capitulo 5

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Con la mirada colmada de expectativas y una sutil sonrisa dibujada en los labios, el muchacho parecía volverse aún más dulce segun pasaban las horas por su cuerpo pequeño.  El suave vaivén de sus pies colgados desde lo alto de aquella silla del carrito de compras, recordando las veces que desde ese lugar era conducido por su hermana en pasillos similares, mientras hablaba por teléfono con alguna de sus ahora desaparecidas amigas de la infancia, acariciando con sus dedos su mejilla derecha casi como en un trance dibujaba una sonrisa.
Y decía "Algún día, bebé, te sacaré de esa casa, comenzaremos de cero vos y yo" muchas veces ella en sutiles palabras le daba de a cuenta gotas probadas de libertad, que nunca alcanzó con sus tiernas manos de niña. Tobias lo hizo entonces por ella, abrió sus alas aún marchitas y voló lejos, dejando una estela de sanfre y muerte a sus espaldas. Suspiró, lo único que le dolía más que no tenerla, era que lentamente el sentimiento de vacío se alejaba de él, como el humo de un cigarrillo se esfuma en un día lluvioso, de esa misma forma sus sentimientos parecían perderse en la bruma ¿sería una cascara vacía cuando el tiempo ya no lo perdonara? casi sin querer sintió como sus ojos le picaban y en la garganta se le hacia un nudo, era en vano su pena, algún día ese dolor desaparecería y el sabría que estaría muerto. Pues solo ese dolor parecía anclar en su mente el recuerdo de Lyra y sin ese recordatorio constante, temia que su menta ya cansada soltara el hilo de su figura, su voz melodiosa sería olvidada, su figura lentamente en acuarelas difuminada y finalmente solo una sombra vacía, lejana y perdida quedaría de su hermana mayor, muerta en sus 15 blancos años .
-Tobias- le llamó la atención el adulto, con quien tenía una increible conexión, era él quien lo ayudaba a salir de ese tipo de pensamientos asfixiantes al encontrarlo tan sumido en desesperantes palabras- no le des tanta vuelta a la situación- le recomendó al ver como los ojos del muchacho se nublaban, asintiendo lentamente- ella ya no está y es algo que debés asimilar, moverte, seguir adelante- no era tan facil como el adulto lo quería dejar, pero de igual forma el jóven asintió tímidamente.
-Si, operador- se apresuró a contestar y las imágenes tristes lentamente se convirtieron en vacío. El adulto le pasó una mano por el cabello antes de descender hasta su hombro, descubriendo un rasguño que iba desde el omóplato hasta detras de la oreja derecha, era bastante grande, pero el muchacho no había dicho nada y ese mero gesto cariñoso terminó en una reprimenda.
-¿Qué te sucedió aquí?- le preguntó con la demanda escrita en la voz- te dije que tuvieras cuidado- el menor pasó su mano por aquella zona y mordiendose ligeramente el labio trató de recordar la razón de la herida.
-Quizas fue... con lo del dingo- respondió en un murmullo a lo que el adulto volvió a interrogarlo.
-¿Quizás? ¿es decir que no sabes cómo sucedió?- el chico sintió como una corriente eléctrica lo atravesaba desde el perineo hasta la coronilla.
-¿A ciencia cierta?- preguntó dibujando una sonrisa nerviosa en su rostro pueril, las personas que pasaban por ahí no cabían en su sorpresa al encontrar a un niño pequeño tratando de explicarse con su padre de una manera tan poco acorde a su tamaño y vocabulario- no tengo idea.
-Tobias- le llamó la atención viendo como el chico se escogía un poco más en el asiento de metal- No puede ser que a pesar de tener 2 niñeras- refiriéndose a Hoodie y Masky- termines arreglandotelas solo para terminar herido de alguna forma- suspiro- ¿Cómo quieres que esté tranquilo sabiendo de tu naturaleza tan  descuidada? ¿Es necesario que te ponga un rastreador, de nuevo? No puedo preocuparme por vos todo el tiempo.
-Es solo un rasguño- se atrevió a murmurar, digamos que nunca había tenido el valor de imponerse ante el operador, pero ahora, quizas le impulsaba la inyección que le habían puesto, pero no estaba de humor de aplastarse- estas exagerando- al instante el aire se tenso y el operador le dio una mirada un tanto aterradora que interpretó como la calma antes de la tormenta, Tobías se apresuró a inclinar la cabeza y rogar por que le disculpara por su atrevimiento- lo siento, operador, se me escapó no lo volveré a contradecir- una mano se detuvo contra su pequeña cabeza un instante, haciendo que el menor temblara de arriba abajo.
-Hoy es un rasguño, mañana un zarpazo ¿y pasado? Tu vida- se limitó a decirle mientras empujaba el carrito hacia delante y veía como el pecho del menor se llenaba de aire de forma rápida- piensa en ello.
Tobias mantuvo la cabeza baja por todo el camino dentro del supermercado, sin apartar la mirada de los zapatos del adulto, esperando que éste no optara por castigarle de forma brusca, sin saber que el operador degustaba en su paladar el atrevimiento del menor como un importante paso en el desarrollo de éste mismo. Estaba madurando muy rápido y eso le emocionaba, casi como un padre a su hijo.
Pasadas las horas, se encontraban de regreso a la cabaña de hermoso porte, Tobías no cabía en si mismo de la alegría, por lo menor iba a ser capaz de tomar su forma normal y quizas ver algo en la televisión, sin embargo el operador tenía otros planes, como castigo le indicó que pusiera en orden las compras y pusiera a lavar la ropa.
-El coraje es un don, pero mucho te conduce a tu muerte- le dijo antes de salir de la casa con lentitud, bajo la atenta mirada del menor, quien lo vio a lo lejos caminando junto a una criatura de alargada altura, porte desgarbado y mirada silenciosa, la estática cortó el ambiente y ya no estaban. Tobías nuevamente estaba solo.
Comenzó a limpiar el lugar sin ir más lejos, procurando dejar el suelo de cerámica con un agradable aroma de lima-limon y a desinfectante. Lavó los platos y los secó sentado sobre la mesada de mármol, debido a que todo en ese lugar tenía una altura endemoniadamente alta, cortesía de Slenderman, quien había adaptado todo a su gusto. Luego guardó los platos en su lugar y continuó lavando la heladera, despejando la comida que ya se encontraba podrida de la nueva. Ya daban las 12:40 del medio día cuando supo que ese día tendría que almorzar solo otra vez, se limitó a suspirar y retornar sus ojos al reloj. Mesa para uno.
No hizo nada muy elaborado, pues solo comería él y ocasionalmente los dingos que destruían la basura en las noches de soledad, como almas en pena se deslizaban silenciosos y destruían los basureros, maldita plaga destructiva. 
Se preparó un sándwich de jamón y queso, antes de continuar lavando la ropa de todo en la maldita casa, no le agradaba hacer de Cenicienta, pero estaba asustado de que el operador sea más duro con él. Como un buen cachorro ante el adulto que le había enseñado los dientes, se agachó meneando la cola.
Más ahora, se limpiaba las mejillas llenas de lágrimas, no le gustaba estar solo y todos lo sabían, de igual forma allí estaba, llorando mientras lavaba ropa interior. Al terminae colgó todo y ya daban las 8:30, ningún atisbo de que alguien se apresuraba a llegar a la casa. Pero como no estaba Slenderman, los dingos se acercaban temerariamente hasta las ventanas y observaban hacia adentro, relamiéndose el morro en espera de una comida.
Orejas arrancadas, crías llenas de sangre y polvo de huesos, eso era lo único que uno llegaba a ver en una tarde común cerca de una madriguera.  Una visión bizarra y hórrida de la vida salvaje. Se sorbió la nariz cuando se acostó en el sillón y abrazándose las rodillas volvió a insistir telepáticamente a sus compañeros, estaban muy lejos pues un silencio blanco  llenaba su cabeza.
-Vamos, no me dejen solo, fue un día dificil para mi- volvió a repetir cerrando sus ojos, atinó a taparse con la sudadera de Hoodie que había decidido no lavar todavía y la de Masky usó se almohada. Buenas noches sol, la luna coronaba el cielo.

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