Capitulo 6

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Tobias estaba sentado en porche de la vieja casa donde vivía, casi con aire de ensueño que envolvía aquel lugar alejado de la mano de dios, el chico tocaba la guitarra criolla que le habían regalado no hacía más de 4 años atrás, pero a pesar de lo nueva que resultaba ser, estaba llena de raspaduras y dibujos que le daban personalidad a aquel objeto que sujetaba entre sus manos. Las cuerdas de nylon vibraban dulcemente cuando procedía a tocarlas con las puntas de sus dedos, era algo improvisado por completo pero que resultaba agradable a los oídos de cualquiera que pudiera escucharlo pasando por allí, aunque siendo sinceros, dejando de lados algunos pajaritos, eran solo él y su guitarra. Estaba reflexionando a cerca de una idea que se le había ocurrido hacía un par de horas, como era de esperarse, toda la noche estuvo solo acompañado del quejido de los animales que rondaban la casa sabiendo que él se encontraba solo... nadie había tenido la brillante idea de acercarse a la casa para asegurarse de que no se había disparado a él mismo por accidente. "Familia de mierda" pensó el menor cuando le erró a una cuerda y lanzó un suspiro al aire. La gran idea que mantenía aún en la punta de su lengua era esperar a que dieran las 12 del mediodía, si nadie se aparecía por aquel lugar optaría por irse a la segunda cabaña que quedaba a un par de kilómetros de la que en él se encontraba, esta se encontraba cerca de donde los campistas solían juntarse a beber, escucharlos hablar mientras se escondía en la cabaña era una idea muy genial para alguien quien temía pasar tiempo a solas con él mismo en puro silencio.

Dicen los viejos dichos susurrados por el viento, que el que teme estar solo, trata de cubrir un verdadero miedo... se teme a sí mismo, por lo cual llena cada pedacito de su vida con música o vitalidad tratando de reducir al mínimo esos momentos donde tenía que enfrentarse a sí mismo. Atrapado entre dos seres que son uno. Un pobre idiota que no es capaz de controlar su mente o de aceptar las cosas que trataba de dejar en el pasado, alimentándolas con pedacitos de pan de la misericordia. Es en el silencio solo donde uno puede oír realmente lo que el alma quiere decir, algunos por temor a pecados pasados y malos momentos tratan de suprimir aquella vocecita que clama por atención, llora un penoso "mírame, acá estoy " que solo los dioses pueden oír. Pero que combina a la perfeccion con la decadencia que lleva a alguien dejar de escucharse hasta dejar de sentir por completo. Esperaba con el fondo se su corazón que la música nunca dejase de saberle tan dulce al paladar y que sus sentidos siguieran durmiendo en silenciosa paz, interrumpida por los latidos de un desbocado corazón de fuego que no dejaría de arder hasta el fin de los tiempos. Se mordió la punta de la lengua cuando una de las cuerdas llegó a lastimarle la punta de los dedos al hacer un movimiento algo más brusco de lo que debía. Divagó sobre la durabilidad de las cosas un poco más antes de dejar caer la cabeza hacia atrás soltando un suspiro algo penoso, demasiado Tobías por un solo día. Terminó recordando aquella triste canción que retrataba, "el que no llora no mama" si no reclamaba sus derechos era claro que nadie te los haría cumplir, protegería lo suyo ya que nadie más miraría por él.  Sonrió, estar en compañía era mágico, pero estar en soledad era divino.

Estar solo también tenía sus lados buenos, podía tocar la guitarra tranquilamente en la entrada de la casa sin que tuviera que dar explicaciones a nadie ni dar muchas vueltas respecto a ese tema. Degustar hasta tarde de canciones que quizás inventaría al tocar cuerdas al azar hasta llegar a la armonía, o simplemente acariciar la madera con la punta de sus dedos, atinando a escuchar el ruido de sus uñas sobre la madera pulida. Golpeó con su palma abierta las cuerdas un par de veces antes de seguir tocando, meneando ligeramente la cabeza y mordiendo sus labios con dulzura. Sería la burla de Masky y Hoodie si descubrieran que estaba tocando una canción de la Oreja de Van gogh, pero no había nada que pudiera hacer respecto a eso, amaba las canciones sobre amores imposibles. Sonrió a sus pensamientos mientras se humedecía los labios con la punta de su lengua. Los dingos regresarían cuando la noche se volviera plena, por lo cual no estaba para nada nervioso al encontrarse con el pasto crecido rozando sus tobillos con la dulzura de la madre tierra, deseando quizás ver algún ciervo merodear por allí como siempre ocurría en aquellas tardes calurosas que tanta incertidumbre le daban. Pero cuando una sonrisa se escapó de sus labios al recordar algún que otro chiste que a su mente le hubiera parecido prudente traerlo al presente en ese momento, pudo escuchar una agradable voz que encontraba similar a la Masky venir de un par de metros internado en el bosque, justo frente a la puerta, alejado por cierto varios metros (Masky debía aprender a hablar más bajo, no era la primera vez que podía escucharlo venir de lejos) hablaba, al parecer, sobre una caja de cigarrillos que habías perdido hacia un par de días en las inmediaciones del bosque. Tobias se mantuvo estático con una media sonrisa dibujada casi con acuarelas en su rostro pero no tardó mucho en desaparecer, observando el lugar de donde supondría que saldrían pero lentamente una impaciencia cubrió su piel, cuando notó que esa voz lentamente se le hacía ajena, es decir, a medida de que se acercaba se volvía cada vez más extraña... casi como si fuera incluso más fina que la del chico al que conocía de tiempo, un cierto aire con sabor a confusión se apoderó de sus miembros. "Agarra la pistola" se dijo a si mismo mientras estiraba lentamente su mano hasta el arma que descansaba descargada a su lado, cercano a su pierna derecha. "Vamos, lo hiciste millones de veces en la práctica" se alentó a si mismo mientras caraba el arma y le quitaba el seguro, procurando apartar la guitarra de sobre su regazo, sin hacer ni el más mínimo ruido, incluso pareció dejar de escuchar el viento que tiempo antes confundía su música y ahora solo podía escuchar sus propios pensamientos dirigiendo su accionar. "Apunta al objetivo, no dejes que tus manos tiemblen" suspiró rozando con sus dedos el gatillo del arma, sintiendo el metal frío al contacto con la yema de sus dedos acalambrados por las horas de guitarra. "Muy bien, ahora, no tiembles" se dijo mientras mantenía la vista fija en el lugar donde la mirilla estaba apuntando, si se equivocaba podrías resultar todo como la basura así que no había tiempo que perder. "Ahora respiras hondo y se cubres la cara" se recordó, Deslizando una de sus manos por su cuello hasta llegar al bozal que utilizaba para evitar que sus rasgos humanos fueran de conocimiento público, la verdad era que tendría mucho más problemas controlando sus tics si su boca estaba al descubierto, no necesitaba de ese tipo de distracciones, se sintió más seguro cuando ya lo tenía puesto, no se podría los lentes o le dificultaría la vista de sus laterales, así que respiró nuevamente e hizo crujir su cuello antes de sujetar nuevamente el arma con ambas manos, a una distancia prudente de su rostro, no tan hábil en controlar el retroceso del arma, se mantuvo casi como un nervio al descubierto. Lastimosamente, para su aspecto aterrador, estaba vestido con un short playero color crema y una remera musculosa con el dibujo de un limón en amarillo, es decir, no sería para nada amenazante de no ser por aquella arma que sujetaba entre sus manos. "Apunta siempre a la cabeza, no tengas miedo" susurró nuevamente antes de morderse el labio "sos vos el que tiene el arma".

MokshaWhere stories live. Discover now