Capítulo 29: Ares

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La noche de Ara, con el desastre económico que estaba sufriendo el reino, era un lujo que ya pocos podían permitirse. Incluso los mejor posicionados en la escala del poder que confiere el dinero, preferían no agotar sus recursos si no era en una emergencia.

Pero Ares Circinus solo trabajaba de noche.

Miraba desde las sombras, siempre siguiendo a las mismas personas, ocultándose en las mismas azoteas, pendiente de los mismos balcones. Se camuflaba para conocer el terreno y esperar el momento en el que atacar fuese oportuno.

Madame Leiah era una actriz precavida. Tenía guardias acampando fuera de la mansión y en las entradas a su aposento. Tenía catadores, por lo que envenenar su comida era una pérdida de tiempo. Y al beber, siempre usaba sus propios cálices y solo lo hacía si era de una botella recién destapada.

¿Por qué una actriz se tomaría tantas molestias para evitar que la asesinaran? ¿Por qué alguien querría hacerlo, en primer lugar? Y, lo más importante, ¿por qué el rey mandaba a su asesino personal a eliminarla?

Ares se lo había visto difícil para colarse por su balcón. Había tenido que colarse temprano a los aposentos, trabar las puertas para que al ser cerradas durante la noche, Ares pudiera abrirlas empujando desde afuera. Tuvo que esperar al anochecer, sortear los guardias, estudiar los puntos ciegos, moverse con sigilo, escalar en mudo silencio para luego colarse al interior como una sombra, tan sedoso e imperceptible como las cortinas que ondeaban en la habitación.

La actriz dormía plácidamente, pero a él no le importaba ni su cuello ni muñecas ni otros puntos vitales. Sargas le ordenó discreción y eso haría.

Hacía poco había resuelto que la única manera de envenenar a la actriz sería envenenando directamente el interior de los cálices que usaba para beber como un carnicero.

Lo consiguió con éxito, pero a mitad de la noche la mujer que por tantas horas había acechado, se levantó de la cama impulsada por una especie de insomnio. Descalza, fue hacia las puertas del balcón para ver a través del cristal de estas el cielo imponente de Ara. No se atrevió a salir. Aunque el frío en el balcón sería tolerable, prefería evitarlo. Así que puso las manos sobre el cristal mientras veía hacia afuera, y soltó un respingo al escuchar cómo encajaban las puertas, cerrándose ante el empujón de sus manos, ya que habían estado abiertas.

A Ares esto no le preocupó. No sería difícil salir de esa situación. Incluso cuando la mujer se giró a estudiar la habitación, él solo tuvo que camuflarse entre las sombras y aguardar el momento clave para escapar.

Pero algo no había previsto, y ese algo fue su peor desliz. Porque, en la lejanía siempre había visto a la actriz como una figura inconfundible por su porte, vestimenta y corte de cabello. Pero jamás, jamás, la había visto a los ojos. No como esa noche, cuando ella volteó hacia las sombras que lo ocultaban, como si pudiera atravesarlas y hacer contacto visual.

«Aquía».

Por desgracia para Ares, no lo pensó. Lo dijo. Y así reveló su paradero, dándole oportunidad a la mujer de que saliera despedida hacia las afueras de la habitación, en busca de los guardias.

Cuando Leiah volvió su habitación con una docena de guardias, solo hallaron las puertas del balcón, ahora abiertas por completo, creando una danza frenética de las cortinas en el interior de la habitación.

Registraron cada centímetro del lugar, debajo de cada mueble y cada tablón. No encontraron nada. Al hacer inventario descubrieron con alivio que el intruso solo había sido un ladrón, puesto que, al huir, se llevó todos los cálices que Leiah guardaba en su alcoba.

Vencida [Sinergia II] [COMPLETA]Where stories live. Discover now