62: Hielo envenenado [+18]

7.2K 1.2K 2K
                                    

Lyra


—Creo que deberíamos bajar a ver a tus hermanas —dijo Antares una vez llegaron al refugio—, si no les entregamos sus libros no nos dejarán en paz ni en nuestras pesadillas.

Lyra asintió, así que ambos bajaron las escaleras en espiral de piedra a la habitación de las Cygnus. Para sorpresa de ambos, las encontraron dormidas.

Aunque ambas tenían camas separadas, se quedaron rendidas una junto a la otra encima de un manojo de cartas. Freya con las piernas encima de Gamma, y esta con su brazo en la cara de Freya.

Antares sonreía tanto que —para no sucumbir a la risa y evitar la bulla— tuvo que voltearse con la mano contra su boca y tomar aire.

Lyra lo miró, perpleja, y se dio cuenta de una cosa que emitió en voz muy baja.

—Les tienes cariño.

Él se volteó hacia ella, todavía haciendo respiraciones y sin perder su buen ánimo. Esperó a que no quedaran residuos de esa risa en su voz, y entonces le dijo:

—¿Qué te sorprende?

—Bueno...

Lyra miró en derredor el lugar. Los juguetes. Los libros. La ropa. Todo perfectamente organizado por la vendida. Y además tenían horarios, tareas y la posibilidad de un futuro. Ellas estaban bien. Era lo último que esperaba Lyra de un escorpión como guardián.

—Todo este tiempo he estado con ellas, Lyra —dijo Antares a su espalda—. Se convirtieron en mi mundo desde que te perdí. Si mi sombra atentara contra su bienestar me la arrancaría.

Lyra comprendió que Antares, quien antaño era un desconocido para las Cygnus, había pasado más tiempo conviviendo con sus hermanas que ella misma. Las conocía más, y mejor, aunque no tuviera su sangre.

Lyra cayó en cuenta de que todo ese tiempo no había tenido la oportunidad de ser la hermana de Freya ni de Gamma, y que incluso cuando le dio el golpe a Áragog no pensaba en mantenerlas a ellas —aunque encontrarlas fue lo mejor que le ocurrió en la vida—: pensaba en ser la mejor reina posible para Deneb.

Si acaso, se le cruzó la idea de ser un buen ejemplo y darles el mejor futuro posible, pero no, no se había detenido a ser su hermana.

Eso podía cambiar, y estaba dispuesta a hacerlo.

Se acercó a ellas y empezó a arreglar el desastre. Antares se unió en su ayuda, cargando a Gamma para dejarla en la cama contigua mientras las delicadas manos de Lyra acariciaban el rostro de Freya luego de sacarle el cabello de la boca.

Le dio un beso en la frente, largo, deteniéndose a respirar su aroma, a aprenderse el tacto de su piel. Necesitaba conocer a las niñas que a partir de entonces serían su prioridad en todo.

Se apartó un momento más tarde, notando cómo, a pesar de no salir de la profundidad de su sueño, Freya ahora sonreía.

No se levantó de la cama. Recogió, con cuidado de no hacer ruido ni moverse mucho, una a una las cartas con las que habían estado jugando. Notó que todas tenían ilustraciones de un cielo nocturno como se vería desde un telescopio, y cada una representaba una constelación con una estrella dominante.

Detrás de ella, Antares tiraba de los lados torcidos de la sábana para extenderla y acomodarla.

La heredera de las Cygnus se levantó y fue hasta la cama contigua para besar a su otra hermana. Gamma tenía el cabello como un nido de ardillas, tan enredado que Lyra no pudo acariciarlo sin hacerle daño al sacar su mano de este.  La niña se removió y protestó bajo su tacto, buscando la almohada para ponérsela sobre la cara y protegerse.

Vencida [Sinergia II] [COMPLETA]Where stories live. Discover now