XXXIV

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Sobre cómo llegar a acuerdos

Ella

Viernes, 18:15

Me miro en el espejo de cuerpo completo y giro asegurandome que no se vean las varillas de la lencería. No está mal, honestamente no está nada mal. Hoy compré un poco de maquillaje, nada especial: un par de brochas, unas sombras, rímel y un labial. Lo suficiente para añadirle un poco de color a mi rostro paliducho y sin gracia.

Nuestra primera cita está a punto de llevarse a cabo. Sé que no debería estar nerviosa. Ya me salté todos los pasos: vivo con él, duermo con él, trabajo gracias a él, conozco a su familia. Excepto que nunca hemos salido realmente. Y no. Esa vez en el museo no cuenta, como tampoco lo hace la cena de Lucas, ni el fin de semana con Adrián o las comidas en casa de sus padres. Esta es oficialmente nuestra primera cita. Y estoy nerviosa.

Y si resultaba ser un desastre? Entre más pensaba en citas perfectas en mi lista de citas anteriores, menos citas perfectas encontraba. Intenté por la mañana tener alguna pista de lo que debía y no hacer, interrogando a Clare, pero ella no se mostró colaborativa. De hecho, fue bastante hermética desde que empecé preguntando por la anterior novia de Leonardo. Y Clare no es hermética. Lo único que conseguí fue que me diera un abrazo de lástima y me dijera que no debía preocuparme por eso, que la cita saldría bien. Y luego me indicó que ropa usaría ella esta noche si fuera yo. Así que me vestí como Clare lo habría hecho.

Pero incluso aunque me vestía de acuerdo a la elección de Clare, no encontraba su autoestima y seguridad contagiosas. ¿Y si mejor cancelaba? No. No podía cancelar. Vivíamos a tres metros y una puerta de distancia. Aunque era todo lo que llevaba queriendo desde que desperté y Leonardo me habló de esta idea de salir a cenar.

¿Y si me llevaba a The Moon? Estaba aterrada con la posibilidad de un restaurante caro y elegante donde fuera evidente cuánto desentonaba a su lado. Aunque por el vestido que eligió Clare y las zapatillas que me obligó a comprar esta tarde cuando salimos juntas, asumo que se trataba de una cosa elegante. Estoy perdida.

¿Y si fingía tener... diarrea? Podía inventarme algo mejor que eso. Dolor de cabeza, por ejemplo. Migraña, tal vez. ¿Cólicos? Cólicos. No, mi periodo llegará en dos semanas y al vivir juntos y tener sexo, eso sería sospechoso con el paso de los días, además no podría fingir tener cólicos para siempre y seguramente si no salíamos hoy lo haríamos algún día... ¿no?

Siendo positiva, sí. Doy una vuelta más frente al espejo asegurándome que todo esté en su sitio. Las zapatillas nuevas le quedan bien­ y el color esmeralda del vestido realza el tono castaño de mi cabello así que eso ayuda a mi apariencia, el corsé no se nota bajo la tela, el maquillaje favorece a ocultar mi palidez y posiblemente...­

—Te ves preciosa —una sonrisa tan grande que resulta dolorosa se instala en mi rostro cuando Leonardo entra al vestidor de mi habitación. Deja un beso en mi cuello mirándome desde el espejo de la pared—, lamento llegar tarde, tuve una reunión y no pude salir antes. Solo dame veinte minutos y estaré listo.

Veinte minutos después nos dirigimos a nuestra primera cita oficial.

¿Qué tan elegante y caro es el restaurante? Tiene una pecera del tamaño de toda una pared con peces de todos los colores posibles de imaginar. Así de elegante y costoso es esto. ¿Qué tan elevado los precios del menú? Al parecer no existe tal menú, al querer hacer la reservación se les envía un menú digital para elegir y una vez aprobada la elección deben enviar su orden y pagar por adelantado. Así de elegante y caro es esto.

Focos de diferentes tamaños cuelgan del techo con cuerdas de plantas y flores artificiales, un pianista toca en el fondo mientras una mujer corea a su lado con voz de terciopelo. Así de elegante y caro. Tanto que el restaurante no tiene un nombre afuera, aunque es evidente que se trataba de uno con clase, buen gusto y elevados precios.

UNA DAMA DE CRISTAL (SAGA LA VIDA DE ELLAS) #Olimpiadasliterarias23Where stories live. Discover now