Capitulo 37

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Suavemente arrullado por la dulzura de aquel aroma conocido, el menor se estiró suavemente sobre la cama, con aquellos hermosos cabellos de ángel desparramados por su rostro mientras sus mejillas levemente sonrosadas por el frío que había pasado hasta llegar a la cama donde ahora parecía finalmente contento de encontrarse. Slenderman estaba agachado frente a la cama mientras con la misma ternura que un padre, se ocupaba de desatar sus cordones por a poco, procurando no incordiarlo demasiado, pero aquellas hermosas cintas de violáceo color era un trabajo complicado para sus largos dedos. Tobías estaba vestido con un enorme suéter negro de lana, que para ese momento le estaba dando todo el calor que necesitaba para alguien que pronto iría a la cama, no era práctico que estuviese tan abrigado o luego podría darle pesadillas. Ligeramente atontado por el sueño, se limitaba a estudiar los movimientos del adulto cuando finalmente le quitó los zapatos para dejarlos al lado de la cama, luciendo unas hermosas medias blancas que hacían ver aún más pequeños aquellos piecitos. Esos zapatos se llenarían de polvo en algún armario, allí guardados por siempre en un ataúd de madera, para probablemente no volver a usarlos nunca más, no eran prácticos para alguien que vivía en el bosque, tan alejado del suelo de cemento de la ciudad, donde ya sus ojos no podrían obnubilarse por la luz de los escaparates ni ser perseguido como un cachorro por los niños. Un casto bostezo coronó aquel aire de irreverencia infantil mientras una sonrisa pequeña pintada con acuarelas se aparecía en su rostro cuando el adulto frotó entre sus manos aquellos pequeños pies fríos, mientras le compartía su aliento para darle algo más de calor. Hoodie arrodillado sobre la cama, al lado del menor, deslizaba sus dedos dulces sobre los botones de su camisa mientras pretendía desabotonarlos con aquel agraciado cabello cayendo en risos color oro sobre su frente, que a la luz de la luna sempiterna parecía volverse blanca. Slenderman finalmente liberó los pies de Tobías, quien se aferraba a la muñeca mientras mordisqueaba su propio dedo observándolo trabajar, para centrar toda su atención en la camisa de su otro pequeño. Hoodie lo observaba absorto mientras mordía sus suaves labios color cereza, sujetando entonces las manos del adulto pretendió hacerlo solo, haciendo reír a Masky, quien estaba de pie en la cama colocándose el (ahora demasiado largo) pantalón del pijama, procurando no recibir ayuda en nada más, ya bastante le avergonzaba el hecho de que lo hubiesen cargado como un niño mientras dormía descuidadamente sobre la alfombra de la casa de un jodido demonio. Terminado de desabotonar la camisa, se la quitó antes de ponerle una remera mangas largas que le quedaba larga en la zona de las mangas, era gracioso, pero lo más cercano a un padre que esos niños habían conocido era esa criatura, muchas veces considerada mala o cruel, pero en el fondo siempre quiso lo mejor para aquel grupo. El hombre acunó el rostro del menor rubio antes de sonreírle suavemente, se veían tan risueños, tan confiados, había olvidado lo que era tener un niño dentro de la casa. Se acurrucaron allí en la cama, esperando a que los arropara como la vez pasada había hecho, cosa que le hizo nacer dentro de su pecho una emoción que no podría describir simplemente con una palabra, por lo cual se limitó a escuchar dentro de su cabeza como una suave canción de cuna se reproducía, tomando las mantas procuró cubrirlos con mucho cuidado, viendo como aquellos hermosos ojos se abrían de manera casta, observándolo como si quisiesen absorber dentro de sus recuerdos cada movimiento del adulto, incluso sorprendidos de lo que se desenvolvía a su alrededor. Se alentó a sí mismo a demostrar de forma más física su evidente afecto, que llegados momentos como esos eran indudablemente humano, ya no como un pastor frente a sus ovejas, sino como un padre que tras un largo día acuesta a los niños para pasar la noche, sin monstruos en el armario, ni vientos demasiado fuertes que pudieran hacer crujir las ramas y cubrir de miedo una buena acción. Limpió con su dedo pulgar los restos del ensueño que decoraban el rostro aletargado de Tobías antes de predisponerse a cerrar la cortina de la ventana, para que una vez arribado el sol, no perturbara el sueño de los muchachos ¿Aún era de noche? La verdad era que dentro del inframundo, el tiempo nunca pasaba, siempre era de noche así que para ellos realmente había sido la maldita hora más larga de toda su vida. Era entendible que estuviesen tan cansados, como acostumbrarse a otra franja horaria.

MokshaWhere stories live. Discover now