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El trayecto al departamento fue un poco tranquilo, pese a que Eros se encargó de sobrellevar la conversación con Demian para que él no notara la herida de mi labio y se pusiera como un loco.
Tenía dos opciones poco viables para evitar que eso sucediera:
La primera; correr al departamento y encerrarme en uno de los dormitorios, y esperar unos días a que mi herida sanara para poder darle la cara.
O segundo; decirle lo más calmada posible lo que había ocurrido.

De buenas a primeras yo sabía que ninguna de las opciones funcionaría. Así que traté de actuar lo más normal posible cuando llegamos al departamento.
Bajé antes que ellos y me ofrecí a abrir la puerta.
Entre los dos llevaron las bolsas de compra a la cocina mientras que yo me hacía idiota, registrando la nevera en busca de algo para beber en lo que Demian se descuidaba y aprovachase a escabullirme a un dormitorio.
-No tengo hambre. Me voy a la cama-avisé al verlos revolotear entre los cajones para cenar.

Todo salió perfecto, excepto en un mínimo detalle: Como me había puesto nerviosa, de tanto estrés olvidé cerrar la puerta con pestillo y al cabo de quince minutos, cuando me hallaba dentro de la cama, Demian entró y encendió la luz.
-¡Estoy muerto!-le oí decir al tiempo que se deslizaba bajo las sábanas, colocando sus brazos alrededor de mi cintura y atrayendome a él.
Ansiosa por evitar que me mirara a la cara, cubrí parte de mi rostro con la sábana y traté de contorsionarme fuera de su agarre.
-¿Qué sucede?-me cuestionó.
Dejé de moverme y quedé paralizada.
-Tengo sueño, Demian. Y deseo dormir-dije con voz temblorosa. Era muy mala mintiendo.
-Pasa algo-repuso él con seriedad-y quiero saberlo ahora.
-¿Qué te hace pensar que pasa algo?-mascullé, incrementando la presión de la sábana sobre mi cara.
Entonces Demian me agarró la mano a la altura de la muñeca y con su otra mano libre dejó al descubierto mi cara.
Sus ojos cafés se entornaron al verme. Su vista viajó de inmediato a mis labios y juntó las cejas.
Su bella cara dulce se desfiguró para darle paso a la molestia y rabia.
-¿Qué te pasó en el labio? ¿quién te hizo eso?-gruñó, con rabia.
-Por Dios, cálmate-exclamé, irritada y salí de la cama. Él me imitó y se apresuró a acorralarme en un rincón de la habitación, haciendo lo posible para sacarme la verdad. Sujetó mis hombros con fuerza y acercó su rostro al mío. Pero lo que más me intimidó fue su mirada penetrante y enloquecida que tenía en ese momento. No parecía él.
Incluso, fue algo gracioso imaginarme a Demian como uno de los protagonistas de mi historia de criminales cuando se ponía celoso, pero decidí dejar un rato mi modo fangirl para plantarle cara al problema.
-Respondeme. ¿Qué te pasó en el labio?-repitió, arrastrando las palabras.
-Nunca te habías puesto así-espeté, colocando mis manos en su pecho y empujandolo, pero él apenas y se movió de su sitio-no me pasó nada importante.
-Entonces dímelo.
-Me caí en la tienda a la que fui con Eros-solté de sopetón y lo miré a los ojos-pero no fue culpa mía, sino de la novia de Clark Ravel.
-¿Qué?-sus ojos se oscurecieron.
-Sí. Llegó y me empujó. Y pues, caí-me escogí de hombros-pero apareció Clark y se la llevó. Eso es todo.

Demian se apartó de mí, moviendo la cabeza de un lado a otro y dejó escapar una risa seca. Luego se volvió hacia a mí y se me fue encima, y pensando que me golpearía, cerré los ojos, y a continuación escuché un golpe sordo cerca de mi oreja. Abrí los ojos temerosa y vi el puño de él incrustado en la pared.
-Esto no se va a quedar así. Clark Ravel no sabe con quién se ha metido, podrá ser un imbécil que mostrando su cuerpo logra enamorar a muchas chicas, pero tú eres mía y ha atravesado la línea. Él y su maldita novia se van a arrepentir-ladró con coraje.
Y sin decir nada más, giró sobre sus talones y abandonó la habitación, dejándome con el corazón desembocando por la impresión.

¿Qué demonios acababa de pasar?

Mi pulso se había acelerado notoriamente y sentí que iba a darme un infarto en el instante que mi teléfono sonó, anunciandome un mensaje en WhatsApp.
Con desgana, busqué el móvil entre mis cosas y sentandome al borde de la cama, abrí la aplicación y fruncí el ceño.
Era de Clark Ravel.

Mi Supermodelo Personal (TERMINADA)Where stories live. Discover now