Capitulo 4

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Un hermoso amanecer fue dibujado en el cielo, casi como se tratara de un poco de acuarelas, un pincel y un poco de agua, las nubes parecían de algodón, los dingos se habían alejado lo suficiente a lamentar sus pérdidas y las aves cantaban en dulce armonía, pero en contraposición, nada dulce denotaba la mirada del joven de 16 años, que pretendía dormir boca abajo, tapando sutilmente su cabeza con la almohada. Lanzó un suspiro ahogado cuando sintió como una mano se detenía sobre su hombro derecho y lo movía un poco, al sentir el helado toque del hijo de la oscuridad, supo enseguida de que se trataba de su amo, aquella criatura de largos brazos ramificados y nulas expresiones. Gruñó tal como un perro que protege su amado hueso, pero al instante la mano que dulcemente lo había acariciado, le dio una sacudida que pudo haber despertado al mismísimo dragón demonio que dormía a los pies de Zalgo, guardó silencio repentinamente.

-Nada de gruñidos, niño mimado- le dijo abriendo las cortinas y dejando que la dulce brisa de la mañana acariciara su piel de forma sutil, el chico giró su cabeza, observando al adulto de pie en la habitación esperando a que se decidiera a ponerse de pie- ¿Y bien? "Calavera no chilla" corazón, así que levántate que necesito que me acompañes a hacer un par de cosas- Tobías rodó los ojos antes de encogerse de hombros al escuchar como la criatura se alejaba caminando con paso lento por el pasillo con dirección a la cocina mientras negaba con la cabeza- cuidado con los gestos que me haces- Tobías sonrió mientras se sentaba lentamente en el colchón, bostezando ligeramente antes de peinar dulcemente sus cabellos.

Se acercó al espejo momentos después, observando un par de minutos, mordiéndose el labio inferior al ver como unas negras ojeras cubrían la parte inferior de sus ojos almendrados, no quedaba tan mal, quizás podía hacerlo pasar con algo de maquillaje, se sonrió a si mimo mientras se dirigía al armario a buscar algo de ropa que no oliera a alcohol, o por lo menos que estuviera alejado de sentirse aquel cancerígeno olor a cigarrillos que Masky siempre dejaba en el ambiente al fumar como un maldito adicto día y noche, está bien de que sean por una parte inmunes a enfermedades típicas al haber obtenido la inmortalidad, dada a cuentagotas por aquella criatura al que llamaban amo, pero ya le cansaba verse en medio de aquel sutil olor a vodka, cerveza o cigarrillos, vamos, no era tan delicado pero ¿a quién le gusta oler a mierda todos los días? Ya bastante con que tiene que bancarse el olor a muerte que traen los dingos o el sutil olor a azufre que paralizaba su cerebro y espantaba a cualquier insecto que quisiera anidar cerca. Hablando de todo un poco, recordando las cosas del día anterior, cubrió su rostro con sus manos antes de suspirar ¿qué demonios pasó ayer? ¿Acaso una criatura de filosas garras de marfil habría tomado su cuerpo y liberado sentimientos ocultos desde su uso de razón? ¿Con qué cara miraría la de sus compañeros? ¿Y ahora? ¿Podría hacerse el olvidadizo y bajar las escaleras sin mirar a nadie? Inmerso en sus pensamientos de adolescente, no fue capaz de darse cuenta de que era observado por Slenderman, quien suspiraba con la mano puesta sobre su rostro y otra sujetando una bolsa blanca con el dibujo de un pato con un chupete azul.

Tobías cual espectador con una importante carencia de curiosidad se deslizó escaleras abajo rumbo a la cocina pensando quizás en un buen desayuno lleno de calorías, que quemaría a lo largo y ancho de ese día, algo le decía suavemente que ese día probablemente necesitaría más de estas que en cualquier otro día acariciado por el pesado sol de verano. Entrecerró los ojos algo molesto cuando descubrió la cocina inusualmente limpia e iluminada, casi como si el día le ofreciera un magistral y personalizado saludo, no le agradaba la luz sobre las baldosas blancas del suelo. Se acercó a la heladera con ganas de satisfacer ese apetito que le hacía doler un tanto el estómago, pero él más que nadie sabía que pasar hambre era algo pasajero, pues dentro de un par de horas su estómago dejaría de dolerle, dejando una nula paz que era francamente reconfortante, sin embargo carecía de energía hasta el almuerzo una paga alta para alguien que se vale de su agilidad y destreza, pero de igual manera, era preferible comer un buen desayuno cada mañana y mantenerse activo el tiempo que sus níveos brazos le pudieran ofrecer.

MokshaWhere stories live. Discover now