Capitulo 70

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Ese día se había teñido con el encanto de la festividad, quizás tratando de retornar a un conocimiento más mortal de lo que eran las fechas santas, pretendían disfrazar la alegría de los nuevos aliados con un aire más asertivo tiñendo todo de un agradaba color rosado pastel. Las fiestas eran cosas bastante extrañas dentro de ese lugar, debido a esto solían olvidarse o más bien dejarse de lado, una cerveza a la noche y ya estaba, jugar un poco a la play o películas de terror. Siendo tres lo habitantes de esa casa en un comienzo, no era muy común que pasaran más cosas que esas, no había música alta ni luces ni colores, quizás una cena especial o un par de horas menos de trabajo. Slenderman no negaba sus raíces humanas, debido a esto les dejaba festejar la navidad, quizás como un recuerdo austero de lo que alguna vez fue su normalidad. No había regalos, ni mucho menos, pero si un aire de informalidad que parecía poner a todos un poco más cómodos. Muchas veces juntaban a ambas cabañas para pasar el día o cosas así, como un jodido campamento de verano, eso realmente era incómodo para los que no estaban acostumbrado a compartir con muchas personas. Ajeno quizás a todo eso uno de ellos se encontraba lejos, quizás perdido de todo ese encanto festivo que parecía concretarse a sus espaldas, aunque sinceramente había colaborado bastante en la organización de eso durmiendo pequeñas siestas a lo largo del día como un cachorrito cansado. El muchacho de mirada caramelo se encontraba sentado en el bar de la cocina, la madera mojada de la cocina era el lugar perfecto para deslizar su dedo con dulzura formando imágenes que se secaban antes de que tuviese algún tipo de sentido para él. La herida en su labio era un ferviente recordatorio de lo que había sucedido hacia un tiempo, pero no estaba apenado, había pasado demasiado tiempo fuera de la casa y su cuerpo le estaba pasando factura de todo lo vivido, quizás más cansado que otra cosa sostenía entre sus manos una lata de cerveza alejado del disturbio de la fiesta y el ruido de las voces. Simplemente tenía sueño y quería volver a la cama, pero no estaba seguro de querer perderse la fiesta que se estaba gestando en ese lugar, había deseado tanto eso que ahora le parecía ridículo estar demasiado cansado como para querer volver a la cama. Las luces de navidad a sus espaldas como un ferviente intento de recrear la normalidad de las fechas festivas se volvía incluso más divina con el paso del tiempo, iluminando suavemente su rostro, su piel, su ropa y su cabello. Un coro desafinado de colores que ahora tirado en el sillón le daba la idea de algo que le gustaría haber vivido. Le dio un trago a la lata antes de bostezar suavemente, colgando sus pies de la banqueta de madera donde estaba sentado, su amo, quizás conociendo la cierta melancolía del sueño le había dicho que fuera a acostarse, pero ante su negativa le dio una palmada en la espalda bien como diciendo "lo que sea" antes de simplemente marcharse junto a los otros. La música sonaba baja, como un eco en la lejanía, reconociendo de vez en cuando alguna de las letras que coreaba con la misma dulzura que una musa. El calefactor a su lado le daba el calor que lo impulsaba a dormitar en brazos de un amor, vestido con el abrigo de Masky simplemente degustaba de la sensación de la tela contra su piel y el pantalón del pijama que se doblaba en el sector de los pies, enfundados en un par de medias. Parecía ser el que más abrigado estaba, pero parecía estar a punto de atrapar un resfriado, sinceramente no había vivido muy bien esos días fuera de la casa y estaba tan manso como un corderito. Hoodie se sentó a su lado, había estado participando del juego de la botella hacía un largo rato, pero no le gustaba dejarlo solo durante mucho tiempo, no ahora que recientemente lo habían recuperado y también lo notaba ligeramente más decaído de lo normal. Con los brillantes ojos rodeados de ojeras obscuras que contrastaban con ese rostro de marfil divino como siempre. Empujó la banqueta a su lado, deslizando su mano por la espalda del muchacho suavemente en ademán cariñoso, Tobías lo miró sin más, sonriendo de manera brillante casi tan divina como un ángel. Se quedó allí un rato sentado a su lado en silencio, degustando de la compañía del otro mientras hacía girar el contenido de la botella en sus manos como si se tratase de un juego. Duró algún tiempo antes de que simplemente se girara a mirarlo seguro de sí mismo. Estudiando su rostro salpicado de sueño y de un aire de resiliencia bastante conocido dentro de ese lugar, dándole un trago al contenido de la botella para luego ofrecerle al muchacho quien sostenía la lata con presteza.

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