Capítulo 32: Prisiones

8K 1.6K 1.2K
                                    

El desayuno fue un momento de verdadera paz para ambos, pero antes de continuar con lo que sea que Draco debía mostrarle, Leiah necesitaba un momento para sí misma, pues una inquietud no la dejaba tranquila

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El desayuno fue un momento de verdadera paz para ambos, pero antes de continuar con lo que sea que Draco debía mostrarle, Leiah necesitaba un momento para sí misma, pues una inquietud no la dejaba tranquila.

Pudo haber esperado a que prepararan un carruaje, pero en ese momento tenía ganas de cabalgar por su cuenta. Al menos así, tendría total dominio sobre la velocidad del paso y no estaría al borde de insultar al cochero porque no avanzaran tanto como ella quisiera.

Llegó a Mujercitas y pidió que la condujesen al despacho que Madame Delphini tenía mientras estaba en Ara. Una vez en el, consiguió a Madame encendiendo su pipa blanca con sus delicados dedos forrados en satén rojo.

—¡Por el ano de Canis, Leiah! —tosió Delphini al ver el reflejo de Leiah en el cristal de una de los cuadros de su despacho—. ¿Cómo eres tan silenciosa con esos tremendos tacones?

—He estado practicando, madame —dijo Leiah cerrando la puerta tras de sí.

—La próxima vez aclara tu garganta, casi me trago el mango de la pipa.

—Tal vez es una señal para que cambie al cigarro.

Madame Delphini miró a Leiah con el ceño fruncido y los labios contorsionados de asco.

—No vuelvas a insultarme así. Puedo perder la compostura un par de veces al día, pero jamás la clase. Al menos no tanto como para fumar papel con los dedos desnudos.

Leiah puso los ojos en blanco y tomó asiento. Madame Delphini no sabía lo que se estaba perdiendo, pensó Leiah. ¿Cómo olvidar lo que un cigarrillo y algo de licor le hicieron a El cometa rojo? No, definitivamente Leiah sería fiel al cigarro por el resto de sus días. Esperaba ser sepultada con uno en la mano.

—¿Qué te trae por aquí, pequeña saltamontes de Cetus? —preguntó Delphini exhalando el humo de la pipa que al fin había logrado encender.

—Puag. No extraño los saltamontes. Suerte que las temperaturas de Ara no los permiten vivir por aquí.

—Parece que estás muy cómoda en la capital.

—Lo estoy, madame. Aunque Draco quiere que viajemos por todo Áragog si es posible.

—¿Y tú no?

Madame Delphini miraba a Leiah con los ojos levemente entornados. Algo en el tono de Leiah la alertaba.

—Tal vez —contestó la actriz—. Quiero conocer, claro, pero...

—A ver —Madame Delphini soltó su pipa—. Cuéntame qué pasa.

Leiah se mordió los labios, vacilante, antes de proseguir.

—Madame, tengo una duda que me carcome y me temo que no tengo idea de con quién más sería sensato discutirla.

—Adelante, desahogate.

—Es que... —Leiah miraba en todas direcciones, como buscando con qué distraerse para no tener que mirar a Delphini a la cara—. No sé si algo está mal en mí o es que algo falta y no sé qué es, ni cómo buscarlo. Siento que, irremediablemente, soy feliz con Draco. Le quiero, nuestra amistad ha crecido a mi costa y ya no puedo detener esta confianza y magnetismo que hemos creado.

Vencida [Sinergia II] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora