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Canela. Olía a canela

Era el último aroma que podía haber pensado sentir en la mañana, a vísperas de mi vigésimo primer cumpleaños.

Estiré los brazos para escuchar crujir mis articulaciones y despejar mi mente para afrontar un nuevo día.

Había olvidado por completo que no traía ropa puesta y que, muy probablemente estaría tirada a los pies de la cama.

Ahogué un bostezo y miré en derredor.

Demian no estaba por ningún lado. Pero junto a la cama, había un carrito con una bandeja de comida, adornada con una rosa y un Tulipán en un florero.

Acaricié la superficie de ambas flores con las yemas de los dedos y sentí la fina textura de las dos. Suaves y delicadas.

Debajo del florero, había una nota.

La abrí y leí: "Espero hayas amanecido de maravilla, nena. Te veo en unos minutos. Con cariño, Demian".

Arqueé las cejas y dejé la nota donde estaba.

Le eché el ojo a la deliciosa taza de café con canela y a los waffles recién hechos con miel encima.

Me vestí enseguida y fui al baño a hacer mis necesidades, incluyendo la higiene mañanera.

Regresé para disfrutar aquel desayuno tan exquisito. Agarré la taza de café y caminé hacia la ventana para ver más o menos en donde me hallaba. Recorrí las cortinas y escudriñé las calles; pero ninguna se me hizo familiar.

Le di un sorbo al café y degusté deliciosamente aquella exquisitez.

Regresé a la cama y comí un trocito de waffle con la vista puesta en mi teléfono, el cual estaba enchufado a la pared y me pregunté cuando fue que lo puse a cargar.

No había mensajes ni llamadas.

Guardé la pijama y entré a la ducha para darme un baño rapidísimo.

Salí vestida muy abrigada y terminé de desayunar, aunque los waffles estaban fríos.

Esperé al menos media hora hasta que comencé a impacientarme. ¿Dónde se había metido Demian y por qué no me despertó?

A decir verdad, necesitaba un poco de tiempo para asimilar lo que había pasado anteriormente. Haber asistido al retiro me ayudó mucho a no salirme nuevamente del camino y herir a más personas a mi paso. Y eso, por supuesto, incluía a Demian y a Clark. No estaba segura si iba a poder resistir ver a Clark a la cara sin sentirme culpable; y mucho menos largarme sin decirle adiós o tratar de quedar en buenos términos. Sabía de antemano que anoche él se marchó para no verme a lado de Demian y lo entendía perfectamente.

Y Aiden resultó ser un chico fuerte, no flaqueó y tampoco dio indicios de ponerse celoso, es más, alcancé a percibir un brillo tierno en sus ojos color jade que me agradecieron infinitamente, aunque no sé bien por qué.

Sin embargo, a los dos minutos, la puerta de entrada se abrió y volteé a ver al recién llegado.

Había puesto mi mejor sonrisa, pero esta se esfumó al no ver a Demian, sino a Eros Rabanne.

Tragué saliva y por instinto, salté de la cama para ponerme de pie. Pero no parecía molesto, sino aturdido.

-Pero, ¿Qué haces aquí? –me preguntó con la mirada lacerante. Noté que estaba despeinado y llevaba la ropa de anoche mal puesta.

-No, no—añadí con el ceño fruncido— ¿Qué haces tú aquí?

Sus ojos verdes se desviaron a otra parte y el rubor de sus mejillas y cuello fue imposible de ocultar. Eros era extremadamente blanco como la nieve y se había puesto rojo como un tomate. Y siendo honesta, no quise saber la respuesta a mi pregunta, porque ya lo sabía. Mi madre y él había tenido su momento en la habitación continua a la nuestra. Incluso tenía una marca en el cuello, que probablemente mamá se lo había hecho. El estómago se me revolvió.

Mi Supermodelo Personal (TERMINADA)Where stories live. Discover now