Capitulo 47

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Se encontraba visiblemente mareado por el movimiento del carro por aquella fragosa ruta, el estomago le daba vueltas como una pelota rebotando por el suelo y aquellos hermosos ojos se cerraban pesadamente al tanto sentía como todo se alejaba de su comprensión. El ruido de los autos era asquerosamente repetitivo, la lluvia pasaba a no ser percibida y la radio se difuminaba en letras de canciones que terminaban complicando sus pensamientos, de tal manera que la realidad pasaba a perderse en toda aquella confusión. Era ese el instante de inflexión en el cual uno se detiene a pensar, que se frena y se da cuenta de lo poco que vale dentro de ese mundo, solo cuando uno se encuentra abajo, en el suelo, destruido, puede abrir los ojos, puede comprender y reconocerse humano. Realmente estaba seguro de que toda su lucha infructuosa era capaz de terminar con una bala en la cabeza, con el estallido del fuego, la crueldad humana, una infección inesperada o un coche que no llegó a frenar a tiempo por culpa de la húmeda calle, un chasquido para él y el mundo pasaba a convertirse en algo risible, cambiable y eso era todo, un parpadeo de vacío absoluto para darse cuenta de que ya no estaba en sus cabales. Se perdía dentro de una nube de analgésicos que se mezclaba con todas las cosas que creía ciertas hasta el momento, un chapuzón dentro de sus ideas y flotar en calma forzada por una salada costa de irreverentes pensamientos que no llevaban a nada en lo absoluto. Ese era él, perdido entre tanta inutilidad, drogas y agua de lluvia. Pensándolo mejor, ni siquiera la lluvia era capaz de llevarse esa melancolía, estaba arraigada a su alma por más que quisiera liberarse de ella, era algo tan suyo como el respirar. O quizás simplemente estaba cansado, desganado, atentado contra su propia naturaleza y sometido a los designios de un dios asquerosamente rudimentario que había probado sus límites hasta el hartazgo. Una palmada en la cabeza de manera dulce para simplemente susurrarle al oído, buen trabajo, tras ello una tormenta nueva de calamidades que ponía en duda su estúpida fe. Debe de estar cansado, nunca dudaría de algo tan sagrado para él, su lealtad hasta el momento más complicado ardía con fuerza en su pecho, pues era algo que consideraba distintivo. Una suave caricia lo sacó del encanto de encerrarse en sus pensamientos, simplemente eso, sin buscar nada más, una caricia que se deslizó por cada una de sus vertebras mientras el coche ronroneaba frente a la casa. Le estaba dando un momento de paz, simplemente eso, parecía comprender que realmente no estaba preparado para otra cosa que no sea lamentarse allí. Esa debilidad de su propia humanidad que le hacía añorar su casa, su cama y el aroma a las flores. Esa debilidad que le hacía humano, que denotaba sus sentimientos encontrados, como el niño que llora porque extraña a la mamá, de esa misma manera, quería acurrucarse en brazos conocidos toda la vida hasta sanar lo que debía de ser sanado. No había nada más penoso para él que encontrarse simplemente allí, herido hasta casi la muerte, con el propio ensueño dibujado con acuarelas en ese hocico herido mientras las estrellas infinitas bailaba frente a sus ojos castos. Debía de ser culpa de los medicamentos, eso era algo muy esperable para la mezcla que sería ahora propia de su sistema. Se quedaron en el auto más tiempo de lo debido, tanto él como el hombre que lo acompañaba, sin más, sin hablar, sin mirarse siquiera pero acompañándose hasta lo más profundo de sus propias almas pues ninguno de ellos estaba teniendo un muy buen día. Tobías no iba a preguntar, después de todo ni siquiera sabía si era capaz de hacerlo o no, averiguarlo sería una travesía que ni siquiera quería experimentar. Fuera de foco como un trompo que gira sin destino por aquel desértico lugar, se limitaba a añorar dentro de su corazón el atisbo de una idea que le ayudase a soportar lo que debía de transitar hasta que alguien viniera a buscarlo. Quizás fantaseaba con girar su cabeza para observar por la ventana (estaba muy cansado para hacerlo en realidad) encontrarse con la mirada divertida de Hoodie quien atinase a tomarle una foto para reírse de ello más tarde, Masky fumando un cigarrillo a su lado y quizás a su amo a sus espaldas, con una larga lista de tareas que por andar de vago se había saltado. No le importaba nada más, solo aquello que podía vislumbrar entre la tormentosa lluvia que sacudía las copas de los árboles con fuerza, de quererlo, no hubiese podido siquiera dar un par de pasos confusos al bosque, a duras penas era capaz de ver a un par de centímetros de su nariz. Si poseía visión nocturna en una nueva actualización, era algo que todavía no había podido descubrir. El hombre finalmente apagó la radio sin más, giró la llave nuevamente para sacarla de la cerradura antes de sujetarse con sus dos manos del volante del coche, suspirando de manera cansada. Al parecer la idea de entrar dentro de la casa se estaba convirtiendo en algo cada vez más difícil según pasaba el tiempo, pero la figura casi espectral de pie en la puerta le llevó a pensar que allí mismo estaba lo que más deseaba.

MokshaWhere stories live. Discover now