Capitulo 26

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El helado suelo del laboratorio provocó que su estómago se encogiera dentro de su cuerpo al tanto que una mueca de decepción turbaba su ánimo, ya casi ausente, por aquella dejadez que lo poseía, se sentía como un niño frente a su primer día de clases en un colegio nuevo, con el nudo en el estómago presionando cada vez más sus ganas de vomitar y la ansiedad haciendo que sus manos transpiraran contra su pecho. Resentido quizás con la poca suerte que lo había arrastrado como un tronco a la deriva y con el corazón latiendo a una velocidad casi absurda, se mantenía ligeramente cabizbajo exudando melancolía, que de no ser por la mano que se detenía sobre su hombro como fiel guía, se hubiera dispersado en el ambiente como el humo de un cigarro. La puerta se cerró a sus espaldas mientras el muchacho sopesaba dentro de su cabeza la idea de que estaba confiando demasiado rápido en las buenas intenciones de los que lo rodeaban, cosa que convertía aquella caminata casta por ese inocuo e iluminado lugar, en los pasos de un cordero que coronado en gloria recorría los pasos de sus ancestros rumbo al matadero. Su respiración tembló suavemente antes de detenerse por completo, ruido blanco en su cabeza, cuando sus ojos se fijaron en los estantes llenos de jeringuillas que estaban etiquetadas en un lenguaje raro que francamente no comprendía en lo absoluto. El valor se fue a la mierda, aquello no le gustaba y menos todo lo que estaba sucediendo, era irreal, los cortes se los había hecho hace tiempo, deberían estar ya casi cicatrizados, se ocupaba cada mañana de mantenerlos limpios era imposible que para llegada la hora se encontraran en tan mal estado, imposible, realmente no podía estar sucediendo aquello. Cruzó sus brazos sobre su pecho mientras se detenía en seco, sorbiendo suavemente su nariz al tanto se llevaba la mano a la boca para sentirse un poco más seguro al tanto estudiaba el lugar donde se encontraba. El adulto lo dejó estar mientras colocaba sobre la camilla de cuero una sábana blanca inocua para que el menor se sintiese algo mejor con respecto a ello, mirándolo de reojo parecía un zorro que erizado y de filosos dientes caminaba olisqueando el aire para ver si concebía dentro de su nariz algún signo de peligro.

-No busco hacerte daño- le dijo haciendo que el menor diese un pequeño salto en su lugar, alarmado por el eco de aquella voz en la habitación, pero escondiendo aquel temor irremediable, dibujó una media sonrisa en su rostro antes de negar con la cabeza suavemente- no quise asustarte- continuo con un movimiento de su mano, restándole importancia a lo que estaba diciendo- puedes dar una vuelta pero no toques nada.

-No me asusta- se defendió rápidamente, audaz dio un paso al costado hasta llegar a un mueble centrando su atención en él pues los libros parecían interesantes, inmaculados y ordenaron alfabéticamente, como si se tratase a su vez de una escala de colores. Chasqueó la lengua cuando desvió su mirada hacia el adulto antes de tocar el libro con la punta de su dedo, como un niño que quería llamar la atención del adulto, de provocarlo de cierta manera si se puede decir- lo toqué- respondió suavemente, el adulto frunció el seño antes de golpear suavemente la camilla indicándole que se acercara, haciendo que la sonrisa del menor se ensanchara ligeramente. Slenderman respiró hondo antes de tocarse el puente de la nariz, qué sucedía con ese muchacho, intentaba molestarlo de aquella manera mordaz pero ambos sabían que aquellos ojos desafiantes demostraban el terror que aquello le producía. Era un cachorro enseñando los dientes, pero en cuanto una voz se levantase en su contra se derretiría como una bola de nieve al sol. Sonrió, podía jugar de aquella manera también y pensándolo mejor, ese chico distaba mucho de Tobías, no sería sencillo de domesticar. Tobías era un punto aparte, fiel hasta la muerte como el tierno gorrión, no se dejaba llevar por espejitos de colores realmente una criatura maravillosa que la perversidad absorbió- ¿Qué es lo que va a suceder conmigo?- preguntó sin moverse en lo absoluto.

-¿A qué le tienes tanto miedo?- le preguntó Jeff se acercó suavemente tratando de demostrar que aquello realmente no le generaba miedo, siendo que su corazón cada vez latía más y más rápido dejando que su rostro transparentara aquella angustia- súbete ahí- le señaló la camilla a lo que el menor se trepó en esta con rapidez, dejando sus pies descalzos colgando en el aire con divina suavidad, acunados por el aire helado.

MokshaWhere stories live. Discover now