Capitulo 59

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El adulto negó suavemente con la cabeza mientras espantaba la sensación de la pesadez del alcohol de sobre sus hombros, el desenfreno animal de hacía rato, rápidamente había menguado la fuerza, pero de alguna forma resultaba gracioso que eso en un primer lugar los hubiera puesto violentos unos contra otros. Los humanos eran predecibles hasta el punto más absurdo de toda la cuestión, pero de alguna manera por lo menos por la mañana estarían dóciles como cachorritos en busca de caricias. De todas maneras había regañado a su hermano por someterlos a su voluntad, era de esperarse que hiciera alguna de las suyas mientras nadie estaba mirando, ligeramente más amigable que veces anteriores, compartían una copa sentados allí en la gran mesa, al tanto un comentario lleno de ambrosía recordaba el pasado para luego perderse en una bruma de ensueño. Hablaron largo y tendido toda aquella noche, la necesidad de dormir aprendida por parte de los humanos siempre era algo que podía ignorar, pero, al igual que una droga producía un severo acostumbramiento. Una humanización completa se estaba generando en él debido a la manera en la que se relacionaba con las criaturas a su alrededor, no sabía que tan bueno era aquello, pero hablar en su lengua natal, era genuinamente uno de los placeres de la vida que nunca perdería el gusto. Aquello emanaba pureza, respeto y complicidad, mientras que demandaba su completa atención, cada partícula de sonido se interpretaba, como si se tratara de viejas teles encendidas, una frente a la otra, pero dentro de sus cabezas, para de vez en cuando soltar una risa. Siempre era motivo de gozo recibir a un hermano que regresaba a las puertas del infierno para degustar bajo el divino cielo de algo tan ameno como una charla familiar. Lejos de ese ambedo que les prometía un momento de paz bajo la lluvia siempre eterna, allí en la bruma del sueño, Tobías dibujaba círculos con la punta de sus dedos sobre el brazo de Masky que se enredaba en su cintura. Por alguna razón, habían optado por cambiar de lugar de manera que ahora quedara acurrucado al lado del extraño chico de ojos amarillos que con anterioridad había intentado hablar con él. Estaba despierto, pero no decía nada, manteniendo sus ojos clavados en el techo mientras poco a poco los deslizaba por la pared y volvía a comenzar, por alguna razón tampoco podía conciliar el sueño tras todo lo vivido. De todas maneras era más cómodo fingir que ninguno de los dos estaba allí que pretender entablar una conversación causal luego de todo lo anterior, Tobías le tenía algo de miedo, extrañeza, simplemente la idea de quedarse solo con él en una habitación era aterradora y por lo demás, no tenía problemas en compartir tiempo. Se acurrucó un poco más en las mantas cuando un rayo iluminó toda la habitación de un suave color blancuzco que entre las sombras generó dibujos raros en la pared, Tobías hundió su nariz en el brazo de Masky mientras tiritaba ligeramente. Odiaba las tormentas. Pero para Lyra era un campo de batalla, solía hacer sombras y títeres con sus dedos con una pequeña linterna que siempre cargaba, como toda una exploradora. Tobías siempre había sido sensible con los ruidos fuertes, venía de la mano con su condición, cualquier cosa podía desencadenar un ataque y antes de dormir todo era más complico. Recordaba sus peores horas, acurrucado sobre el sillón, rodando sobre su espalda mientras se atajaba el estómago y movía desenfrenadamente sus brazos, sin parar, Lyra se sentaría en el suelo, a su lado, leyendo un libro, fingiendo que nada ocurría hasta que terminaba. Lo había cuidado como un fiero león hasta el último día de su corta vida, en ello radicaba la molesta forma en la que el chico se aferraba a sus recuerdos, difuminados por los años y la propia vida que llevaba. Debió de hacer un sonido raro u algo por el estilo, un ruido salido de lo profundo de su garganta al tanto parpadeaba velozmente, Masky empujó su cabeza hacia abajo en señal de comprender lo que sucedía, gracioso era que al pensar en sus tics, desencadenara nuevos. Estaba cansado de eso, pero por lo menos no eran gritos o palabras al azar, no sabía cuántas veces había gritado alguna cosa inesperada en el peor momento. Eso había restringido su alcance con las películas o cualquier cosa que pudiera escuchar por accidente, cualquier diálogo sería repetido una eternidad, cerca de los 8 años, junto con su hermana, habían visto simplemente una publicidad de una película de policías en una televisión al azar en el colectivo de regreso a casa, aquello fue horrible, tendía a gritar una o dos veces al día "FBI open the door". Aunque claramente, para cualquiera ajeno a eso, sus compañeros de colegio por ejemplo, era la cosa más graciosa del mundo y a menudo lo sacaban de la clase por eso. Chasqueó sus dientes varias veces antes de cubrir su boca con una de sus manos, chasqueando la lengua nerviosamente hasta que el ataque termino. Jonathan lo estaba mirando de lado, podía sentir su mirada amarilla como la de un lobo clavado en la frente mientras trataba de dejar de repetir su nombre. Se veía ligeramente curioso, pero no comentó nada, simplemente acompañó la situación sin apartar su mirada. Nuevamente en silencio, mirando el techo, como si nada hubiera pasado. Tobías divagó sobre disculparse o algo por el estilo, pero sabiendo de buena mano que no era algo que lo hiciera a propósito y que probablemente Masky se enfadaría, se limitó a aclararse la garganta, procurando eliminar la ansiedad que aquello le había producido. Ambos sabían que el otro estaba despierto, pero no decían nada lo absoluto, cada uno concentrado en sus pensamientos hasta que con una voz suave, el chico comenzó con una simple frase que para el menor fue como un baldazo de agua fría derramado con violencia sobre su cabeza coronada en gloria.

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