XLI: Consejo de Niall

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Harry todavía intentaba imaginarse en el traje que Ivory diseñó, pero por mucho que se esforzara, nada venía a su cabeza. Él vestido de esa manera... tal vez era por la costumbre de vestir prendas vikingas que ahora su mente le impedía visualizarse a sí mismo con un traje digno de un elfo puro. O era la desconfianza que aún habitaba en su cuerpo el que le ponía una gruesa barrera ante él. Fuera lo que fuera, estaba ansioso por la boda. Faltaban seis días para ella y la sensación de que apenas unas semanas conoció a Louis lo embargaba de vez en cuando.

Parecía solo ayer que él yacía escondido en las esquinas de esas celdas frías, pasando hambre, para ahora estar de pie en un pequeño banco de madera mientras el sastre medía sus piernas y cintura. Wooyoung permanecía quieto en una esquina del salón mientras que Ivory iba detrás el hombre diciendo como hacer las cosas. Harry ladeó una sonrisa mientras lo oía y observaba desde lo alto, con los brazos descansando a los costados de su cuerpo.

Nunca había ido a ese salón, pero era bastante hermoso para estar en la planta inferior. El lugar estaba decorado con dos estantes de madera celeste, enormes ventanales abiertos de par en par para que las cortinas de seda bailaran en el aire gracias al viento primaveral. Harry contempló la playa otra vez. Él nunca había ido a una. No al menos a una que luciera de esa manera. La arena parecía estar tibia de lo amarilla que se veía y el océano azulado brillaba por la espuma blanca. Todo era tan distinto.

Y suyo.

Recordar que en tan solo días sería el rey de estas tierras. De esta gente... le hizo erguirse y pestañear rápido. Era una gran responsabilidad. Y aunque temía de que estas personas no lo quisieran, de cometer un error, no podía escapar. Tampoco quería escapar. Por primera vez sentía que pertenecía a esto y que este era el futuro que tanto había anhelado.

Lo que la profeta le había dicho esa noche cuando Louis irrumpió en Sekgda. Cuánta razón tenía, pensó. Él realmente tenía su corazón muerto y la mente cerrada. Ahora respirar se sentía como beber litros de vida saludable y buena, a pesar de que la guerra poco a poco se acercaba silenciosamente.

—Listo, majestad —avisó el sastre, dirigiéndose a su caja con cintras métricas, hilos y agujas —, su traje estará listo para el día propuesto.

—No dudo que será así —respondió, bajando del banco de un salto —, gracias por esperar y por su paciencia.

—Estoy a sus servicios.

Harry le sonrió y luego se dirigió a Ivory. Él realmente se veía hermoso con el uniforme.

—Ivy, iré a ver a Louis. Más tarde te iré a buscar para que tomemos té ¿Qué te parece?

—Sí... ¿pero no tienes nada que hacer a esas horas?

—Aún no. Louis dijo que por ahora el palacio estará enfocado en la boda y la comida. Veré si necesita ayuda con eso.

Ivory asintió y lo acompañó a la salida del salón. Harry no se despidió y regresó por los mismos pasillos para ir al despacho de Louis. A su sorpresa, cuando llegó allí, Louis continuaba inclinado en su escritorio, el cabello negro persistía bellamente ordenado bajo la corona. Harry ingresó a pasos lentos y apoyó sus manos sobre la superficie lisa mientras captaba al chico junto al escritorio esperando algo con una bandeja de plata en sus manos. Con un solo vistazo notó que, lo que redactaba con pulcritud eran las invitaciones para la boda.

—Déjanos a solas, por favor —le ordenó al chico. Él no pronuncio ninguna palabra y se disculpó para abandonar el despacho.

Una vez solos, Louis volvió a alzar la mirada. Harry le quitó el papel y leyó lo que había ahí. Su estómago se revolvió y cosquilleó como si miles de mariposas estuvieran enjauladas. Tal como la vez que Gaelen le había pedido matrimonio la primera vez. Inhaló hondo y eliminó ese recuerdo. Con quien se casaría no era con ese patán.

The king's heart (l.s) #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora