83: Adiós, Lyra

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Lyra

En algún punto entre los besos, el ramo de cilantro, los peinados horrorosos y las flores que parecen paletas, Lyra había terminado aceptando que sentía por Antares mucho más de lo que era prudente.

Y no era algo que ayudara en ese momento.

Luego del ataque que tuvo durante la noche y cómo él supo lidiar con ella sin juzgarla, sin soltarla, sin permitir que se hundiera sola... Todo eso hacía trágicamente difícil la decisión que Lyra ya había tomado.

No quería lastimarlo de ninguna forma. No sentía que lo mereciera.

El último tramo no lo hicieron a carruaje. Dejaron todo su equipaje para que llegara detrás de ellos, pero Lyra hizo uso nuevamente del cosmo de Antares como transporte a través del viento, aunque tan cerca del norte era gélido y lleno de esquirlas de hielo.

—¡Lyra! —le gritó Antares en medio de uno de sus desafiantes saltos, cuando el arco había llegado a su punto más alto y el vértigo del descenso arrastraba sus pies y bullía en sus estómagos.

—¡¿Qué?! —preguntó ella. Fuertemente aferrada a él, el rostro enterrado entre su cuello y el cabello de ambos fluyendo con la furia del viento.

Él, como había aprendido algo de decencia por ella, esperó a aterrizar para decirle:

—Cada vez se te da mejor montarme.

Fue la última risa de su princesita.

Al llegar a la frontera los recibió la legión de guardias de lord Amstrong, el hombre al que Sargas había entregado Deneb luego de su participación en el asedio y posterior ataque a Baham.

Estarían preparados para matarlos, capturarlos o entregarlos a la corona. Y aún así Antares estaba firme y tranquilo mientras avanzaba hacia ellos, porque Lyra le había dicho que tenía un plan. Y él confiaba.

Ella le puso una mano en el pecho de improviso, y él se detuvo al instante.

—¿Sucede algo?

Ella no respondió, solo tragó en seco. Su corazón parecía estar gritando la verdad a través de su pecho, ¿lo estaría escuchando Antares?

—Lyra... —Él puso una mano en su cintura y bajó la voz para que solo ella pudiera oírlo—. Si estás dudando, si tienes alguna preocupación... Dame una señal y los asesinaré a todos. No podríamos defender el reino, pero no permitiría que nadie te toque.

—No llegamos hasta aquí para eso.

—Tampoco para entregarnos.

Si tan solo supiera...

Lyra vaciló, retorciendo sus manos y sin soportar el contacto visual.

Era una cobardía de su parte. No podía hacer eso, debía verlo a los ojos.

Y eso hizo.

—Tú entiendes... que por mis hermanas haría cualquier cosa, ¿no? ¿Entiendes que traicionaría a cualquiera?

El corazón de Antares se saltó un latido. Una punzada del veneno de su cosmo cosquilleó en alarma contra su pecho. Pero lo contuvo al instante, decidido a confiar y desechar los malos pensamientos.

Era absurda esa repentina inquietud.

—Por supuesto, Lyra. ¿Por qué me dices esto?

Para su sorpresa, Lyra se lanzó a abrazarlo con las manos alrededor de su cuello.

—Espero que algún día puedas perdonarme por esto.

—¿Perdonarte por qué? —inquirió Antares. Había acabado por aceptar, aunque no de palabra, que había sido el mayor imbécil de Áragog.

Vencida [Sinergia II] [COMPLETA]Where stories live. Discover now