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Clark no necesitó ninguna puntada en los labios, pero si tuvo que mantener la boca bajo gasas y banditas, incapacitandolo para hablar o gritar. Y fue amenazado por el doctor Robert a no crear otro alboroto o de lo contrario, sería echado del hospital sin miramientos.
Pero aunque Clark tuviese al menos la más mínima oportunidad, no lo podría realizar, ya que Eros Rabanne y Aiden Carrolw se dieron a la tarea de cuidarme como guardaespaldas.
Y cuando traté de preguntar sobre Demian, ambos me dirigieron una mirada hostil, incluyendo Clark.

Todavía faltaban horas para que me dieran de alta, por lo que me revolví incómoda en la cama.

-¿Estás bien?-me preguntó Aiden de inmediato, incluso antes de que Eros se diera cuenta de mi incomodidad.
-Ya quiero ir a casa-grazné.
-En poco tiempo, aguanta un poco más-terció Eros con incertidumbre.

Sonreí forzosamente y cerré los ojos con impaciencia.
El olor que despedía el hospital me resultaba enfermizo, como si estuviera a punto de morir o de contagiarme de alguna enfermedad terminal.
Odiaba estar ahí.
Odiaba como respiraban las personas.
Odiaba el color blanco de las paredes.
Odiaba no largarme a casa.
Y en resumen, odiaba a todo el mundo.

-Esa mirada fría y distante, y tus puños apretados me dan la impresión que en tu cabeza estás planeando un homicidio-dijo Eros, sacandome de mis pensamientos abruptamente.

Lo miré confundida y chasquee la lengua al recuperar la lucidez.

-No estás tan lejos de la verdad.
-¿Qué ocurre, cariño?
-Ya no soporto estar un momento más aquí. Llévame al departamento, por favor. Me siento muy bien. No hay necesidad de que siga internada.

Aiden, de la nada, se acercó a nosotros y se sentó en el frío suelo con una sonrisa en los labios y los ojos muy abiertos.

-Todavía no-repitió con suavidad-pero en lo que mi padre te deja ir, ¿por qué no jugamos algo divertido?
-¿A qué te refieres?-lo cuestionó Eros con desconfianza.

Desvié la vista hacia un costado y encontré a Clark mirándome ceñudo desde su cama. Se miraba gracioso con la boca tapada y la frazada hasta el cuello. Era extraño que sus padres no hubieran llegado a verlo, pero intenté ignorarlo.

-¿Saben jugar ajedrez?-quiso saber el rubio. Volví a mirarlo y en sus ojos vi cierto brillo infantil.
-¿Para ti el ajedrez es divertido?-exclamó Eros, riéndose burlonamente.

Enseguida, las mejillas de Aiden enrojecieron y bajó la cabeza, avergonzado.

-Soy hijo único y de pequeño no tenía con quién jugar, así que mi padre compró un tablero de ajedrez y me enseñó a jugar. Él era mi compañero de juegos-explicó.
-Honestamente yo no sé jugarlo-dije-pero podrías enseñarme.

La felicidad regresó a la cara del chico y se levantó entusiasmado del suelo.
-¡Voy por mi tablero!-anunció y salió corriendo de la habitación.

Eros se quedó mirándome fijo durante casi un minuto.

-¿Qué?-increpé.
-¿Por qué actuas tan extraña con Aiden? Es cierto que casi no has convivido con él, pero veo que lo tratas con mucha confianza.
-Estoy siendo amable-arrugué la nariz-¿eso está mal?
-No, no está mal; es solo que...-cerró la boca y se relamió los labios-olvidalo.

La mirada insistente de Clark provocó que volteara a verlo una vez más.
Le sonreí para tranquilizarlo, pero me devolvió una mirada lacerante y llena de hostilidad, que me hizo darle la espalda rápidamente.

El hijo del doctor regresó con el tablero bajo el brazo y con mucha energía.
La verdad es que no me interesaba en lo absoluto aprender ajedrez, lo único que ansiaba era salir de ahí y si tenía que matar el tiempo escuchando a un chico ansioso e idolatra del ajedrez, lo haría sin dudarlo.

Mi Supermodelo Personal (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora