunto aún de píe.

—¿Tu cocinar? No, gracias —dice Adrián sin dejar de pasar el pincel sobre el lienzo, con una sonrisa burlona, bueno al menos el momento emotivo ha quedado atrás. Aprieto los labios.

—Al parecer tu reputación te persigue —se burla Leonardo. ¿Jamás olvidará lo mala que era en la cocina? Por lo menos los sándwiches de pollo me quedan ya tan ricos como los suyos.

—Sé hacer desayuno sin problema —les respondo a ambos.

—No sin envenenar a alguien —dice por lo bajo Adrián. Leonardo me mira burlón y yo sólo puedo rodar los ojos mientras me cruzo de brazos.

UNA DAMA DE CRISTAL (SAGA LA VIDA DE ELLAS) #Olimpiadasliterarias23Where stories live. Discover now