Capítulo 8: El sabor de la gloria

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Leiah

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Leiah

Te voy a contar una historia.

Es la historia de dos aves. La primera, creció con sus hermanos y hermanas, aprendió a volar, cazar y alimentarse bajo el cobijo de quienes le dieron la vida. Vivió, libre y feliz.

Esa ave, un día voló a un lugar en cenizas, el cadáver de unas tierras que alguna vez fueron verdes y fértiles. Le dolió ver los árboles talados, los copos grises deshaciéndose en el viento: residuos de la vida pasada de aquel valle. Pero en medio del dolor, vislumbró un atisbo de vida enjaulada alrededor de una cerca de alambre y barrotes de metal.

Se acercó y descubrió que la criatura que se hallaba presa era su igual, un cuervo famélico al que apenas le quedaban un par de plumas desteñidas, con las garras destruidas y la piel visible llena de tierra y hollín. Costras secas delataban el maltrato por el que había pasado, por si el vacío de sus ojos no era un grito con la suficiente fuerza.

La primera ave, la libre, notó que el cuervo estaba cautivo sin siquiera un recipiente del que beber. Le parecía insólito que siguiera con vida.

El ave libre intentó ayudar a la otra picoteando el candado, pero apenas lo tocó este cedió y cayó al suelo. Siempre había estado abierto.

—¿Qué haces aquí? ¿Por qué no has volado? —preguntó la recién llegada—. ¡Vámonos, antes de que quienes te hicieron esto nos encuentren!

Pero el cuervo no se movía.

La primera ave intentó e intentó, todos los medios posibles agotó, pero solo consiguió hostigar a quien pretendía rescatar, y con su último aliento, el cuervo se crispó, arremetiendo contra su salvador.

La primera ave retrocedió asustada y salió de la jaula. Decidió irse, pero a medio camino prefirió regresar.

—Púdrete en tu miseria. Estúpida. Yo solo intentaba ayudar.

Así, la primera ave usó sus garras para alborotar la tierra y las cenizas en dirección al cuervo, enterrándolo en su propia destrucción.

Y se fue, volando como había llegado. Libre.

Lo que la primera ave no sabía era que, aunque el cuervo parecía su igual en apariencia, tenían procedencias distintas. El cuervo fue arrancado del cobijo de las alas de su madre al nacer. Su primer recuerdo desde que la consciencia decidió visitarle, fue de una cerca tejida que le lastimaba cada vez que decidía acercarse, y de barrotes que delimitaban su mundo. A su alrededor, vio otras aves crecer exihibadas en una tienda donde distintas manos las evaluaban y decidían si le darían o no un nuevo hogar.

El cuervo solo soñaba con una cosa en su vida: un dueño, alguien que viera en su insípida existencia el valor suficiente como para ofrecerle un nuevo hogar. Pero con el pasar del tiempo, su sueño se marchitaba, y veía como sus supuestos hermanos eran arrancados de su lado para acupar su destino soñado. Y cada vez más, el cuervo envejecía y el precio en su cartel bajaba, hasta que ya no hubo uno, y tuvieron que regalarlo a los dueños de una finca.

Vencida [Sinergia II] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora