Capitulo 43

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La ventana cristalizándole le dio la idea de que quizás aquello no había sido una buena idea, mientras apretaba el puñal entre sus manos, sintiendo como la caliente sangre se deslizaba como un maldito torrente interminable de un manantial, tiñendo de rojo su cuerpo sorprendido mientras aquello lentamente se deslizaba sobre su rostro, su ropa, sus manos. Estaba empapado de sangre demoníaca, en descomposición y aquel olor a cloaca llenó por completo la habitación mientras la figura mantenía sus ojos fijos en los suyos como si no le importara la pérdida de sus órganos pútridos que decoraban el torso del menor. De haber estudiado un poco más en clase, hubiera reconocido el claro riñón que aún colgaba de ese torso abierto de par en par, los intestinos eran otra historia, estaban enredados unos contra otros a sus costados. Aun sujetaba el puñal entre sus manos, negro como el maldito carbol por culpa de aquella descomposición, era claro que olía peor que el dingo, pero no vomitó, su sistema parecía haberse detenido por completo junto con el tiempo. Hoodie había notado ese pequeño detalle, ninguno de sus enemigos realmente estaba muriendo, simplemente continuaban moviéndose como malditos zombies putrefactos, hicieran lo que hicieran, la batalla estaba perdida mucho antes de comenzar. Eso fue como un baldazo de agua fría, no hubieran podido ir muy lejos aún que lo hubiesen deseado. Tobías se quitó al jodido cretino con una llave perfecta que hizo crujir su cuello al estallar por completo sus vertebras, haciéndolo rodas por el suelo hasta chocarse con el otro sujeto que mantenía a Helen boca abajo, doblando su brazo sobre su espalda. Aquello bastó para que pudiese ponerse manos a la obra y que el tinte negro pintase por completo las paredes cuando una cuchilla maestra abriera la arteria tan delicada de ese cuello de cisne. Une estallido que no sirvió para mucho que no sea continuar moviéndose con un borboteo casi asqueroso que daba vueltas el estómago de cualquiera. Cada uno estaba inmerso en su propia guerra, la sangre salpicaba por cualquiera lugar y la idea de estar ganando se desvanecía al darse cuenta uno a uno del potencial oculto en sus enemigos. Jeff por su parte no estaba prestando atención a nada, se veía como un pez en el agua, deslizando su cuchillo por el cuerpo de uno de sus cautivos, empujando con violencia la cabeza de un segundo contra el suelo esquivando las uñas que presentían una debilidad al intentar entrar en sus ojos cristalinos, infinitamente sensibles. Nina también parecía disfrutar de esa violencia, golpear, desgarrar, el filo del cuchillo era lo que más le gustaba y el borboteo de la sangre de aquel enmascarado que realmente no le importaba en lo absoluto que no pareciera detenerse. Tobías se limitó a empujar al siguiente que se encaminaba hacia él, saliendo del camino, estaba terriblemente confundido ¿Cómo podían pasar que de golpe las bestias con las que habían estado peleando se habían vuelto ridículamente débiles? Como si se tratase de una jodida broma, algo planeado para hacerles perder el tiempo, para agotarlos lo suficiente. Estaba de espaldas a la puerta de la sala, quizás por eso la primera impresión se la llevó él, un giro de los argumentos lo llevó a estar de pie en el lugar indicado, distraído quizás un poco al ver a los demás peleando sus propias batallas. De todas maneras fue una sorpresa cuando lo que parecía ser un bate de béisbol impactó en su nuca lo suficientemente fuerte para hacerlo caer de forma estrepitosa sobre el suelo de madera, antes de sentir un pie darle el jodido golpe más fuerte que sintió en su vida en el costado. Lo arrastró sobre el vidrio del suelo y rodó como un peso muerto hasta estrellarse contra L. Jack, quien más aprensivo se llevó la peor parte del golpe contra la pared, al encontrarlo arrastrándose sin control sobre el suelo. El ruido de unos filosos tacos aplastando el cristal le hizo encoger el estómago mientras L. Jack aún lo sujetaba con una mano sobre el pecho intentando que mantuviese la calma, su corazón iba a la velocidad de la luz mientras el aire intentaba ingresar nuevamente en sus pulmones. Dolía.

-Nadie dio una orden para que muerdan, bastardos- les estaba hablando a sus súbditos que enseguida se pusieron de pie librándose del agarre de los jóvenes, o mejor dicho, los que pudieron, Jeff ya había inhabilitado a dos y casi conseguía hacerle lo mismo a un tercero- Oh, mira el desastre que han hecho mis mascotas, lo siento tanto, chicos- sonaba sentido con esa espelúznate máscara de la peste negra puesta sobre su rostro, aislándolo completamente de los sentimientos de los demás y colocándole en un lugar casi inalcanzable, no como un dios, sino como una bestia- veo que se las arreglaron bastante bien, pero no quiero que se preocupen más por eso, mis más sentidas disculpas- No iba a caer dos veces en esa basura, eso no era algo al azar, aquello trataba de ganarse su confianza para intentar arrastrarlos nuevamente al infierno. Tobías levantó finalmente la cabeza, limpiándose la boca. La mirada de Masky lo decía todo mientras sus dedos rozaban la culata de su arma, aquello era nuevamente algo que venía de parte de Zalgo- Les ofrezco una nueva invitación al palacio, muchachos ¿Qué dicen?- Sonaba alegre pero algo dentro de su voz sonaba a una orden que debían de obedecer si no querían repetir lo mismo que le paso a Tobías, quien había resultado ser bastante indestructible. Jeff respondió por todos. Allí sentado sobre el abdomen de una de esas bestias con la cabeza hecha añicos y completamente cubierto de sangre, enseñando los dientes en una terriblemente enfadada sonrisa perpetua. Aquello era una advertencia, el perro que muestra los dientes en un gruñido antes de morder. El cuchillo estaba roto, había lacerado increíblemente sus nudillos, pero no titubeaba en ningún momento cuando elevó la mano sanguinolenta y le enseñó el dedo del medio- ya veo ¿No se lo van a pensar un poquito más?- de su chaqueta negra logró sacar un enorme reloj como el del conejo de Alicia en el País de las Maravillas, metálico que brilló en la luz de la luna- tenemos bastante tiempo antes de tener que poner en marcha el plan b.

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