Capitulo 56

997 48 14
                                    

Se acomodó su abrigo característico frente al espejo mientras humedecía sus labios bajo el bozal que se ajustaba a su piel con su bendita seguridad, estaba listo, se sentía seguro y en casa nuevamente, sin darle atención a las ojeras terriblemente grandes que acunaban sus ojos ni a la manera en la que sus manos temblaban unas contra otras al intentar cerrar su abrigo. Se sentía ligeramente mejor ahora que tenía su adorado abrigo, no le importaba en lo absoluto qué había tenido que hacer la criatura para conseguirlo junto con las camas del segundo piso, aquello era un placebo, solamente deseaba tener algo más que un ibuprofeno para tomar, el diente faltante aún dolía como la mierda, así no luego de una pastilla debí de esperar a que hiciera efecto, sentado, tumbado, no había posición cómoda para que pasara. La casa en cenizas aún les había podido ofrecer un par de mantas y las cosas que se salvaron por la lluvia, no mucho, pero ropa y objetos de valor aún quedaban acurrucados en el humeante desastre. Irían por la mañana a ver qué podían recoger del desastre. La misma fiereza de un lince jugaba a tentarlo en sus ojos al tanto poco a poco llenaba sus pulmones de aire y luchaba con las ganas de volver a la cama, su amo ya le había dicho, parte de recuperarse era del tiempo y el otro gran pedazo simplemente actitud, acurrucarse en el suelo como un cachorrito regañado no era algo recomendable. Pero dolía demasiado, a veces ni siquiera quería comer, simplemente medio sollozaba medio tiritaba junto al fuego esperando que todo aquello lo abandonara. Era como tener un puñal clavado en la encía que no dejaba de sangrar, Tobías tampoco le daba tiempo a sanar, hacía todo lo que estaba contraindicado y luego iría a quejarse como un niño pequeño que se cae haciendo algo que no debía. Pobrecito, quedarse tumbado tampoco era algo que le gustara hacer pasado el tiempo. Se sujetó las costillas con uno de sus brazos mientras cojeaba con lentitud a la sala helada donde todos estaban rodeando el fuego, con tazas de té en sus manos y la soledad de los números primos grabados en la piel. Uñas violáceas, labios mordidos, piel pálida llena de arañazos y la fiebre vomitiva daba vueltas por el lugar mientras todo lo que conocía se hacía pedazos, había vivencias que era mejor no recordar. El perfecto agujero en su encía seguía molestándole al hacer cualquier cosa que una persona normal haría, es decir, agacharse era un error, caminar era una tortura, incluso comer o hablar se había convertido en algo digno de una película de terror, pero por lo menos, no dolía tanto como el diente en sí, eso sí habría sido una verdadera tortura. A veces simplemente se daba cuenta de que solo estaba de malhumor, cuando pasado el rato, no conseguía qué hacer para espantar el dolor y se quedaba allí con los ojos fijos en el fuego o pedía afecto por parte de los otros dos. La música clásica había abandonado su cabeza mientras recargaba todo su peso contra una pared, deslizándose hasta el suelo de forma ruidosa rebuscando dentro de sus bolsillos algo que pudiera comer y que su boca resistiera. Glorioso sería algo de puré de papas, comida de perro, queso o helado, pero en sus manos un trozo de pan húmedo era lo que le esperaba, por conveniencia lo había remojado momentos antes, duro como estaba no hubiera sido capaz de siquiera dar un bocado. Le habían prometido ir a buscar comida, pero el riesgo era mucho, había grupos armados de personas que buscaban a un par de chicos desaparecidos tras la explosión, los sádicos aquellos por lo visto no eran, se trataba de un campamento infantil de una docena de niños que sin remedio se habían alarmado por el ruido y el fuego (estaban así de cerca de la cabaña) corrieron despavoridos al corazón del bosque, el resto es historia. Slenderman de todas maneras había enviado a Splendorman a buscar comida, al parecer tenían todo planeado y era cuestión de esperar