Inhalar, sostener, amar

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Él, jueves, 02:10

Pequeña de las dudas infinitas - Supersubmarina

¿Y si Elisa tiene razón? Ni siquiera yo lo sé.

Abro la puerta con una última respiración y lo primero que encuentro es a Elisa acostada en el sillón, totalmente vestida y con sus tenis puestos. No tiene ninguna cobija que la cubra del frío excepto su propio cuerpo, tiene sus rodillas cerca de su pecho y puedo imaginarla así, pero en otro lugar, en un pequeño estudio con un incómodo sillón, vistiendo ropa que le queda más grande porque bajó de peso por no comer. Ella no parece incomoda mientras duerme ahí. Se aprieta algo dentro mientras la observo dormida. Gira sobre su cuerpo contra el respaldo y cambia de posición.

¿Cómo voy a fingir que no sé lo que sé? Cierro la puerta con seguro y vuelvo a mirarla. Me acerco con intenciones de despertarla, tenemos que hablar de esto, debemos hablar de esto. Si se lo digo todo será más sencillo.

¿Y después?

¿Qué es lo que haré después?

Estoy molesto con ella por haberlo ocultado, y estoy enojado conmigo por no haberlo notado antes. Estoy lleno de odio hacia ese idiota con el que ella trabajaba, y con la mujer que le arrebató su vida, con el exnovio que la usó para robarle su dinero sin importarle lo que ocurriría con ella. Y con todos esos rostros desconocidos de hombres que la tocaron y vieron y besaron contra su voluntad. Estoy ahogando en odio.

¿Pero siento ese mismo odio hacia ella?

La miro de nuevo.

Me detengo cuando vuelve a girar sobre sí misma, sin acercarse a la orilla, queda bocabajo y ladea su rostro y una sonrisa aparece. Ella está a salvo.

Lucas tiene razón. Tengo una bomba entre mis manos y va a explotar tarde o temprano., pero tenemos que hablar de esto de una vez. La muevo del brazo para que despierte y solo consigo un balbuceo.

Insisto y la zarandeo un poco.

-No te vayas -murmura aún dormida y dejo de moverla, retiro mi mano de su piel. Y ella vuelve a girarse hasta quedar bocarriba.

Y por otro lado Lucas también tiene razón en esto. Ella estará a la defensiva en cuanto la acorrale, preparada para que la saqué de mi vida como lo han hecho todos antes o saldrá huyendo de aquí para evitar que yo lo haga. Y puedo entender el sentimiento, jodidamente puedo comprenderla bien en eso ahora.

¿Pero tiene razón? No quiero prometer nada que no pueda cumplir. Así que tenemos que hablar de esto, pero no justo ahora. Elisa murmura de nuevo. Suspiro.

Paso mi brazo por debajo de sus rodillas y otro bajo su espalda hasta que consigo cargarla. Se inquieta apenas y balbucea algo que no llego a comprender.

No te vayas, pero no respondo a su petición, porque honestamente no sé qué responder. ¿Puedo prometer que no me iré o que no le pediré que se vaya?

Cuando la acuesto en la cama le quito los tenis y jalo su pantalón de mezclilla. Ni siquiera abre los ojos, está profundamente dormida. Cuando despierte hablaremos de esto, me convenzo. La giro de lado y desabrocho su sostén, paso los tirantes por sus brazos hasta sacarlos. Me siento en la orilla de la cama mirando hacia la ventana. ¿Y entonces qué haré? Le digo que ya descubrí su mentira y... Ella va a querer saber qué sigue después.

Camino a la ventana, y observo a la ciudad en la que he vivido desde niño, la ciudad que me moldeó y me convirtió en quien soy. La misma ciudad que destruyó a Elisa. Mientras a mí me trajo a la cima del edificio, ella terminó en un apestoso y peligroso burdel a las afueras de la ciudad.

UNA DAMA DE CRISTAL (SAGA LA VIDA DE ELLAS) #Olimpiadasliterarias23Donde viven las historias. Descúbrelo ahora