Capitulo 34

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Escuchaba voces de fondo mientras su cabeza daba vueltas y vueltas por el lugar, en brazos conocidos al tanto el suave viento de la ventana abierta enjuagaba sus dudas y el terror de saberse desprotegido incluso de sus sentidos más básicos mientras su cuerpo vagaba de la conciencia a la inconsciencia. Era como un tronco flotando a la deriva, dejando que las corrientes y el viento lo arrastrasen de un lado al otro sin dirección aparente ni la necesidad de aferrarse a algo en particular, mientras sus dedos vagaban por los cabellos de la muñeca y su rostro se había contraído en una mueca eterna que el llanto dejaba entrever. Le seguían hablando, pero era como si mantuviese su cabeza bajo el agua y ni siquiera la cosas que insistían en darle a sujetar o para comer lograban sacarlo de la nulidad que era sentirse ausente, era de esperarse, todo aquello fue demasiado para su mente y esta sin más escapó hasta que todo terminase, se dividió, se fragmentó en mil pedazos para jugar a las escondidas un rato consigo mismo hasta que fuera la hora de aflorar nuevamente a lamer sus heridas. No era la primera vez que lo hacía, pero esa ausencia había resultado ser más largas que las anteriores, simplemente aquel niño no era Tobías, pues este se había refugiado en el laberinto de su cabeza mientras la catástrofe sucedía. Se había ido, alejado a un lugar donde siempre olía a panqueques con miel y el ruido del viento suave acunaba su alma, un lugar feliz donde siempre que quisiese pudiera acurrucarse en la hierba y detenerse a pensar en todo lo que le sucedía, ese lugar que cuando las cosas eran malas, solía visitar al ir a la cama ¿Qué cosa fuertes pudieron haberle sucedido para que a su corta edad hubiese creado ese lugar para defenderse? Era triste, pero allí se sentía seguro cuando su entorno le negaba esa sensación de especialidad o tan solo un deje de armonía. Dentro de su cabeza nada podía lastimarlo, ni siquiera él mismo. Reproducía entonces sus recuerdos una canción que su madre solía cantarle cuando era niño, tan antigua que incluso su letra había quedado olvidada en sus recuerdos, pero que en definitiva trataba de una especie de hada que vivía dentro de un árbol ¿Acaso aquello era extraño? Lo era, pero amaba esa historia, tanto que a veces solía repetir el único verso que recordaba a la perfección, en un inglés algo básico, latino, que retrataba toda aquella situación "He could not take from the forest, what was never meant to leave" significaba tanto, ahora tan distante. Su cabeza fue peinada por manos húmedas, mientras era apartado del lugar donde néctar suave y dulce era colocado justo en su paladar, para traerlo de nuevo engañado con aquellas jugarretas de demonios en cuerpos humanos. No podían sacarlo del bosque, no de ese lugar del que nunca debió dejar.

-Hey... no pasó nada- le hablaba esa voz en el oído de manera tierna mientras que el llanto ensordecedor de otros niños templaba su voz quebradiza, no entendía por qué el menor se había congelado en su lugar en lugar de ponerse a gritar e intentar huir como el resto. No estaba preparada para afrontar esa realidad ¡Nunca le habían dicho que toda esa barbarie ocurriría en un abrir y cerrar de ojos! No estaba segura de qué había sido todo eso, pero aquello debía ser obra del demonio mayor al que tantos idolatraban (menos ella) conocía esa malicia, lo conocía bien ¿A caso él no la alejó de su nido con espejitos de colores? Pero eso había sido horrible, le hizo ganarse su confianza para que luego el amargo veneno peinara sus lenguas y los hiciese vomitar estrellas de una amarga verdad, allí a dentro, en fosas de odio en nadie más que ellos mismos debían confiar- hey, vamos, estás seguro ahora ¿Sí? Estas conmigo- le dijo mientras peinaba sus cabellos hacia atrás, apartando las manos de los otros sirvientes para alejarse del lugar, no dejaría que le pusieran otra jodida mano arriba ¿Acaso estaban locos? Eso había sido asquerosamente repulsivo de ver, algo incluso más bajo que todo lo que hubiese conocido- estamos solos ¿Si? Vos y yo, solos- le aseguró mientras empujaba la cabeza del menor contra su pecho para soplarle suavemente algo de aire- Nene, vamos ¿Sí? No pasa nada, estás conmigo ¿Sí?- continuaba mientras secaba las lagrimas del menor de aquellas mejillas de cristal, de una horrible palidez que le hacía latir demasiado rápido el corazón- mi pobre, pobre petirrojo- murmuró mientras le pasaba un dedo por la boca para eliminar los rastros de saliva que se habían juntado allí. Finalmente suspiró mientras se quitaba la máscara, dejando libre su cabellera rubia, coronado por unos hermosos ojos verdes que parecían esmeraldas, aquella no era Lyra, pero se parecía, lo suficiente para que el menor enredara sus brazos alrededor de su cuello en un casto abrazo que las lagrimas parecieron arruinar- Yo te aseguro que no te haré daño en lo absoluto- dijo algo emocionada mientras lo empujaba entre sus brazos, colocándole una mano en la nuca para profundizar aquello mientras le daba suaves palmadas en la espalda para que se desahogara- eso es, estoy aquí para ti, no te voy a soltar lo prometo- ¿Porqué estaba diciendo todas esas cosas a un niño que apenas conocía? No estaba segura pero se veía a ella misma el primer día que enfrentó en el hades, aquello no sería resistido por cualquiera, el menor frente a él era un ejemplo claro, más le valía no terminar en las entrañas del averno pues un lugar especial para las sectas le tocaría. Acarició sus cabellos mientras sentía sus propios ojos húmedos, su amo no lo dejaría morir en vano, no podía, no con la belleza de niño que traía entre sus alas, que pasaba desapercibido la mayor parte de tiempo pero cuando realmente faltaba, dolía como el infierno y su ausencia resonaba como las trompetas del fin del mundo- ahora no- le gruñó a uno de los desalmados sirvientes de ojos nulos mientras éste le ofrecía un cuenco lleno de chocolate, que para el momento repulsivo le sonaría a cualquiera- largo.

MokshaWhere stories live. Discover now