XVII

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SOBRE CÓMO ES LA AMISTAD


Sábado, 16:24

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Sábado, 16:24

No creí que un regalo pudiera hacerme llorar, pero aquí estoy. Las lágrimas se escurren en silencio y ni siquiera sé lo que hay dentro. Hay un post-it pegado encima de la pila de cajas con la letra de Leonardo.

Regresaré tarde. No le des vueltas al asunto, es sólo un regalo.

Pero no es sólo un regalo. Priscila pidió esta mañana nuestro número de calzado, y ni siquiera me ilusioné con que me tocarían zapatos nuevos como parte del uniforme por el poco tiempo que llevaba trabajando en la cafetería. La última persona que me regaló zapatos fue Don, pero a diferencia de Leonardo sus intenciones eran con un fin personal: dinero.

Era mi segundo día en el bar, estaba en los probadores intentando entrar en el vestido de lentejuelas cuando Don apareció, el apretado vestido exponía lo necesario para recibir propinas, así lo dijo una de las mujeres que trabajaba aquí. Por supuesto que era para recibir propinas, aunque no me quedaba claro dónde debían ir esas propinas si apenas había espacio para mi cuerpo.

Me llegaba apenas un centímetro por debajo de mi trasero, tenía un escote pronunciado con listones de seda diseñados para apretar más mis pechos y hacerlos subir, era asfixiante estar dentro del vestido, y lo único que desalineaba con aquel vestuario exótico eran mis tenis entonces todavía blancos.

En ese momento entró Don sin tocar. Me cubrí con mi chamarra haciendo que él sonriera divertido.

—En unos meses te habrás olvidado de lo que significa la vergüenza— y lo creí incluso entonces. Se acercó con una bolsa grande color negra y dejó caer su contenido en la mesa.

Zapatillas.

—Eran de las otras chicas, pero ahora ellas tienen patrocinadores —"patrocinadores" era el modo que se llamaba a los clientes que pagaban la cuota por estar con ellas y además traían regalos costosos con la finalidad de que los usaran dentro del bar.

Me acerqué a la mesa levantando cada zapato, había colores chillantes, estampados ridículos de piel de felino, zapatillas de punta, zapatillas con plataformas mayores a siete centímetros, nada ahí se veía cómodo, tampoco era elegante, eran zapatos vulgares para personas vulgares.

Personas como yo.

—¿No te gustan? —preguntó Don leyendo mi expresión.

—Son bonitos —mentí sin convicción, ahora él estaba riendo.

—Niña, pronto podrás comprar los que te gusten, y si tú quisieras yo podría comprarlos para ti —negué con mi cabeza tan rápido como entendí sus intenciones.

UNA DAMA DE CRISTAL (SAGA LA VIDA DE ELLAS) #Olimpiadasliterarias23Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang