Capitulo 1

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*Palabras de la autora*

No te asustes, estoy redactando de nuevo la historia para que sea más dulce y práctico de leer, no cambiaré la historia ni mucho menos, pero te ruego paciencia mientras pongo algunos detalles en su lugar, van a notar que los capítulos de vuelven ligeramente más largos unos que otros, le reitero paciencia, todo quedará mejor una vez haya editado todo. Los adoro con todo mi corazón, que tengan un buen día. PSD: lo pongo aquí porque o si no nadie me lee ;-; 

Tres peculiares jóvenes se encontraban caminando en el corazón de un antiguo y bien escondido claro dentro de un bosque a las afueras de una muy transitada ciudad, aunque su semblante algo serio y de apariencia perturbadora daba una señal de alerta, no eran lo que en la oscuridad alguna vez una mente retorcida por el tiempo planeó. Se trataba de simplemente de tres jóvenes de andar pausado, cansadas miradas y armados hasta los dientes, esto último más por defensa propia que por otra cosa, tampoco eran fans de abrir estómagos y perforar corazones con balas de fuego, pero si la situación lo ameritaba eran bien conocidos por la perfecta y casi majestuosa puntería con armas de fuego, aunque se sabían arreglar con cualquier cosa. Diestros en el combate cuerpo a cuerpo y las huidas rápidas, pues tal como un zorro en medio de la noche, se las apañaban para perderse entre las raíces de árboles viejos, corroídos por el tiempo y el agua.

Aunque conocían ese bosque como las palmas de sus manos, no podían evitar recorrer con el mismo entusiasmo que lo recorrieron alguna vez en su más tierna infancia, deleitándose con las aves y el aullido de los lobos, bien conocidos por devorar cual bestia insaciable restos de personas que caían cual perdices en sus elaboradas trampas. Su bosque a decir verdad, era su templo, su hogar y lo defenderían con uñas y dientes si era necesario, mucho ya habían perdido por el avance de la civilización precaria, que arrasaba sus bosques, mataban sus animales y contaminaban sus lagos. Enemigos de lo mundano, vagaban de regreso a su casa, luego de deambular como un perro guardián sus largos dominios, asustando intrusos y marcando los árboles, pues ese era su trabajo.

Se encontraban entonces bajo la luna llena, era ella quien iluminaba sus seguros pasos por aquel bosque que emanaba vida, curiosidad y peligro, al cual el trío ya estaba acostumbrado, habiendo tocado con sus manos toda piedra y todo árbol que hubieran encontrado en ese vasto bosque de enredaderas, animales rabiosos y perros salvajes que según sabían, los habían bautizado dingos, peligrosos rufianes que se metían bajo el pórtico de la casa, saqueaban la basura y se alimentaban de carroña, algo que la humanidad no hubiera querido, pero de igual forma existía... igual que ellos. Esos animales estaban preparados para la acción, eran robustos pues comida era algo que abundaba por esos lares, hechos a base de dentelladas, heridas supurantes y muerte temprana, bañados de fuego y testosterona, un verdadero peligro si se andaba solo, pero bastaba un ladrido y todo se convertía en una lluvia de sangre. Sus pelajes estaban casi siempre erizados, la boca entreabierta enseñando sus colmillos, orejas enormes y en punta, un ser al que se ganaba su puesto y demandaba respeto. De igual forma, se trataba de un animal tan peligroso como bello, y no era un dolor de cabeza como se trataba de los adolescentes que planificaban sus campamentos en la boca del lobo, cuya visita debía ser asediada por el trío de jóvenes que ahora se encontraba caminando.

El más joven de ellos presentaba un caminar errático pero de alguna forma con la gracia de una gacela, movía sus hombros de forma exagerada y de vez en cuanto soltaba algún que otro resoplido ruidoso que no parecía alterar a los otros dos que caminaban a su lado, observando hacia delante. Ese chico era bajo a decir verdad, su cabello era color marrón claro y sus ojos de un agradable color avellana que no era muy visto por esos lares, su piel era de un pálido enfermizo con unas pronunciadas ojeras bajos sus ojos entrecerrados, llevaba un saco a rayas y la cabeza cubierta por la capucha de este, un par de googles enormes que cubrían buena parte de su rostro, delimitando con un bozal que llevaba sobre la boca. Llevaba dos hachas amarradas estratégicamente en su espalda, un cuchillo de cazador en un bolsillo sobre el pecho y finalmente un arma de fuego con su respectiva munición en el bolsillo derecho. Se observaba de lleno que no estaba contento con la situación, pues a leguas se veía en esos ojos de fastidio que estaba realmente cansado que caminar. Rompió el silencio.

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