un poco más, cosa que para el menor era casi ridículo, pero amaba que el adulto no se hubiera ido, siempre lo decía, no se alejaría si alguno de ellos se encontraba herido. Helen de todas maneras estaba mejor, los demás se las arreglaban como podían. Fantaseaba, como un niño antes de dormir, con un retorcido sentido del humor aumentado por la dosis diaria de dolor, que ningún incrédulo optara por trepar alguna de las escaleras que se encontraban repartidas por el bosque, lo que sea que era, no tenía una explicación pero apestaba a muerte. Se encogió de hombros mientras se bajaba el bozal para empujar cuidadosamente un trozo de pan por el lado contrario de la herida dentro de su boca, con suma paciencia había cortado un pedacito diminuto con la punta de sus dedos para facilitarle el trabajo a sus dientes. Entrecerró los ojos y esperó. Masky estaba molesto, tenía razón de estarlo, había solicitado más de una vez salir a cazar algún cervato o ardilla, cualquier cosa que pudiesen comer, sentir como poco a poco se debilitaba era algo que francamente le aterraba ¿A quién no? Pero ahora que el adulto se había puesto en marcha, tras el tercer día de malvivir, todo parecía volverse del color verdoso de la esperanza. Por otro lado, más triste cabe destacar, Tobías, apestaba a resignación... no tanto como Helen quien en la bruma de la fiebre pasajera solía mantener la vista clavada en el fuego o vomitar la nada misma en el suelo, estaba mejor, pero no para festejarlo ahora. Por lo menos hablaba más animado e intentaba permanecer la mayor cantidad de tiempo despierto, lo suficiente para que poco a poco se alejara de la idea de que en algún momento podrían despertarse y él ya no. Pobrecito, era agradable tenerlo de nuevo. Tobías entrecerró suavemente sus ojos cuando degustó la idea de comer una manzana, eso sonaba como su más lejana fantasía sexual. Deseaba con tantas fuerzas algo dulce que vagamente supuso que era su cuerpo intentando decirle lo baja que estaba de combustible para continuar funcionando. Eso era estúpido, de tener una manzana en su poder, sabe dios que hubiera encontrado una manera de devorarla, aunque sea algo ridículo de pensar en su estado. Realmente se estaba planteando la incertidumbre de como devorar una manzana que ni siquiera tenía en su poder por el momento. Sí, aquella era una fantasía tan vívida que casi podía saborearla en su paladar, la mente humana era sorprendente para esas cosas. Tan dulce, tan jugosa. Comenzó a salivar sin darse cuenta, pero volvió a la realidad cuando su lengua se internó sin querer dentro de la herida de su boca y una corriente eléctrica derrumbó su corazón. Haciendo que arrugara la nariz temblando como un papel al viento, quería llorar, como un niño pequeño que está harto de la situación, pero se contuvo, aunque las lágrimas se acumulaban en la base de sus ojos, de haber podido hablar en ese momento, hubiera dicho que de verdad tenía ganas de comer una manzana y su frustración radicaba en ello, como ya lo leen, hubiera soñado terriblemente ridículo. Se sentía muy mal en verdad, no sentía dolor pero estaba cansado de pasarla mal, dolía en su pecho (no era algo que no pudiera soportar) para alguien cuya referencia era un corazón roto y una fractura de brazo, eso era bastante. Parpadeó un instante y ya Hoodie se encontraba sentado a su lado, debió de haberse quedado dormido en esa posición, porque ahora su espalda estaba llorando, pero su cabeza se encontraba recostado sobre el hombro del rubio. No le dijo nada, simplemente hacía girar un par de hojas dentro de una taza semi llena mientras hablaba con Masky, quien hacía girar un cigarrillo entre sus dedos, claro que estaba molesto. Tobías levantó su mano en su dirección de manera confundida, mantenía sus ojos borrosos en la nada, Masky lo sujetó de las mejillas, apretando suavemente la zona para darle un rápido beso en los labios haciéndole reír suavemente.

Mokshaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن