Capítulo 21: Lesath

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Lesath Scorp, rey de Áragog.
Presente.

Lesath siempre había sido un hombre paciente, frío como la hoja de una navaja y un experto en manipulación.

Con sonrisas radiantes y silencios atentos mantuvo a su reino conforme, alegre y en una cálida paz. Siempre jugando las cartas que esperaría su oponente de él, y guardando para el final la estocada de hierro, porque Lesath Scorp nunca había estado en jaque sin tener un enroque bajo la manga.

Desde pequeño, se rodeó de estrategas e ilusionistas que le enseñaron el arte de mentir con la verdad. Creció bebiendo de las múltiples caras de la política, y se reconstruyó en gran parte, evolucionando en cuanto a sus maniobras, desde que comenzó su compromiso con la bahamita hija de Jalast'ar Nashira. En la actualidad ya estaba graduado.

Sobrevivió a más traiciones que cualquiera, aprendió a prever lo inesperado, a leer a las personas, a improvisar sobre un plan destinado a la ruina, a evitar catástrofes y a entretejerlas mientras te mira a los ojos y te da exactamente lo que le pides.

No sabía existir de otra manera, así aprendió a sobrevivir, haciendo cualquier cosa, hasta la más despiadada, por el bien propio, el de la Corona, y el de su familia.

Y aunque enseñó a sus hijos para que pudieran sucederlo, jamás les dijo todo. Se aseguró de darles las armas que pudieran lastimarlo, solo para ocultarles que habían otras que lo podían asesinar.

Y a pesar de ello, parecía que Shaula y Antares lo habían decepcionado. Pero nunca había estado más orgulloso de ellos.

No podía decir lo mismo del bastardo.

Lesath se veía al espejo mientras uno de sus lacayos ajustaba la capa a sus hombreras. La corona seguía sobre su cabeza, y una sonrisa manchaba sus labios de alevosía. La sonrisa de un escorpión.

Se llevó la copa de vino a la boca, y bebió sin poder, ni querer, domar esa curva maliciosa. Porque había ganado. Porque la corona seguía sobre las hebras blanquecinas de su cabello a pesar de todas las malditas intrigas y atentados en su contra, y porque acababa de dar pequeños pasos más allá del alcance de cualquier observador.

—Mi rey —llamó uno de sus guardias entrando a la habitación en donde su majestad se terminaba de cambiar—. Hubo un cambio de planes de último minuto y me mandaron a informarle.

—¿Cambio de planes? ¿De qué tipo y por qué no lo he autorizado yo?

Se suponía que esa noche, Lesath cedería ante Deneb, jurando hincar la rodilla delante de su propio hijo, reconociendo las tierras del Cisne como un reino libre e independiente, abriendo tratados de comercio y de paz.

Una guerra menos.

¿Qué podía haber sucedido de improviso como para adelantarse a algo como eso?

—Majestad, necesitan que usted los asista con su bendición y la de Ara.

—¿Para qué precisamente? —preguntó el rey con intriga y paciencia.

—Para ungir a un asesino. A él asesino del reino.

Lesath mostró desconcierto total en su rostro.

—¿Tenemos asesino?

—Por supuesto que sí —el guardia se notaba confundido por la reacción del rey—, el campeón del torneo, majestad.

—¿Circinus? ¿Ares Circinus?

—¿Por qué está tan confundido, su majestad? Si usted mismo presenció el desenlace del torneo y enunció el veredicto final.

Vencida [Sinergia II] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora