Capítulo 39: Amar no es un crimen

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Ares se había quedado dormido entre dos sillas frente a la mesa. A Orión no parecía importarle, pues estaba ahí sentado del otro lado bebiéndose un brebaje para su resaca.

Leiah hacía horas que había vuelto a su habitación, justo después de terminar la segunda botella. Ya no cerraban con cerrojo, de todos modos ese día se iría de vuelta a la mansión de Sagitar.

Cuando ella salió, arreglada tanto como era posible para no parecer una prisionera cuando se reencontrara con Draco, al pasar junto al Ares dormido se detuvo.

Con sus manos cruzadas bajo el chal con elegancia, su espalda erguida y su mentón en alto, miró con el ceño fruncido al asesino durmiente. Orión detuvo la taza a medio camino de sus labios, observando con detenimiento lo que Leiah hacía.

La actriz era bastante consciente de que el hombre acostado en las sillas no tenía camisa. Y Orión también.

Ella podría haberse quedado a contar y detallar uno a uno sus tatuajes, el árbol con las ramas secas, el león en llamas, el águila con los gladios cruzados, y la manera en que estos resaltaban por la intensidad del negro, adornando sus brazos, pecho y clavícula... Pero esa no era su intención.

Estiró la mano hacia su abdomen, lento, como si evaluara la posibilidad de que el chico despertara.

Orión frunció el ceño, mirándola, de una forma que arrugó hasta su nariz.

Cuando los dedos de Leiah ya casi rozaron la piel de Ares, ella cerró su puño y le propinó un golpe que hizo al asesino doblarse de dolor emitiendo sonidos agónicos, como si estuviera a punto de vomitar.

—¿Tienes un sirio dando vueltas en tu cerebro o qué mierda te pasa? —jadeó Ares, agarrándose todavía el estómago.

Orión volvió a beber de su taza para que no se notaran sus ganas de burlarse.

—Lo lamento, sir Ares —emitió Leiah con un derroche de modales que hizo a Orión poner los ojos en blanco—. Debido a que este es mi último día aquí no podía perder la oportunidad.

—¿De asesinarme?

—De asesinar, sí: mi curiosidad. Tenía la duda de si su abdomen es de piedra incluso mientras duerme.

Orión entornó los ojos nada más oír esas palabras.

—La próxima vez, mi lady, avíseme y le doy un recorrido guiado —ofreció Ares con galantería, a pesar de que seguía sobando su estómago.

—Si hay una próxima vez... prefiero que me dé el recorrido por sus tatuajes.

Leiah escuchó el carraspeo de Orión, lo que la hizo voltear a verlo con un arco inquisitivo en su ceja.

—¿Algún problema?

—No, ninguno. Considérame… sorprendido. —Y a pesar de ello no había en su rostro rastro de sorpresa en el rostro de Orión—. No sabía que las mujeres tan prontas a casarse tuviesen tendencia a coquetear con asesinos.

Leiah miró a Orión con toda la ira que había dejado en pausa hasta ese momento.

—¿Qué sabrás tú de las tendencias de una mujer? ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con una además de mí?

Orión no dijo nada, pero se unió al fuego de aquel duelo de miradas, sus dedos apretando fuerte la taza con el brebaje.

—Eso pensé —sentenció Leiah antes de desaparecer tras la puerta de entrada.

—La voy a asesinar —dijo Orión en voz alta sin darse cuenta.

—Apuesto a que ella tiene la misma fantasía —agregó Ares robándose una hogaza de pan de la mesa para metérsela entera a la boca—. ¿Ya le contaste?

Vencida [Sinergia II] [COMPLETA]Where stories live. Discover now