VII

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SOBRE CÓMO ES LA LISTA DE REGLAS A CUMPLIR



Ella

Entiendo mientras camino detrás de Leonardo que está por presentarme las reglas y cláusulas para poder vivir en su departamento. Me imagino cuestiones simples: horario de llegada, reglas de limpieza. No dejar mis artículos personas fuera de los cajones. No invitar extraños a casa. No traer a nadie más a vivir aquí. No drogarme. No emborracharme. No fumar.

Pienso que estoy de acuerdo con todas estas posibles condiciones. Quizás incluso me dé un límite de tiempo para conseguir un trabajo decente, no espero que él me mantenga y no tengo intenciones de desperdiciar esta oportunidad sin buscar un empleo.

Recuerdo la última vez que alguien puso sus cláusulas sobre la mesa.

Era mi entrevista de trabajo, si es que así puede llamársele. Don estaba sentado detrás de su escritorio con sus pies encima del mueble, mirándome. No había manera que pudiera relacionar la mirada que me estaba dando con una de deseo, sino como quien compra una res al matadero para saber si lo que está por adquirir vale su peso.

Me entregó mi primer uniforme, era un disfraz ridículo de colegiala para servir tragos que consistía en una falda diminuta y un top que llegaba a mis costillas con forma de camisa blanca estudiantil con botones.

Mis manos estaban frente a mi abdomen intentando cubrir mi desnudez. Pero Don me miraba como si pudiera ver a través de mí. Luché contra el deseo de irme, pero el hambre y el recordatorio del pequeño niño que dependía de mí eran más fuertes. Don pasó lo que me pareció una eternidad enseñándome sus condiciones. Respiro hondo.

Aquí y ahora. Miro la espalda ancha y el cuerpo alto de Leonardo, todas las personas quieren algo a cambio. Cada vez que he necesitado ayuda termino pagando con creces la deuda. ¿Qué es lo que quiere él de mí? Miro alrededor en la sala. No es dinero. No es mi ayuda. No tengo habilidades suficientes para ser indispensable en ningún empleo que pudiera tener libre. Lo único que puedo entregar es lo que me negué a dar en el burdel: mi cuerpo.

Respiro lento. Haré lo que me pida con tal de no volver a mi anterior vida, no volveré a ese edificio, no volveré a pasar hambre y frío, no volveré a ser acosada por borrachos del bar, no volveré a las amenazas de Don, no volveré a arriesgar mi vida. Lo que sea que quiera a cambio de su ayuda, lo haré.

Aquí y ahora, Elisa.

En la isla de la cocina está el plato grande y plano con la pasta de boloñesa, los cubiertos -que tardé en encontrar entre todos los cajones de la cocina-, y un vaso de cristal; además de agua mineral, una botella cerrada de soda y vino. No tenía idea de cuál de todas esas opciones podrían ser de su agrado, así que decidí dejar a su alcance las tres.

Quería agradarle lo mejor que pudiera, quien sabe, tal vez yo podría aspirar a convertirme en su empleada doméstica veinticuatro siete como la tal Dolores y con suerte él podría presentarme a sus vecinos a quienes también podría ofrecerle mis servicios de limpieza.

—¿Cenas?

Niego con mi cabeza y me siento en el banco a su lado con las manos fuertemente amarradas entre sí sobre mi regazo para ocultar el nerviosismo que esta conversación me produce. Lo que sea que él añada a sus reglas, lo haré. Lo que sea.

—Creo que sería buena idea comenzar con algunos puntos importantes, antes que nada —asiento animándolo a seguir—, entiendes que no puedo darte un duplicado del apartamento, ¿no? Al menos...—lo interrumpo.

UNA DAMA DE CRISTAL (SAGA LA VIDA DE ELLAS) #Olimpiadasliterarias23Donde viven las historias. Descúbrelo ahora