Capitulo 27

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Ligeramente atontado por las drogas, que hacían bailar las luces frente a sus acuarelados ojos adormilados, el muchacho detenía su dedo sobre la gruesa venda que mantenía una vía en su lugar, suministrando líquido que para ese momento lo mantenía hidratado, cosa que con los vómitos que tenía era un trabajo complicado. Mordió suavemente sus resecos labios al tanto un bostezo suave adormilaba sus sentidos, con la mirada fija en el techo que reflejaba sus ojerosos ojos y su cuerpo decaído, como la mariposa en entre juegos termina atrapada en el huracán. Jadeó suavemente cuando una oleada de dolor turbó su ánimo obligándole a apartar sus dedos de la venda y morder sus labios con fuerza, ahogando un quejido casi eterno que se mezcló con su propia respiración. Hoodie estaba tumbado en una camilla a su lado, con la almohada puesta sobre la cabeza y acurrucado como un cachorro apaleado, con las rodillas pegadas al pecho, colgado su brazo al punto que casi rozaba el suelo con aquellas uñas blanquecinas. Masky por su parte gemía suavemente mientras acariciaba su estómago, con la remera completamente transpirada al tanto pretendía desaparecer bajo un montón de mantas, en definitiva estaban todos tan mal que no podían siquiera prestar atención a otro que no fueran ellos mismos. Y de haber tenido fuerzas, Tobías ya estaría correteando de un lado al otro como un perro guardián al lado de las camillas para asegurarse de que todos estuviesen bien, pero ahora simplemente podía limitarse a mantener su cabeza ligeramente levantada por gracia de una almohada mientras se quejaba con bajos gemidos que se unían en un coro infernal con aquel oscuro y frío lugar donde estaban encerrados.

-Quédate acostado, para la noche ya deberías sentirte mejor- murmuró aquella imponente criatura que más que a hombre se asemejaba a un dios, al tanto empujaba suavemente la cabeza de Jeff contra la almohada inmaculadamente blanca que había estado babeando como un tierno cachorro centrado en mordisquear un hueso- eso es, no tengas miedo- acunó aquel aterrado rostro al tanto lo veía desistir de aquella lucha inútil, apretando con fuerza sus dientes mientras lagrimas regordetas decoraban sus ojos de cristal- no seas obstinado, vamos, lo estás haciendo bien- Tobías ladeó la cabeza para observarlo, casi susurrando con su mirada que todo iba a estar bien, de haberlo precisado, el menor hubiera puesto su vida entera en manos de aquella bestia. Sonrió suavemente cuando sus ojos chocaron con los de Jeff que como un gato obligado a sumergirse en el agua se aferraba a las manos de la criatura, tratando de luchar ya sin fuerzas con ese malestar.

-¿Cómo estás?- le preguntó finalmente una voz más cálida, más suave, casi como si buscase adormilarlo de alguna manera, ladeó suavemente la cabeza cuando fijó sus ojos en el otro adulto, enseñándole una pálida sonrisa que se esfumó cuando nuevamente rozó la vía con sus dedos- deja de toca eso, si te la sacas de lugar vamos a tener que ponerla de nuevo- de pie frente a la cama y con un traje moteado que nunca había visto en su vida, deslizaba sus manos sobre sus pequeños y fríos pies intentando infundirle algo de valor.

-Mejor- mintió viendo como la sonrisa irónica en los labios del otro se ensanchaban ligeramente, era claro que aquella voz casi rota demostraba otra cosa, pero ambos fingieron no saber al tanto se miraban. De todas maneras que el adulto estuviera ahí le generaba dudas ¿Porqué había estado tan interesado en él desde un comienzo? Vamos, desde que se conocieron siempre hubo una ligera inclinación a su favor que teñía cualquier intento de amabilidad con una extraña irrealidad que poco le dejaba conocer del hombre- ¿van a irse mucho tiempo?- atinó a preguntar deteniendo su mano sobre su estómago, Slenderman fue quien ladeó su cabeza para observarlo- ¿Qué va a suceder con ellos?- Tobías ignoró el hecho de que se encontraba tan mal como el resto que aún deliraba entre la fiebre y mantenerse despierto, pero digamos que tenía un mejor aguante. Siempre había sido un niño bastante enfermizo cuando había entrado en la edad de la razón, pero de todas maneras Lyra siempre estaba para peinar sus cabellos afiebrados y humedecer su casta piel. Sonrió suavemente a ese recuerdo antes de sentirse observado.

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