77: Dreiah

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Draco,
Castillo de Hydra

Draco solía hacer caso a sus corazonadas, por ello tenía preparado un plan de escape por los pasajes ocultos del castillo. Por desgracia, era el mismo plan que tenía Indus para sus hijos, los que reconocía como tal. No podían emplearse ambos. Necesitaban una distracción.

La distracción serían Draco, Indus y Kaus. Las tres mentes más brillantes de Hydra, eliminadas la misma tarde. Todo el conocimiento que se perdería con ellos sería una catástrofe cultural, ni Ausrel ni Indyana sabían lo suficiente para enseñar a las siguientes generaciones del linaje Sagitar. Solo quedaba confiar en que los eruditos del castillo con los que escaparían supieran rellenar los huecos.

Draco iba a morir. Todos los hombres lo hacen, pero él sabía que iba a morir. Y eso hacía la diferencia.

A pesar de lo dicho al calor del momento, Draco jamás había pensado que Zaniah manipulaba a Sargas con sexo. ¿Cómo podría haber apostado por algo así? No. Él apostó por algo más fuerte, por el poder de la manipulación de una venus, por lo que él mismo sentía al ver a la pelirroja confirmando así el alcance de su persuasión.

Apostó, en especial, por el juicio de Indus. Si su madre confiaba en que una venus podía llegar a influir tanto en la mente de un rey como para exigirle una corona, entonces él no tendría dudas. Indus era la mujer más inteligente que había conocido jamás.

Pero también se equivocaba.

Todos se equivocaron al subestimar a Sargas, a pesar de los meses que llevaban dialogando, a pesar de que todo parecía ir tan bien en aquel acuerdo.

Draco no solo iba a morir, sino que tenía que hacerlo con la certeza de que había cambiado a la dama de Leo por una corona de fantasías.

Al menos ella estaba bien. El guardia al que había destinado a su cuidado lo tuvo informado el tiempo suficiente para entender que ella no solo había conseguido reponerse de su traición, sino que lo había superado.

Si antes le desagradaba Orión Enif, ahora era su primer detractor en el reino. Estaba aliviado de que Leiah pudiera reír de nuevo, pero impotente porque no era él quien invocaba esas sonrisas.

La puerta que daba a la habitación donde el heredero Sagitar se embriagaba fue abierta con lentitud. Él no esperaba tal delicadeza de ningún familiar suyo, pero ya nada podía sorprenderlo después de los eventos de su boda.

O eso creyó, hasta que alzó la vista y vio a la mujer parada en la entrada.

Anonadado se puso de pie, el vino cayendo de sus manos y manchando la alfombra.

Era ella. ¿Qué sirios hacía la mujer de su vida en Hydra en ese preciso momento?

Tenía que ser una alucinación del alcohol.

—Leiah... —dijo en un hilo de voz.

—Veo que has recordado mi nombre.

No era ninguna alucinación, su mente no podía recrearla con tal fidelidad, a ella y a sus palabras elegantemente despectivas.

Era ella.

Entonces se dejó caer espantado sobre la silla, entendiendo que no solo él moriría este día.

—Puede hablar, lord Sagitar, no voy a molestarme por confirmar que le sigue funcionando la lengua.

Algo cosquilleó en los labios de Draco, y no tenía nada que ver con lo fácil que reconocía que ella estaba deslumbrante con su vestido de capa incorporada con altas hombreras. Era el intento de una sonrisa porque —aunque intentó no pensar en eso— a cada día de su vida le había hecho falta la presencia de Leiah.

Vencida [Sinergia II] [COMPLETA]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu