XXIII

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SOBRE CÓMO HAY TOMENTAS AFUERA Y POR DENTRO


Él

LUNES, 00:16

Lo primero que escuché al despertar fueron los truenos, con la ventana abierta en la pared de la izquierda podía ver los relámpagos iluminando la noche. Una pena que tuviera que despertar mañana temprano para ir al trabajo, de lo contrario me quedaría despierto mientras el espectáculo de luces terminase.

Giro sobre mi cuerpo y pongo la almohada encima de la cabeza listo para recuperar el sueño anterior. Si me concentraba un poco podía ver el mar todavía y escuchar la risa de Elisa mientras nos lanzábamos mutuamente agua como si fuéramos niños. Apreté los ojos, intentando recuperar ese sueño, solo necesitaba dormir y entonces...

Otro trueno lleno el silencio de la habitación, pero no sólo el trueno sino también un grito. Quito la almohada de la cabeza y me concentro, ¿me lo he inventado? Posiblemente me había quedado dormido cuando el trueno llegó. Me siento en la cama mirando hacia la ventana, los relámpagos a lo lejos y tres segundos más tarde el ensordecedor sonido del trueno seguido de su voz.

—¡No!

Elisa.

Me levanto de un brinco de la cama y corro fuera de la habitación. El pasillo vuelve a iluminarse en cuanto abro la puerta y me permite ver su silueta en el suelo.

—Elisa.

Apenas se escucha mi voz antes que el siguiente trueno alcancé mis oídos. Elisa vuelve a gritar, me hinco a su lado. Está temblando mientras con sus manos intenta tapar sus oídos. Tiene la cara escondida entre sus brazos y el suelo, cuando la sala vuelve a iluminarse llevo mi mano a la oreja de Elisa donde ya está su mano. Pero eso no sirve de nada cuando llega el trueno.

—Elisa, todo está bien.

Aunque es evidente que no.

Paso mis brazos debajo de su cuerpo para poder levantarla y ponerme de píe. Cuando la levantó tengo su cara a centímetros de la mía, así que puedo ver que está dormida. O algún punto intermedio porque los truenos siguen provocando espasmos en su cuerpo.

Camino primero hacia mi recamara, pero en cuanto abro la puerta con la punta de mi pie puedo ver los relámpagos a lo lejos desde la ventana. Maldición. Retrocedo, aunque eso no sirve de nada para evitar que el sonido del trueno llegue a nosotros. Cierro los ojos esperando la respuesta del cuerpo de ella.

Elisa se sacude entre mis brazos y por un segundo creo que se va a caer al suelo, consigo mantenerla quieta a tiempo. Es el ruido. Pienso en lo opuesto y me dirijo a la sala de televisión. Por suerte la puerta está abierta, aquí no hay ventanas. Pateo la puerta hasta que consigo cerrarla.

—Alexa, encender las luces. Alexa, encender la televisión. Alexa, volumen máximo de la televisión.

Doy una orden tras otra, esperando que eso funcione de algo. El aparato vale cada centavo porque activa los comandos dictados.

—No me sueltes.

No lo haré. Me siento en el sofá con ella todavía entre mis brazos. Recargo su cabeza contra mi hombro, con un brazo en su espalda y una mano limpiando las mejillas de su rostro. Los temblores reducen su intensidad. No puede escucharse la tormenta eléctrica desde aquí.

—Despierta, Elisa.

No es así como debería ser, pienso. No es posible que cada vez que ella se encuentra tan cerca de mí tenga que ser en medio del llanto. O quizás sí, quizás esto es justo como debería ser. Yo debería ser capaz de estar cerca de ella cuando me necesite. Intento apretarla aun más a mí.

UNA DAMA DE CRISTAL (SAGA LA VIDA DE ELLAS) #Olimpiadasliterarias23Donde viven las historias. Descúbrelo ahora