Capitulo 21

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Deslizó suavemente sus dedos por aquella rugosa mesa hecha de pino, degustando de la textura bajo las yemas de sus dedos renovados, ya libre aquel brazo del yeso prisionero que con ayuda de la criatura había transformado. Ligeramente desabrigado, estiraba las mangas de su fina remera hasta las palmas de sus manos mientras suspiraba suavemente con la vista fija en las naturales marcas de la mesa, que como la más bella obra de arte abstracta, se curvaba en líneas interminables como sus pensamientos, escapaban ya libres de su celda. Lo que no concebía la idea del escape, era aquella furiosa mirada que aquellos muchachos nuevos frente a él, le daban de vez en cuando escondiéndose entre el jugoso trozo de carne que descansaba en sus bien cargados platos. El operador era un hijo de puta, realmente era un monstruo. Tobías aún no superaba el hecho de haber metido su cabeza en el cuerpo descompuesto de un dingo de muertos ojos y filosos dientes que ya no servirían para morder, pelaje áspero compuesto de millares de gusanos, que no sentirían más el casto sol, la muerte, la jodida muerte era algo que no comprendía del todo y aún así sobre su plato descansaba aquel casi palpitante trozo de carne. Era tan grande como una de sus manos, ocupaba incluso una buena parte de su plato dejando de lado un poco de ensalada de papa y lechuga con tomate. Asqueado tomó el tenedor mientras tragaba con dureza, sintiendo como su mano temblaba al llegar al plato y sentir aquella fragancia que tiempo antes le había llenado de place a su instintiva búsqueda de comida. Valor. Hoodie lo observó de lado mientras ahogaba una mueca, ligeramente encorvado observando algo nervioso como Tobías lidiaba con las nauseas que aquel platillo le generaba "No seas boludo" pensó mientras se limitaba a aplastar una papa entre el tenedor y el plato "Tobías, no seas boludo y come" replanteó antes de llevarse el tenedor a la boca, sacando al menor de su encanto con un ligero golpe con la punta de su codo en el lado derecho del menor.

-hey...- se quejó suavemente el menor mientras se frotaba la zona, claramente exagerando un poco para escaparse del nerviosismo de aquella escena. Las miradas se levantaron de sus platos para fijarse en ellos dos, pero rápidamente perdieron el interés al que se trataba de un simple juego. Hoodie señaló con su cabeza el plato intacto del menor, bien como diciendo "come y calla" pero al ver las nauseas dando vueltas en la mirada del menor se limitó a chasquear suavemente la lengua, eso era serio, el operador no deja pasar ni una falta de respeto. Y no comer una comida que aquella criatura con toda la paciencia del mundo había cocinado poco a poco en aquella magnánima cocina era realmente una atentado contra su propia persona. Tobías no era vegetariano ni mucho menos, pero realmente no podía hacer pasar aquel sanguinolento plato por su garganta. Suspiró suavemente mientras empujaba suavemente con la punta del tenedor aquel enorme trozo de carne.

Levantó ligeramente la vista para fijarla en el muchacho de cabellera oscura y hermosos ojos acuarelas, que le devolvió la mirada con la misma intensidad, ligeramente confundido ante la inanidad con la que parecía contestarle. Jeff sonrió suavemente mientras pinchaba un trozo de carne con su tenedor y se lo llevaba a la boca, terriblemente encantado con aquel delicioso platillo, hacía muchísimo tiempo que no comía algo tan rico, tan casero, algo que francamente le supiese a casa. Con la mano temblorosa, Tobías sujetó el vaso con agua que estaba frente a su plato y sin esperar un minuto le lo llevó a la boca, sintiendo como aquella helada sustancia le llenaba de vida como una electricidad. Luego miró nuevamente su plato antes de tomar finalmente el cuchillo entre sus manos y comenzar a cortar la carne. Oh, era todo tan desagradable. La carne separándose a la mitad, dejando un hilo de jugo que se derramaba en el blanco plato que reflejaba su propia mirada, le recordaba tanto al alce que dormitaba fuera de la sala. Sintió como el vomito llevaba hasta la base de su garganta para bajar con violencia nuevamente hasta su estomago, pálido como la muerte miró de reojo como Hoodie se mordía el labio inferior mientras le suplicaba con la mirada que dejase de comportarse como un niño. Claramente no lo comprendía, nunca en su vida había experimentado aquella sensación horrible de sentir la falta de aire aplastando su rostro contra un cadáver, que él mismo había exiliado de la vida.

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