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Demian Say había tenido el coraje suficiente para romper su relación amorosa con la chica que había amado por más de diez años y se sentía peor de lo que había pensado. Pero tampoco iba a ser un idiota en seguir tolerando las humillaciones que ella le hacía.
Por más que le había dicho horas atrás que no le importaba ser traicionado, lo que ella le dijo hacía unos momentos lo hizo cambiar de opinión. Una cosa era tener una aventura con alguien y otra muy distinta a amarlo con la misma intensidad que decía amar a su verdadera pareja.
Era nauseabundo.
Y deseaba con todo el alma largarse a Estocolmo a continuar con su carrera de modelaje y olvidarse completamente de ella.

-Demian, déjala y vamos a casa.

Una tercera voz lo hizo reaccionar, puesto que había estado sujetando a Skyler con tal fuerza que ella estaba tendida de espaldas en el suelo con él encima. Ambos rojos de histeria y mirándose con desprecio.

Él volvió el rostro hacia su amigo Anthony y obedeció a regañadientes.
Bajo su cuerpo, Skyler se echó para atrás y después se incorporó.

-Deberías estar contenta, Skyler, al fin lograste alejar a Demian para estar con ese modelo.
-Tú no metas en este asunto-espetó ella al recién llegado.
-No me meteré más, te lo prometo, pero espero que jamás vuelvas a buscarlo, rogandole regresar-exclamó Anthony, defendiendo a su amigo-o de lo contrario, me veré obligado a hacerte pagar por lo que le hiciste de la manera más tajante.

Demian agarró a su amigo del hombro y se lo palmeó.
-Gracias por defenderme, pero esto ya acabó. Vámonos, tengo que apartar mi vuelo de regreso-le informó y se aclaró la garganta al notar que Skyler había comenzado a temblar-y por favor, encargate de que el taxi que te trajo hasta acá, la lleve a su casa.

Minutos después, en contra de su voluntad, Skyler se hallaba rumbo a su casa con los nervios a flor de piel.
Ya era casi media noche y no paraba de darle vueltas a lo que acababa de ocurrir.
Demian la odiaba.
¡Y con mucha razón!
Gracias a la cólera que sintió en ese preciso momento, le gritó que lo odiaba, lo cual era una vil mentira.
Era una idiota, tonta e imbécil.
No solo había perdido a su primer amor, sino al chico que verdaderamente la amó a pesar de todos sus defectos.
El maldito taxi iba tan deprisa que apenas le daría tiempo de pensar en la excusa que le tendría que dar a su madre y a Clark en cuanto llegara, porque estaba segura que ya se habían dado cuenta de su ausencia.
Tal y como había pensado: Tanto Clark Ravel y su madre, estaban afuera de la casa con sus teléfonos en la mano y con el rostro afligido.

Como Demian le pagó al taxista, descendió sin si quiera agradecerle.
Caminó hacia el porche y en cuanto la vieron, sus rostros se relajaron.
El de su madre no tanto para ser exactos.
-¿Dónde crees que estabas?-le riñó alterada.
-No estoy de humor para nada...

El sonido crudo y sordo de la palma de la mano de su madre al impactarse en su mejilla izquierda y el fuerte dolor a continuación, le hizo ver estrellas. Su cara viró hacia la derecha y se agarró la mejilla que le ardió al tacto.
Se lo tenía merecido.
-Métete-le ordenó su madre y obedeció.

La conmoción era tanta, que decidió romper a llorar en cuanto entró a su habitación; sintiendo la mirada lacerante de Clark a su espalda.
Cerró su habitación con llave y se lanzó de lleno a la cama.
Enterró la cara como un avestruz cobarde entre las almohadas y lloró desolada hasta el amanecer.

Tal vez si se hubiera lavado la cara antes de quedarse dormida, sus ojos hubiesen tenido mejor aspecto por la mañana, ya que el escozor, ardor e inflamación la hicieron deprimirse más.

Llorar. Llorar. Llorar. ¡No iba a solucionar nada llorando! Además, ¿Qué esperaba? Ya no tenía a Demian y Clark Ravel no merecía ser su paño de lágrimas.
Lo que tenía que hacer era decirle a Clark que volviera a Vancouver en lo que ella arreglaba sus conflictos personales. Y si era necesario, renunciaría a cualquier lazo que la uniese en el ámbito laboral con respecto al modelaje.
Ya no deseaba nada. No tenía ganas de irse de su hogar.
Antes de plantarle cara al nuevo día, cogió su teléfono y le envió un mensaje a Eros Rabanne.

Mi Supermodelo Personal (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora