Mi Supermodelo Personal (TERMINADA)

2

A raíz de que Demian declaró su atracción por mí, y que, literalmente nos hicimos amigos, comenzamos a tener los ensayos en privado en su casa.
Después de clases íbamos a la biblioteca más grande de la ciudad, y como él ya tenía coche, me regresaba a mi casa a las ocho de la noche.
Y como absolutamente todos nuestros compañeros ya sabían de su gusto por mí, no se sorprendieron al vernos llegar o irnos juntos de la escuela.
Sin embargo, comencé a tomarle cariño de amigos, sin ningún tipo de trasfondo romántico.
Era muy divertido estar con él la mayor parte del día sin estarnos peleando como antes, e incluso demostró ser muy buen chico.

Así pasó un mes entero: Ensayando por las tardes y divirtiendonos en la mañana dentro y fuera del salón.
Éramos inseparables, por así decirlo.
Solo nos separabamos para ir al sanitario. Comíamos juntos y hacíamos equipo en las tareas.
Y como la obra de teatro era nuestra calificación final del semestre, aún faltaba dos meses más para que la representaramos y nosotros ya nos sabíamos los diálogos a la perfección.
-¿Quieres ir al cine después de nuestro ensayo?-me preguntó un día, mientras arreglaba mis cosas a la hora de la salida.
-Ya vi todas las películas nuevas en Cartelera-bromee.
-Oh, no importa. Lo que quiero es ir a otra parte que no sea la biblioteca-dijo con incertidumbre y supe que algo andaba mal.
-¿Pasa algo?-pregunté, preocupada.
-¿Te parece si lo hablamos en mi coche?
-Está bien. Solo déjame llevar estos libros a mi casillero.

Él asintió y juntos nos dirigimos a los casilleros con aire taciturno.
Guardé algunos libros dentro del casillero mientras que él me esperaba muy ansioso a un lado, mirando a todos lados y saludando a uno que otro chico o chica que pasaba por el pasillo.
-Vamos-dije.
Él asintió y me pasó un brazo por encima de los hombros como solía hacerlo desde hacía una semana cuando se percató que yo no ponía ninguna objeción.
Sentí su perfume masculino y menee la cabeza para centrarme en mis pasos y en lo que Demian iba a contarme.
Nos deslizamos al estacionamiento y nos subimos a su coche. Encendió el aire acondicionado y apagó rápidamente la música que a continuación iba a sonar por las bocinas.
Se llevó las manos a la cara y suspiró.
-¿Me dirás qué ocurre?-insistí.
-Verás-habló con voz mecánica y me miró a los ojos-mis padres se van a divorciar y por obvias razones van a pelear mi patria potestad. Tengo veinte años pero aún sigo estudiando, así que todavía necesito de un adulto que supervise mi vida en lo que concluyo mis estudios.
-¿Y qué es lo que te preocupa?-humedecí mis labios, incapaz de consolarlo como era debido.
-Me preocupa irme con uno de ellos y luego arrepentirme-musitó y desvío su mirada castaña a otra parte, lejos de mí-además, no quiero que se divorcien. Éramos una familia normal, como todas. Sin conflictos.

La resequedad de mi garganta hizo que mi voz saliera rasposa.
-¿Hubo algún motivo que provocara la decisión de divorciarse?

Él asintió.
-Yo.

Parpadee, un poco perpleja y a la vez sintiéndome boba.
-¿Por qué estás seguro de que eres tú el motivo?
-Los escuché hablar una noche antes de que me dijeran lo del divorcio.

Me revolví en el asiento, con nerviosismo. No quería que él tuviera una mala impresión de mí al querer indagar más sobre ese asunto.
-Demian...
-Para ellos, yo soy un impedimento para su felicidad-se apresuró a decir con una débil sonrisa-aunque eso ya lo sabía.

Arrugué el ceño y aventuré a agarrarlo de las manos. A pesar de que nos sorprendimos por mi arrebato, nos mantuvimos serenos.
-Estoy segura que eso no es verdad. Simplemente están pasando por un mal momento. Los hijos jamás son el problema.
-Pues yo sí lo soy-masculló, molesto, pero no me soltó las manos, sino todo lo contrario. Las apretó y se inclinó a besarlas-no obstante, debo reconocer que ser tu amigo me ha reconfortado muchísimo.
-¿Por qué lo dices?-sonreí.
-Porque he pasado treinta días muy divertidos contigo y me olvidé de ese problema.
-¿Y qué te hizo recordarlo?