72: Orión y Ares

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Un almuerzo feliz. Orión necesitaba algo así.

Terminó agotado luego de sus descargas físicas en los campos aislados de Cetus. No había tenido descanso luego de la cacería solitaria de esos días, mismos en los que sintió que estaba de vuelta a un pasado que compartió con quien alguna vez consideró su hermano. Y acabó añadiendo un cansancio mental por haber volado hasta el refugio.

Con mucha comida y bebida a su disposición, tranquilidad absoluta y el silencio justo acompañado de la medida correcta de comentarios por parte de Ares.

Aquel almuerzo no pudo haber estado mejor.

Se limpió la boca con su servilleta y terminó su copa sin apuro.

Y entonces sintió que le faltaba algo.

Faltaba un alarde de suspicacia por parte de una imponente mujer de tamaño nimio y ojos desiguales. Algún comentario mordaz o insulto que camuflara las ganas de una pelea que los agotara a ambos.

Orión sonrió decepcionado de sí mismo al darse cuenta de cómo estaba extrañando a la mujer que lo sacaba de quicio, le había clavado dos flechas al comienzo de su interacción, y que tantas veces había jurado que le asesinaría.

—¿Dónde está Leiah?

Ares, que estaba agotando el cuenco de frutas ahora que ya había terminado su almuerzo, se detuvo a mirar a Orión con los ojos entornados.

—¿Cómo? ¿No estaba contigo en la comida esa con tu suegra?

Orión reaccionó a esas palabras con lo más parecido a una cara de culo que tenía.

—Leiah tenía que haber llegado hace cuatro días, Ares. ¿Dónde está?

—¿Leiah «tenía que haber llegado»? —inquirió Ares sin tomarse nada bien el comentario de Orión—. ¿No estabas tú con ella? ¿No venían juntos?

—Ares, si esto es una broma por el culo de Canis que...

—No es ninguna broma, Orión. ¿Qué pasó que mandaste a Leiah sola?

Eso agrió el ánimo de Orión haciendo que se pusiera a la defensiva.

—Ella quiso venir sola, ¿qué podía hacer? Sabes cómo es.

—¿Cómo es ella?

El asesino de sonrisas fáciles ya no tenía rastro de ninguna en su rostro. Los músculos de su mandíbula estaban tensos, pero hizo un esfuerzo por respirar y no explotar. Alargó su paciencia lo suficiente para hablar con seriedad sin ser agresivo.

—No sé qué habrá pasado entre ustedes para que tomaran rutas separadas pero, si no estoy mal, también debiste haber llegado hace cuatro días. Creí que se habían perdido juntos.

—No, yo solo... —Orión volteó la cara avergonzado e impotente—. Necesitaba un momento para caminar.

—Tal vez ella necesitaba un momento más largo.

—¿Y Henry? ¿Él tampoco ha llegado?

Ares negó.

—Bien. Si están juntos ella no corre peligro, tal vez solo quiso perderse un rato.

—Cuatro días es un largo rato —señaló Ares entre dientes, casi sonaba a amenaza—. Además, si quería estar sola, ¿por qué quedarse con Henry? ¿No podría enviarlo para que nos avisara de su ausencia? Está molesta contigo, no conmigo.

—Nunca vamos a entender a Leiah, ni lo intentes.

—¿Entonces? ¿No hacemos nada?

—Ares, es posible que ella esté en un motel a unas cuadras riéndose de nuestra preocupación.

Ares tomó el cuchillo con el que habían estado cortando la carne, lo hizo rozar en su mano y lo clavó en la mesa con sus ojos fijos en Orión.

—O es posible que, ahora que Sargas sabe que está viva y le robó a Cassio, tu espada, por cierto, el muy maldito haya mandado una nueva comitiva a capturarla. Es posible también que la atraparan y esté siendo interrogada justo ahora por una jodida horda de jodidos sirios.

—¿Y qué se supone que haga? —espetó Orión—. Si la busco y ella resulta estar bien...

—Hay que hacer algo. En el peor de los casos la encontraremos con vida, festejando y odiándonos porque no quería saber nada de nosotros y nos hemos entrometido. O no hacemos nada, y tal vez no volvamos a saber nada de ella, viviendo eternamente con la incertidumbre y el cargo de consciencia.

Orión asintió.

—Bien. Entonces estaremos de acuerdo en que es momento de usar nuestro comodín.

Ares arrancó el cuchillo de la mesa y se dejó caer en la silla con los brazos cruzados.

—Tengo que ir a Ara —concretó.

—Ten cuidado. No quiero tener que salir a buscarte a ti.

Ares se levantó enseguida, no dando más largas al asunto, y agregó:

—Si Ara me quisiera muerto no habría desperdiciado las primeras mil oportunidades. Avísame a la torre si ella vuelve antes que yo.

—Lo haré.

Orión veía a Ares ponerse su abrigo no sin cierta aprensión en el estómago.

Estaba pasando.

—Ares...

—¿Qué? —inquirió el asesino mientras arreglaba sus mangas.

—Esto no se siente nada bien —reconoció el capitán—. Tienes razón, me equivoqué. Cometí una inmadurez gigante, lo compliqué todo, debí...

Ares puso los ojos en blanco.

—Espera cinco minutos, ¿quieres? —le dijo el asesino mientras se aproximaba a la salida—. Le diré a Amarok que se quede contigo estos días. Alguien tiene que vigilar que no te suicides.

—Ares...

Pero él ya había cerrado la puerta.

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Nota:
Me muero por saber lo que piensan, dejen todas sus reacciones y teorías.

Habrá otros así porque los siguientes capítulos los he dividido de forma que esta recta final la vivirán desde distintos puntos de vista y distintos lugares del reino, así, los últimos capítulos serán el clímax de cada conflicto. No sé si se entendió, pero ya lo entenderán, solo se los digo para que no se asusten por el largo de los capítulos.

Ahora sí están sintiendo la recta final, ¿no? Muajaja

Vencida [Sinergia II] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora