78: La dama de Leo

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«¿Ahora en qué sirios me metí?», pensó Leiah.

Llevaba un rato ya sentada desde que habló con lady Indus Sagitar y le pidió a Draco que abandonara la habitación.

Necesitaba meditar hasta el más leve de sus próximos movimientos, pero le faltaba algo muy preciado para ello: tiempo. Afuera las tensiones de la guerra habían colapsado, la gente había salido a defenderse —o eso le dijeron— y los lores desde el castillo apenas hacían uso de los muros con ballestas, arqueros y catapultas aprovechándose de la altura como ventaja.

Pero con tan pocos hombres y la nula fragilidad de los sirios, seguían con las posibilidades en contra.

En especial teniendo al rey maldito en medio de la tropa enemiga. Hasta ahora decían que no se había movido, pero, ¿por cuánto tiempo mantendría su inactividad?

Leiah secó sus manos en la falda de su vestido y suspiró, decidida a enfrentarse a sus propios miedos.

—Sah —llamó en voz alta—, ¿crees que tú puedas comunicarte con el otro cosmo?

«Es tu cosmo, Leiah. Si puedes hablar conmigo podrás comunicarte con él».

—Pero...

¿Cómo explicar algo que ni ella misma comprendía?

—No me habla —dijo por toda respuesta.

«No estoy segura de que todos los cosmos hablen, pero deberían saber comunicarse».

—Entre el deber y el poder hay un trecho largo, ¿no crees? Le hablo y le hablo y siempre me ignora.

«Aww, pero si se parece a ti».

Leiah resopló obstinada y enterró su rostro entre sus manos.

A veces quería estrangular a Sah, por desgracia los poderes cósmicos no tienen un cuello lógico.

«¿Al menos lo sientes?», indagó Sah cautelosa al ver el estado en el que estaba Leiah.

—Sí —respondió Leiah comprobándolo en ese preciso instante—. Es monstruoso. Llevo su magnitud quemándome a la espalda, se siente como... Es casi como tener la inmensidad de una tormenta, con rayos, truenos e incluso huracanes, eclipsados dentro de mi sombra.

«No sé cómo podría ayudarte, Leiah. Se supone que te debe llamar. ¿Te está llamando?».

Leiah dejó salir una risa corta similar a un bufido.

—Al contrario, siento que me repele. Me detesta, Sah. No hay ninguna afinidad, es como si una especie de mano hecha de cosmo mantuviera una presión constante entre la sombra y mi espalda para alejarme. Esa presión no mengua.

«Tendrás que preguntarle al respecto».

Leiah inspiró, cerró los ojos y exhaló.

«De acuerdo, aquí vamos», pensó Leiah. Seguía secando las manos en su vestido, sus nervios superaban los previos a cualquier obra o ensayo. No necesitaba de un escenario, el vértigo estaba en la boca de su estómago reclamando atención.

—Eh... ¿Leo? —Leiah carraspeó enseguida. Se sintió hablándole a una sala desolada—. ¿Estás ahí?

Solo recibió silencio.

«Lo haces horrible».

—¡Sah, no me ayudas!

«Parece que le hablas a la pared».

—Es porque le estoy hablando a la pared, ¿no ves que no me contesta?

«Si me hablas así yo tampoco te contestaría».

Vencida [Sinergia II] [COMPLETA]Where stories live. Discover now