XXVI

146 28 38
                                    

SOBRE CÓMO ERA EL PARAÍSO DE ELLA


Ella

08:04

Planeando el tiempo –Elsa y Elmar

Cuando despierto mi cabeza está recostada contra el pecho de Leonardo.

Debía seguir dormida. Uhm, podría seguir dormida por siglos si me lo preguntan. Paso mi mano sobre el pecho desnudo de Leonardo, y dando golpecitos con mis dedos al ritmo del pulso de su corazón.

Miro mi cuerpo bajo las cobijas, estoy en ropa interior. No preguntaré cómo llegué a este punto, en los sueños uno puede aparecer en Atlantis y sencillamente lo aceptas, así que puedo aceptar encontrarme en la cama de Leonardo siendo acompañada por él mientras ambos estamos en ropa interior.

—Esto se siente tan real.

Su pulso, el calor de su cuerpo y ahora una pequeña risa de su parte.

—Buenos días.

Sonrío y levanto la vista a sus ojos, hoy como un cálido río matutino, se ve perezoso pero en paz.

—Que extraño es todo esto.

—¿Hmm?

Quiere una explicación.

—No quiero despertarme nunca.

—¿No? —entrecierra los ojos con una sonrisa— porque estoy seguro que ya lo hiciste.

—Uff, no.

Paso mi pulgar sobre su reciente barba, delineando el contorno de su rostro. Se mantiene quieto bajo mi tacto.

—Pica —descubro.

—Lo siento —quita de mi rostro un mechón de cabello y lo pasa detrás de mi oreja, suspiro.

—Usualmente mis sueños no son tan realistas.

—¿Crees que estás dormida? —pregunta con el ceño fruncido, aunque no serio, hay una suave sonrisa en su rostro, asiento dejando toda la palma de mi mano sobre su mejilla, él se recarga contra ella.

—Hacía tanto frío —recuerdo mientras vuelve la imagen de Adrián acostado en las escaleras y yo poniendole mi ropa caliente encima— bien, tal vez estoy muerta –pero no siento preocupación ante ese hecho, aunque la sonrisa de Leonardo desaparece por completo, ahora sí que luce enojado. ¿Estaría muerta?

Tendría sentido, lo más cercano al paraíso que conocí era el apartamento de Leonardo.

—Debo estarlo, tu piso es el cielo, te lo juro. ¿Crees que aquí tenga a mi propia Dolores que me haga mermelada?

—No digas eso –detiene mi perorata, pero no puedo asustarme con su tono, aunque parece serio y molesto, aquí no hay consecuencias. Lo peor que podría ocurrir es que el sueño termine.

—Créeme no es lo peor que me ha pasado.

—¿Por qué lo hiciste? Yo no te pedí eso –sus ojos se ponen repentinamente brillantes, ¿son lágrimas? Acuno su rostro en mis manos y me muevo un poco para ponerme a su altura en la cama, ahora nuestras narices están a unos centímetros.

—No lo habrías hecho. No mientras Adrián estuviera al menos, pero yo no podía abusar de tu amabilidad. No habría estado bien, y estaba en las reglas.

—¿Qué reglas? —ahora sí que se ve enfurecido y también un poco exasperado, acaricio de nuevo su mejilla para tranquilizarlo. Su mirada se vuelve atormentada.

UNA DAMA DE CRISTAL (SAGA LA VIDA DE ELLAS) #Olimpiadasliterarias23Where stories live. Discover now