55: Desastre [+18]

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Ares despertó con una sensación de plenitud extraña. Recordaba haber perdido la consciencia a mitad del enfrentamiento de los hermanos Kolbex. Había sido herido, y en medio de la hemorragia acabó desmayado mientras Amarok, el capitán de su guardia y algún otro soldado lo protegían.

Orión. ¿Dónde estaba? Él los había salvado a todos destruyendo la estatua del escorpión. Ningún hombre normal podría mover las vértebras de piedra así. ¿Qué pasaba con ese caballero? ¿Es que en secreto había recuperado el poder de Cassio?

No, no era posible. De ser así hace tiempo habría lucido sus alas como buen fanfarrón. Además, ellas lo harían más efectivo.

Ares respetaba a Orión tanto como le temía. Como un mortal ya era implacable. ¿De cuánto más sería capaz una vez recuperara su cosmo?

El asesino definitivamente no quería al caballero de enemigo.

Una sacudida lanzó a Ares al suelo. Así entendió que había despertado sobre un asiento y que iba en un carruaje en movimiento.

Un par de manos le ayudaron a incorporarse y la lucidez se fue abriendo paso en su mente para que pudiera reconocer a Amarok Kolbex y a Orión Enif.

—¿Ves? —dijo Orión a Amarok—. Sí está vivo.

—No gracias a ti —se quejó Ares sobando donde se había golpeado al caer. Extrañamente era la única incomodidad que percibía.

—Todos están vivos gracias a mí —repuso Orión.

Ares se desprendió de sus brazos y se levantó por sí mismo, sentándose en el asiento del que había caído.

—Me dejaste solo y casi hacen puré de mango.

—No seas modesto, no te fue tan mal.

—¡Me atravesaron con una maldita espada!

El entrecejo de Orión se frunció ante esas palabras, y aunque Ares estaba haciendo su drama a modo de broma, detectó que el caballero estaba en serio confundido por lo que acababa de decir.

—¿Quién mierda te atravesó con una espada?

—Pues, verás, Orión, no se me ocurrió preguntarle el nombre.

Orión puso los ojos en blanco.

—Estás soñando cosas raras —zanjó Orión con una tranquilidad marcial, como si hablara con un soldado novicio—. Son gajes de la batalla, no te preocupes. Cuando lleguemos al refugio ya debería estar Henry ahí, esperándonos con tanto alcohol como para perder la consciencia por tres días y con suerte olvidar un poco de las vísceras, los gritos y las entrañas.

—He matado antes.

—No así.

—Peor —repuso Ares, obstinado como no se había mostrado antes.

A pesar del traqueteo del carruaje, Ares se puso de pie y levantó su camisa con intención de mostrar la herida que le habían hecho. Salvo que no existía tal. Solo estaba la piel dura y adolorida de su abdomen luego de tanto esfuerzo físico en el combate. Ni un rasguño visible. Ni el indicio de un hematoma.

—¿Pero qué clase de vendas usaron conmigo? —exclamó Ares con horror al verse.

—Todos somos conocedores de que tienes un abdomen precioso, ladronzuelo, no hace falta que nos lo restriegues en la cara.

Ares se veía por completo fuera de sí, anonadado hasta el horror, sus manos, que todavía levantaban la tela de la camisa, temblando de nervios.

—¿Quién me suturó, Orión? ¿Ara?

Vencida [Sinergia II] [COMPLETA]Where stories live. Discover now