Capitulo 51

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La mañana se igualó al paso de la semana y nada parecía mejorar del todo en la vida de aquella hermosa chica, el hombre, padre de su hijo no había vuelto a aparecer por esos lares, ni siquiera una llamada o un mensaje de texto preguntándole si estaba bien. Finalmente ella tomó la decisión de no decirle nada sobre el embarazo, era su decisión, no quería compartir aquello con él y eso era respetable, nada bueno podía salir de esa relación después de todo, ni uno se hacía bien, unirse por un niño tampoco era la solución. La amiga se había mudado a la casa luego de que al tercer día de convivencia se había quebrado y le había confesado que estaba embarazada del tarado ese, por lo que de esa manera le mostró lo comprometida que estaba con ella. Fue tranquila la semana, con sus días buenos y los malos, nada que no pudiera solucionarse con abrazos en la cama que compartía o paseos al parque en los cuales se ocuparían de hablar animadamente. Ellas se tenían y eso era suficiente, con o sin romance en sus vidas, con o sin dinero, con o sin salidas, firmemente una se sustentaba con la otra para el fin de los tiempos. Claramente peleaban, pero se las arreglaban para aún así amarse cada vez más. Tobías no podía estar más satisfecho, ella se quedaría en buenas manos para cuando debiera de irse (Cómo lo haría seguía siendo un misterio) lo que sea, esperaba no causarle tanto dolor a la chica antes de perderse para siempre. No la volvería a ver, eso le generaba una sensación suave en el pecho como si doliese pero con una intensidad moderada, no había nada que hacer con eso, era algo que debía de pasar y aceptarlo era la primer parte. Alguien más sería completamente pleno en ese lugar que la máscara de "Max" ocupaba por el momento, así que eso lo ponía algo más alegre de lo habitual. Los días pasaban pero las visitas de su amo eran contadas con los dedos de su mano, aquello le generaba tranquilidad, estaba ideando una manera no violenta de hacerlo salir sin la necesidad de que alguien tuviera que sufrir. Cosa que agradecía desde el fondo de su corazón, se había ocupado de estudiar su situación a la perfección y de conocer el estado emocional de la chica, quizás por eso no lo había sacado antes. Era la principal adoración de la casa, como un perro de circo extremadamente cariñoso y amable, algo práctico de cuidar, compañero en las noches malas, calmo en las tormentas y silencioso como una mascota de apartamento. La humanidad se escondía tras esos ojos divinos mientras se paseaba por la sala de estar coronando la madrugada, por la noche era abrazado hasta dormirse por unos níveos brazos femeninos y finalmente la costanera lo cegaba mientras tiraba de su correa por aquellas heladas calles. El río nunca había sido tan añorado por los ojos del menor hasta que mojó sus patas en sus cauces, corrió como una flecha en sus márgenes y espantó las olas con sus ladridos. Era como un sueño, viviendo sus días al máximo cada día de su existencia, como una estrella fugaz que atravesaba las vidas de las personas. Pero lo que más le gustaba era la sensación del helado viento en la cara mientras la ventanilla del auto se mantuviera abierta, los semáforos en verde siempre, las aves volando y las luces perdiendo su fuerza en el horizonte. Incluso le habían dado un chaleco especial que decía "Perro de soporte emocional" cosa que consideró un logro mientras las puertas de la ciudad lo envolvían, devoraba con una fuerza magistral y le hacía brillar las estrellas dentro de sus pupilas. La música a todo volumen en los parlantes del auto en el estacionamiento de un supermercado vacío mientras ellas tomaban sus teléfonos simulando micrófonos y cantando, gritando, canciones de amor, de desamor, simplemente siendo ellas. Él se sentía cada vez más cerca de casa mientras recostaba su cabeza contra la ventana y observaba a las personas apartarse de su camino, las locas de la vida. Para alguien quien estaba tan cercano a partir, todo se envolvía de una melancolía placentera que le hacía ladrar con más fuerza a la luna, perseguir la pelota hasta el hartazgo y finalmente ser, había comprendido lo que significaba ser un perro. Vivir cada puto momento como si fuera el último de su vida. Ojos maquillados en exceso y llenos de glitter, esmalte de uñas y tardes enteras pintando al sol del invierno, videos en YouTube y risas ebrias arrastrando palabras en inglés. Por más que le encantara aquella vida ya no era la suya, puré de zapallo, pinceles de colores y el aroma a la pintura, nunca iba a regresar a uno de los lugares, donde supo el significado de la felicidad completa, concreta, del momento. Orejas bien rascadas y tardes tumbado en el sillón mirando películas. Realmente la estaba pasando bien, como un niñito que tras jugar demasiado en casa de un amigo y ve a sus padres llegar, triste de irse pero contento de que aquello hubiera sucedido, se limitaba a despedirse amorosamente cada día. Hasta que lo esperado finalmente llegó, la mañana había comenzado lenta a decir verdad normal, pero con un tinte inusual que lo sorprendía a cada momento. No salieron a pasear, estaba frío y Lyra se había despertado con vómitos bastante violentos, así que salir tampoco era una opción para ello. Vamos los estragos de la preparación para albergar vida dentro de ella habían hinchado sus tobillos esa mañana y realmente quería quedarse de cucharita con su amiga, por lo menos hasta que se sintiera mejor. Tobías se tumbó a su lado en la cama, no almorzó ese día pues al saber que ella estaba mal no quería alejarse mucho por si precisaba su ayuda. Lucia tampoco se apartaba de su lado.

MokshaWhere stories live. Discover now