IV: Camino de hielo

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El viento se tornó más frio a medida que el tiempo avanzaba y los copos de nieve se tornaron gruesos y redondos, los cuáles comenzaron a rodear el fuego, apagándolo lentamente. Harry se vio en la obligación de salir de la carreta. Su padre quería probar su peso sin él para llevarlo por el bosque otra vez. Los ancianos ahí dentro apenas hicieron un ruido cuando el alfa levantó en conjunto con Cassian las dos astas sobresalientes y lo arrastraron hasta dejarlo a un lado del calor. Sus cuerpos yacían inmóviles, pero sus ojos y sus aromas destilaban el profundo vacío que tenían ante la idea de irse. De renunciar al bosque y los limítrofes de Sekgda, para esconderse. Harry también tenía aquel amargor en la boca. Irse... Él no tenía problema de irse de Sekgda, pero lo que rompía absolutamente toda su realidad, era Alden. El cuerpo de Alden.

Tirado en la nieve.

El cuerpo de su madre... a dónde fuera que estuviera. Rompían y deformaban todo lo que él creyó bueno, sano y valiente, para convertirlo en una masa dura y filosa, la cual, cada vez que intentaba salir, volver a hablar o compartir una conversación con Darko, incluso con su padre, lo rasguñaba hasta hacerlo sangrar internamente. Harry nunca pensó que su mundo se vería tan gris y lúgubre, ante la muerte de alguien.

Él, que nació y creció viéndola, jamás pensó que perder a uno de su familia, al rey, lo estaría volviendo loco y hundiendo en un pozo que parecía no tener fin ni salida.

Apoyó su mejilla en la palma de su mano y observó los gruesos troncos quebrarse por el fuego. Con los pensamientos pudriendo su cerebro. Y se mantuvo todo el tiempo cerca, absorbiendo ese calor como recuerdo de que seguía vivo y que, alguna vez, un calor similar recorrió su cuerpo, acarició su piel, llenó los huecos vacíos hechos por su propia gente. El calor del fuego pudo decir, era lo único similar que le recordaba a Louis y hacía de su ausencia más llevadera.

Zimo no se apartó del fuego tampoco y Harry pudo observar que el chico no apartaba los ojos de Ivory. El hambre e interés refulgían en sus pupilas de diferente color cada vez que su amigo pasaba caminando y limpiando sus ojos de lágrimas que no quería que nadie viera. No le agradó en lo absoluto esa mirada. Tampoco su olor a alfa. A Harry lo asqueaba. Le recordaba su llegada a Sekgda, los latigazos, su padre cuando se enfurecía y lo peor, no se podía deshacer de eso. No podía huir de esos olores. Lo perseguirían toda su vida, al igual que Louis. Su alfa no había abandonado sus pensamientos. Su rostro permanecía en su memoria. Intacta. Sus ojos azules cuando se tornaban dorados siempre lo asaltaban en los sueños. Sus dedos pintados en oro derretido. Su pecho brillante. Fue el hombre más hermoso con el que tuvo la dicha de coincidir, y no le importaba la circunstancia. Cuanto lo odió. Harry jamás se arrepentiría de haberlo conocido. De haberse entregado. De saber que, por un momento, él compartió una parte de sí mismo con un rey que... terminó dando su vida por un omega extraño.

Que realmente lo amó.

Cerró los ojos al sentir en su pecho una nueva herida. Él amó a Louis. No como amó a Gaelen, sino que de una manera diferente pero igual de intensa. De una manera bella porque, en esos días, Harry no vio tristeza o un futuro finito. Junto a Louis un futuro se escuchó como algo posible y hermoso. Botó el aire lentamente por su boca cuando el lazo se tensó dolorosamente en su pecho y le hizo encogerse de dolor. Louis no alcanzó a marcarlo, pero se sentía de esa manera. Lo despedazaba los constantes tirones. La falta de aire. Toda su fatiga se intensificaba cuando el lazo le apretaba el corazón.

—Toma.

Harry miró a través de sus pestañas a Zimo cuando le habló. En su mano sostenía uno de los frascos llenos con medicina. Sin embargo, el que le ofrecía ahora, poseía un color amarillento parecido a la miel disuelta en agua caliente.

The king's heart (l.s) #2Onde histórias criam vida. Descubra agora