Capítulo 76

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El humo penetraba con rudeza sus fosas nasales junto con el plástico quemado, logrando que sea casi imposible de ver, ciertamente se había pasado con el combustible y ahora no lograban encontrar la salida. Hoodie sujetaba la cabeza de Tobías hacia abajo, de manera que no respirara la peor parte del humo, puesto a que pese a lo que les habían enseñados el chico presa del pánico insistía en caminar erguido. La fuerza con la que era empujado hacia abajo lograba que sus rodillas rozaran el suelo hasta que finalmente se encontraba agachado por completo, gateando firmemente con el resto mientras que contaba con la ventana de los lentes que le permitían ver ligeramente mejor. Fue capaz de encontrar una salida luego de un tiempo, la iglesia de hermosas columnas barrocas parecía incapaz de dejarlos escapar mientras que el viento suave y ligeramente fresco de la noche los guiaba rumbo a la vida nuevamente. Tobías se deslizó bajo la última viga mientras ayudaba a Hoodie a salir, quien se encargó de sacar al resto al tanto el menor se arrastraba lejos del lugar, cayendo rendido sobre una cama de hojas, aun temblando por aquella osadía cumplida. Las ventanas de aquella vieja catedral estalló sobre ellos enviado una lluvia de cristales que viajaron por el aire hasta aterrizar a su alrededor, la omnipotencia de un dios desconocido que los salvó de la lluvia peligrosa. Jeff lo sujetó del brazo con rudeza, poniéndole de pie antes de empujarlo hacia delante mientras le gritaba "muévete pendejo" pues la policía estaba cerca y aquello iba más que arrojar huevos a las patrullas, acababan de prenderle fuego a la iglesia, que subió como la espuma, una llamarada que rozó el cielo salpicado de estrellas. Apretó los dientes mientras se quitaba los lentes dejándolos colgar de su cuello, bajando su barbijo antes de mirar por encima de su hombro como Hoodie y Masky lo seguían muy de cerca con el rostro salpicando de hollín. El olor fuerte y penetrante de la pintura sacudía aún sus sentidos mientras insistía en frotar su rostro con fuerza para intentar quitarse aquella basura de la piel, quemaba como el fuego. "Rápido, están escapando" escuchó las voces mientras le pisaban los talones a la lejanía trasmitiendo las sensación del lobo y el cordero de ágiles patas que trata de seguir con vida, así de cerca sentía la muerte. Los patos que vivían cerca de la iglesia corrieron elevando vuelo con esas hermosas y gráciles alas mientras los teros, violentos guerreros paternales, chocaban sus picos en gritos de odio intentando hacerles daño mientras atravesaban el pequeño jardín donde los niños solían jugar al futbol. La cancha pareció preparada para la carrera que los policías armados no pudieron siquiera recorrer mientras los hijos de la noche se alejaban como aves de presa. Treparon la reja que los separaba de la ciudad, eran buenos escaladores puesto que se criaron prácticamente en el bosque, trepando los árboles y corriendo entre los animales, algo que agradecerían toda la vida. Tobías sentado en la reja, en lo más alto, antes de brincar hacia el otro lado observó la columna de fuego acunar el cielo de una manera casi divina. A su lado, el auto también estaba en llamas, ya no debían de preocuparse de nada a pesar de que ese no era su plan principal. Se arrojó luego de pasar la pierna que lo mantenía allí sujeto, rodando por el impulso en el suelo antes de seguir al grupo que se había alejado bastante de todo eso. Tobías sentía como sus manos temblaban unas contra otras antes de simplemente meter sus manos en sus bolsillos, tratando de simular tranquilidad en su caminar, respirando agitadamente. Por alguna razón su nerviosismo crecía poco a poco, pasando por un parque en el cual un par de niños se columpiaban y unos adolescentes parecían jugar al futbol, de alguna manera sus "travesuras" habían hecho que el aire juvenil de la ciudad saliera a contemplar lo que sea que sucedería. Allí la pelota pasaba de pie en pie mientras ellos simulaban la tranquilidad de los inocentes hasta que captaron la atención de los que jugaban. Era gracioso ver como el caos reinaba la ciudad y ellos ahí en la plaza, fumando, jugaban divertidos ignorando el mundo que caía sobre ellos. A los que los observaban les hubiera encantado unirse un rato, cansados ya quizás del trabajo querían un poco de normalidad en sus vidas, sabiendo que el trabajo que habían llevado a cabo en ese momento hubiera podido ser el más importante de su vida y debían de comportarse de esa manera esperada. Suspiros, divertido sería jugar a ser normal durante un rato con los chicos del barrio.

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