XLV: Ceremonia

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*Cuando escuché la canción que dejé arriba, supe que debía ser la de la boda y del primer baile. LLORÉ CUANDO LA ESCUCHÉ, porque suenan esas voces de fondo y los instrumentos y aaaa!!! es muy TKT. Sufjan mi señor por siempre, gracias por esta joyita de canción*


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El día había llegado.

El día en que, finalmente, se uniría a otra persona no solo por lazos, sino bajo los ojos de todo un reino, de los dioses, había llegado.

Y no podía estar más asustado.

Mientras el sinfín de sirvientas y doncellas personales, —enviadas directamente por Libelle como regalo —acomodaban su cabello rizado en broches, perlas, maquillaban y acomodaban su atuendo, Harry observó a Wooyoung a través del espejo. El chico no había movido ningún músculo desde el momento en que ingresaron a la habitación por la tarde. Su mirada se perdía a lo lejos, como si estuviera recordando un momento lejano que algún día tuvo en sus manos.

—¿Puede ponerse de pie, majestad?

Cuando Ebba, la sirvienta de edad, le pidió que se pusiera de pie, Harry lo hizo. Al instante sus ojos se dirigieron al gran espejo que descansaba cerca de su cama. Su reflejo lo golpeó como si un millón de flechas hubieran atravesado su carne. El atuendo... no era para nada a lo que él se había imaginado y, aunque había visto el dibujo, esto sobrepasaba lo considerablemente simple. Usaba pantalones negros con flores y estrellas bordadas desde la parte inferior que escalaban hacia sus muslos, arriba, la camisa era de seda dorada que, con cada movimiento, brillaba como el cielo nocturno. Las mangas eran anchas y flotaban alrededor de sus brazos como neblina en un día soleado. Al estar dentro de la pretina de su pantalón, conseguía que su cintura se notara más de lo normal y le diera a su cuerpo una silueta delicada a pesar de los músculos.

La camisa era de mangas largas, pero la espalda iba completamente descubierta. El aire de afuera conseguía deslizarse por su columna vertebral y hacerle estremecer. Llevaba cadenas, la diadema, maquillaje y todo brillaba como luceros, como el agua cuando el sol se reflejaba en ella. Para finalizar, al atuendo se le sumaría la túnica real. Un manto negro con el símbolo. El símbolo de un reino que lo acogió como un salvaje para ahora abrirle sus brazos. Todo era tan celestial y efímero...

Ya no era el chico vikingo, embarrado y cargado de cicatrices el que le devolvía la mirada. Más bien era un príncipe. Un chico a punto de convertirse en rey. Louis le había dicho que lo coronarían en medio de la boda. La corona, una enviada a hacer exclusivamente para él, caería sobre su cabeza y no saldría de ahí hasta que alguien lo matase o muriera. Respiró hondo, notando su mente maquinar y traicionarlo.

Sus manos comenzar a temblar.

Las entrelazo frente a él y jugó con los dedos, sin poder apartar sus ojos de su reflejo.

La corona, aquella que Louis había enviado a hacer, estaría sobre su cabello hasta la muerte o hasta que alguien lo traicionara. Sin querer miró a Wooyoung nuevamente. El chico también lo miraba. Cuando vio que Harry lo había visto, la apartó y cruzó de brazos. Las sirvientas untaron maquillaje en polvo en sus hombros, brazos, espalda. Al mirarse, era como si el mismo cielo nocturno hubiera vomitado sobre él.

Wooyoung bufó.

—¿A qué se debe eso? —preguntó Ivory, enviando una mirada a través del espejo.

—Nada —respondió Wooyoung, su voz sonando seca —, creo que ya es suficiente maquillaje.

—Es la costumbre de Nymeria —recalcó Harry con calma, aceptando todo lo que quisieran ponerle encima.

The king's heart (l.s) #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora