Capitulo 36

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"Mi cuerpo es un producto que se vende en un estante" pensó al tanto un ensordecedor jadeo parecía tumbar aquel muro de protección que alrededor de sus sentimientos parecía haber creado, con mucho esfuerzo a lo largo de los años pues ahora, no podía evitar sentirse como un globo a la deriva en una jaula completamente llena de agujas, estaba solo, asustado y sabía que por más que se lamentara ningún dios benévolo aparecería por aquellas puertas... tampoco era que lo deseaba, le había dado la espalda a esa idea infantil cuando Lyra misma le había confesado entre lagrimas que aquello no era más que un estúpido cuento que como coro le había repetido hasta el hartazgo. En definitiva, extrañaba extrañar, más que nada, pero ahora simplemente se reconocía como un niño que quería ser reconfortados por los brazos de su madre hasta que supiese que todo estaría bien. Algo imposible dado las circunstancias y en realidad parecía más un niño caprichoso cuya siesta había quedado en el olvido, el lado bueno de aquella barbarie era que solo en el bosque nadie podía escucharle llorar. Un suave bostezo se escapó de sus labios mientras hacía crujir su espalda, tanto tiempo estando encorvado sobre sus rodillas le había dado un dolor casi insoportable en esa zona. Asquerosamente molesto. Preso de aquella ambigüedad infantil que lo atrapaba en esposas de casto oro, en ese preciso momento, alejado del sol, la luna y las estrellas, se sentía confundido dentro de esas emociones encontradas que batallaban dentro de su cabeza coronado de gloria y verdes laureles, el muchacho, entonces, divagaba entre el sueño y no querer dormir por miedo a despertar quizás solo sobre una cama que no reconocería. Se llevó el dedo pulgar a la boca mientras entrecerraba aquellos hermosos orbes avellanos cansados de esa irrealidad que dentro de esa burbuja le mantenía, sin más en plena agonía. Deslizó esa pequeña lengua sobre su uña helada mientras encontraba cuna casta la yema de su dedo contra su paladar, compartiendo la amargura de saberse atrapado como el cachorro que mantenía su cabecita sobre sus rodillas. Una canción lenta era reproducida en bucle dentro de su cabeza mientras el brillo de insensatez dentro de sus ojos se convertía poco a poco en lo mejor para su ánimo atrapado, desgastado y que apestaba a incienso. Ese mismo decaimiento se podía ver reflejado en otros ojos que como eternos cristales allí estaban recordándole que no había "algo mejor" para la sombra en la que amenazaba convertirse. Eso era todo, un estallido, una capa y a recorrer el laberintico infierno solo. En eterna agonía. Una repetitiva canción y lo que quedaba de un cigarrillo, café derramado y la idea de ser inmortal hasta que ya dejaba de serlo. Observó sus muñecas iluminados tenuemente por la luz de las velas y el fuego, coreando una canción que solo él podía escuchar. Atinando a asentir suavemente con la cabeza mientras el fuego bailaba frente a sus ojos y la nariz le picaba por el humo, herido hasta el alma por la melancolía propia de la madrugada, que pasaría más amena con un cigarrillo entre sus dedos. Ya no podía detenerse, dando vueltas dentro de su cabeza como si un remolino le hubiese atrapado, con la dulzura de la muerte besando sus labios, no podía dormir y aquello era un remedo a dios. Chasqueó suavemente la lengua mientras tiraba la cabeza hacia atrás, amaría el sabor a sangre en sus labios, aquello le recordaría una vez más que estaba vivo, que había algo vivo dentro de él. Quizás si... solo un poco... tocase el sol con sus dedos. Observó su mano antes de quitarse la otra de la boca, deslizando ese húmedo dedo por su piel tibia, corriendo la manga de su camisa para poder observar mejor aquellas finas venas casi azules por culpa de la luz, sacó mansamente su lengua de lado para acariciar sus labios casi de una forma hilarante. Levantó su muñeca hasta llevarla, rozando sus labios, humedeciéndose con su aliento, acariciando casi la escena con su lengua ansiando sentir su piel entre sus dientes. Pero cuando se preparó para la punzada de dolor que le recordará que aún vivo se encontraba, una cálida mano se frenaba sobre la zona protegiéndola de aquellos pequeños dientes que se cerraban en la nada, detenido aquello. El aroma a sangre llenó sus fosas nasales, con una mezcla de vainilla que aquella sangría no había podido olvidar, al tanto cerraba suavemente sus ojos centrándose en aquella fragancia.

MokshaWhere stories live. Discover now