Capítulo 33: Hijo de Canis

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Roshar Rah'Odin, el arka astrólogo personal de Sargas, fue convocado a la sala del trono. Le sorprendió encontrarse con que el lugar había sido remodelado a un punto tan espeluznante. Casi parecía una caverna, con apenas unas pocas antorchas de fuego blanco para iluminar un espacio tan inmenso.

El rey Sargas Scorp estaba sentado un trono rediseñado. A Roshar le gustaban los fósiles y los cráneos en la base, pues daba a Sargas un aspecto de tirado todopoderoso al que pocos se atreverían a incordiar.

Apenas llegó a la base de los escalones que lo separaban del atril del rey, notó por primera vez que había una mujer ocupando el trono de la reina. Y no era, de ninguna forma, Lyra Cygnus. De hecho, por el descaro con el que portaba su escote que multiplicaba el volumen de sus senos, Roshar podría apostar a que era una prostituta.

—Majestad —saludó al llegar a su presencia.

—Roshar Rah'Odin —saludó Sargas y se volvió hacia el hombre que sostenía la botella con la que abastecía su cáliz—. Copitas, trae un cáliz también para mi invitado. O no. Mejor lleva todo a mis aposentos. Me cansé de escuchar a esta gente, dile a mi Mano que se encargue a partir de ahora.

—Pero, majestad, hoy no ha venido ni una sombra...

—Pues me cansé de no escucharlos entonces. Te di una orden, Copitas.

Le entregó su propio cáliz y el sirviente procedió a obedecer sin mediar ninguna otra palabra.

Sargas se levantó de su trono y le extendió la mano a la mujer en el trono de Lyra para ayudarla a ponerse de pie.

—Vendrás con nosotros —dijo Sargas mientras la mujer aceptaba su mano enguantada con un porte reverente y una leve sonrisa de paz.

Sargas y la mujer caminaron hasta quedar a la altura de Rah'Odin, quien vestía una de sus características túnicas estrelladas, esta vez de un blanco perla que hacía resaltar su piel oscura.

—¿Qué esperas? —inquirió el rey—. Acompáñanos.

Roshar no movió ni un pie.

—Es que estoy... Asimilando. No sabía que ya empezabas a coleccionar vendidas.

Sargas bufó.

—¿Ella? No es mi vendida, es mi... —La miró, de arriba a abajo, y sus ojos ahora sin color destellaron en una sonrisa—. Mi amuleto de la suerte.

—Las conversaciones que tenemos nosotros no necesitan de mediadores, mucho menos de oídos y bocas que puedan retener lo que digamos y luego repetirlo, así que si no tienes intención de flagelar tu «amuleto» hasta que pierda ambos sentidos, espero que lo dejes muy lejos del lugar donde tú y yo hablaremos.

—No la voy a dejar...

Roshar no se quedó a escuchar el resto de la excusa, se dio la vuelta con intención de irse del lugar.

Vencida [Sinergia II] [COMPLETA]Where stories live. Discover now