56: Antares

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Lyra

Atiborrada la mesa en el fondo de una de las salas de la planta baja de la biblioteca Sagitar, una lámpara de fuego blanco iluminando un fajo de volúmenes rápidamente reunidos, Lyra pasaba la mejor parte de estar con vida y en Hydra, indagando más en su investigación de la herbología.

Pese a la preocupación y su maquinación constante, desconfiando de cualquier gesto, amable o ligeramente hostil, con ojos encima de ella en todo momento, no había pasado un mal día.

Comió bien. Ausrel no pasó a visitarla y los guardias accedieron a escoltarla personalmente a la biblioteca ya que sus vendidas desaparecieron luego del almuerzo.

Casi no se sentía como que acababa de anunciar un compromiso que no había consentido, ni que había una posible guerra a las puertas que, en caso de que no acabara destruyendo su vida o hiriéndola de gravedad, la haría parte de una dinastía que pretendía usurpar sus tierras, a su costa, y dárselas a quien sea que se casara con Indyana Sagitar.

Llegó a un punto de su investigación en el que no entendía un término y el libro en cuestión citaba otro como referencia, así que decidió buscarlo para enterarse de lo que estaba leyendo.

Se levantó y se dirigió al laberinto de estanterías, su lámpara en mano, un guardia detrás de ella atento para cargar los tomos que seleccionara, aunque ella pretendía buscar solo un libro.

Mientras buscaba en el índice, advirtió otra luz que se desplazaba por el otro lado de las estanterías. Se giró, confirmando que el guardia seguía a su lado, y al volverse de nuevo se topó de frente con lady Sagitar y su sirviente que sostenía para ella otra linterna de fuego blanco.   

—Lady Indus —saludó Lyra con una reverencia.

—Sígueme, querida. Tenemos que hablar.

Por supuesto. La paz no podía ser eterna.

Llegaron al propio reservado de lady Indus en completo silencio.

Con un gesto de la mano, la mujer le indicó a Lyra dónde debía sentarse, muy próxima a un sillón de terciopelo donde se sentaba la propia lady Indus. Junto al sillón, había un taburete donde un hombre, visiblemente un erudito, esperaba con el libro separado por una cinta perlada que marcaba la página donde se había quedado en su lectura, misma que recitaba para la mujer del castillo.

—¿La he importunado de alguna forma? —preguntó Lyra al ver la expresión inescrutable y el porte con el que lady Indus se sentaba.

—Para nada —zanjó la mujer, despidiendo todos los sirvientes con un único gesto de la mano—. En mi vida he conocido una inquilina tan agradable. Haces de la convivencia algo sencillo y, a la vez, te las arreglas para resultar interesante.

Lyra le sonrió con humildad.

—Yo no me siento interesante, mi lady.

—Te creo. —Por primera vez, la mujer volteaba a mirarla directamente—. Y eso solo contribuye a tu atractivo. Sé que eres una persona prudente y callada, pero hoy te insto a que seas algo más: honesta. No el tipo de honestidad que se le perdona y aplaude a un hombre, pero tal vez la justa y necesaria para entendernos como damas.

Lyra frunció el ceño.

—¿Cree que he sido deshonesta?

—Creo que has sido brutalmente honesta en silencio. Y me refiero a los libros. A tus paseos. Eres transparente: quieres más que las comodidades de una princesa. Quieres, tal vez, lo que define a un Sagitar: practicidad. Eso me gusta, y hoy te insto a que no lo reprimas. Si vas a casarte con mi hijo bien podrías ser solo su acompañante. Una compañía agradable, sin duda, pero si quieres aprender lo justo para eventualmente ser la mujer de Hydra, entonces mi deber es guiarte. Así que dime, Lyra, ¿quieres ser su esposa o quieres ser lady Sagitar?

Vencida [Sinergia II] [COMPLETA]Where stories live. Discover now